¿Hacia un segundo deshielo con Cuba?

Este jueves se cumplen seis años del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos

El presidente cubano, Raúl Castro, y su homólogo estadounidense, Barack Obama, este lunes en La Habana. (Fotograma)
El entonces presidente cubano, Raúl Castro, y su homólogo estadounidense, Barack Obama, en marzo de 2016 en La Habana. (Captura)
Rosa Pascual

17 de diciembre 2020 - 19:03

Madrid/La prensa oficial cubana anunciaba este jueves la elección, por un número de votos sin aclarar pero que cabe suponer ronde la unanimidad, de Gerardo Hernández como miembro del Consejo de Estado. Casualidad o no, la poco sorprendente noticia coincide con el aniversario de la liberación del exespía cubano (héroe de la República para el régimen), que se conoció la mañana del 17 de diciembre de hace seis años.

Aquel día, Raúl Castro desde La Habana y Barack Obama desde Washington anunciaron el canje de los integrantes de la Red Avispa, infiltrada en EE UU en los años 90 para desarticular planes del movimiento anticastrista en Florida, a cambio del contratista estadounidense Alan Gross, detenido en Cuba en 2009; la reapertura de las respectivas embajadas de ambos países y una nueva fase de reconstrucción de unas relaciones que se habían quebrado definitivamente en 1961.

Ese proceso comenzó a enfriarse tras la visita de Obama a Cuba en 2016 y, poco después, se congeló con la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EE UU, justo después de que Obama pusiera fin a la llamada política de "pies secos/pies mojados". Ahora, con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, se prevé que tenga una segunda vida.

Esta semana, la agencia Bloomberg, citando fuentes cercanas al presidente electo, aseguraba que la eliminación de las restricciones a los viajes, la inversión y las remesas eran la clave de la estrategia de Biden en su futura política hacia Cuba

Esta semana, la agencia Bloomberg, citando fuentes cercanas al presidente electo, aseguraba que la eliminación de las restricciones a los viajes, la inversión y las remesas eran la clave de la estrategia de Biden en su futura política hacia Cuba. Las medidas tomadas en todos estos sectores por la actual Administración "perjudican desproporcionadamente a estadounidenses y cubanos", según la información.

Con el deshielo, varias empresas estadounidenses vinculadas al sector turístico encontraron un gran negocio, después afectado progresivamente a medida que se restringieron los viajes. EE UU llegó a ser el segundo emisor de turismo a Cuba y muchas compañías vieron la oportunidad, por lo que la frase la "primera vez" se convirtió en algo habitual en 2016: el primer vuelo comercial, el primer barco, el primer hotel.

También las empresas intermediarias para el envío de remesas están a la expectativa después de un último año en que incluso Western Union, líder absoluto en Cuba desde hacía décadas, tuvo que cerrar poco después de que Fincimex (la financiera de los militares) fue incluida en la lista de entidades restringidas del Departamento de Estado y ante la falta de alternativa por parte de La Habana para canalizar las remesas sin intervención de los uniformados.

El deshielo de 2014 abrió la puerta a proyectos de inversión en múltiples sectores, desde el tecnológico al industrial. Era frecuente que entonces delegaciones empresariales procedentes de distintos estados del vecino del norte pisaran la Isla para establecer contactos y desarrollar planes de futuro, aunque la casi totalidad de esas misiones no desembocó en proyectos concretos.

Sí quedarían vigentes, según Bloomberg, algunas sanciones vinculadas a personas que se considere que actúan reprimiendo los derechos humanos

Trump encontró en el fin de esta política su vía para presionar al régimen, al que además acusa de sostener a Nicolás Maduro. En esta línea "dura", llegó al extremo de activar los títulos III y IV de la Ley Helms-Burton, aprobada en 1996 –tras el derribo de dos avionetas de Hermanos al Rescate por parte de Cuba–, pero con ambos apartados suspendidos por todos los presidentes, demócratas o republicanos, que ha habido desde entonces. La medida ha abierto la posibilidad de reclamar compensaciones por bienes (o beneficios obtenidos de ellos) confiscados tras el triunfo de la Revolución, aunque se han llevado a cabo menos de las esperadas, dadas las dificultades y enormes costos de llevar adelante un procedimiento judicial de este tipo. Sobre este asunto no se ha hablado aún en el entorno de Biden, exvicepresidente de Obama.

La cuestión de las embajadas está también por determinar. La suspensión de servicios consulares y restricción de muchos trámites fue tomada a partir de los supuestos ataques acústicos que afectaron a la salud del personal diplomático de EE UU, pero han pasado tres años sin que se haya podido determinar lo ocurrido.

Sí quedarían vigentes, según Bloomberg, algunas sanciones vinculadas a personas que se considere que actúan reprimiendo los derechos humanos. Algunos altos cargos del Gobierno cubano han pasado a listas negras en EE UU (desde el propio Raúl Castro a su exyerno y presidente de Gaesa, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas) y no cabe esperar que salgan de ella.

El electorado de Florida es clave en todos los movimientos que se realizan desde Washington. Un amplio sector de votantes del estado del sol, con una importante base de cubanoamericanos y cada vez más venezolanos, presiona para acabar con el régimen mediante la asfixia económica.

Tanto Joe Biden como su vicepresidenta electa, Kamala Harris, se han manifestado a favor de una nueva política hacia Cuba que, más que nueva, sería un regreso a la anterior

Aunque con el aumento de una comunidad cubana más joven, para la que prima la economía sobre la política, el deshielo de Obama logró un moderado respaldo en las encuestas, los partidarios del diálogo siguen siendo minoría. De ahí que cualquier movimiento en la política hacia Cuba sea medido al milímetro desde Washington.

No en vano, Florida es uno de los estados decisivos a la hora de decantar una elección, y es excepcional que, como en esta ocasión, no sea presidente electo el mismo que prefiere el estado.

Tanto Joe Biden como su vicepresidenta electa, Kamala Harris, se han manifestado a favor de una nueva política hacia Cuba que, más que nueva, sería un regreso a la anterior. Ambos han considerado en público que las medidas de la Administración Trump no han mejorado la situación de derechos humanos dentro de la Isla y denunciado que los republicanos, en lo que consideran una postura hipócrita, sigan deportando a cubanos de vuelta a lo que dicen considerar una terrible dictadura.

En los últimos meses, las autoridades cubanas mostraron su clara preferencia por la victoria de Biden. Lo que también parece claro es que, una vez asuma el cargo y aunque lidere un segundo deshielo, seguirá siendo la cabeza del enemigo eterno al que responsabilizar de los males de la Isla.

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