El añorado taller Bartolete Pérez
En la reparación de equipos electrodomésticos afloran también las diferencias sociales, la corrupción y la ineficiencia del sector estatal
Alamar está entre las zonas habaneras con menos opciones para los clientes con una olla, un televisor o una batidora en mal estado
La Habana/En los pasados años, la Televisión Cubana exhibía en su horario estelar el programa humorístico "Deja que yo te cuente". El espacio dramatizado logró captar la atención de los espectadores y se convirtió en el de mayor audiencia a nivel nacional. Por eso, el taller Bartolete Pérez, locación principal donde se desarrollaba la acción, es muy popular entre los cubanos.
El Bartolete Pérez era un taller carnavalesco, donde todo estaba patas arriba. Siempre perdía la emulación socialista frente a su oponente, el taller Rosca Izquierda. Pero algo sí no se le podía negar al Bartolete: arreglaba de todo, desde ollas arroceras hasta turbinas.
En los años 80 del siglo pasado eran muy comunes en La Habana aquellos talleres de reparación que recibían todos los electrodomésticos con los que contaba la población. Se les llamaba popularmente "consolidados" y eran la solución para cualquier rotura o mal funcionamiento de los equipos del hogar.
Batidoras de la República Democrática Alemana, lavadoras y televisores soviéticos, planchas del campo socialista...Todos ellos pasaban por las manos de técnicos que no sólo contaban con experiencia, sino también con la necesaria dosis de innovación que requerían los arreglos, puesto que la escasez de piezas no es un asunto de nuestros días, sino una característica propia del estado de contingencia nacional que siempre hemos vivido.
En el reparto Alamar, al este de La Habana, aquel "consolidado" estaba ubicado en la zona 6. Hoy, el local que ocupaba ha sido arrendado por cuatro mecánicos por cuenta propia, quienes no siempre tienen las piezas necesarias ni reciben todo tipo de equipos, como hacía su predecesor. Los radios y los controles remotos de DVD pueden arreglarse allí, pero las lavadoras o televisores serán rechazados.
Arreglaba de todo (...). Batidoras de la República Democrática Alemana, lavadoras y televisores soviéticos
La estatal Empresa de Servicios Técnicos y del Hogar mantiene un taller, ubicado en la zona 1, que se ocupa de la reparación de los equipos vendidos a la población como parte del Programa de Ahorro Energético. Se incluyen en su lista los calentadores y hornillas eléctricas, las llamadas ollas Reina, arroceras y las ollas de presión de tres pitones. Para estos aparatos el taller recibe piezas de repuesto de manera irregular. A causa de esta inestabilidad, el procedimiento del centro suele ser que los clientes "reporten" el equipo o pieza que necesitan arreglar; cuando llegan los repuestos, el cliente recibe una llamada telefónica del taller para que se presente con su equipo.
Los mecánicos deben reparar o cambiar la pieza al momento y ante la vista del cliente. No está permitido que los equipos se queden en el taller. Los precios de mano de obra oscilan entre 70 centavos CUP y 5 CUP, a lo que se suma el costo de la pieza sustituida. El servicio es barato, pero la mayoría de los clientes deben esperar meses para que llegue su turno.
Los televisores y las lavadoras también pueden ser "reportados" para que un técnico se traslade hasta el domicilio del cliente y los revise "sin compromisos", porque el taller no recibe piezas para estos electrodomésticos. Si el arreglo requiere repuestos, oficialmente el técnico no tiene permiso para actuar. Extraoficialmente, consigue la pieza por su cuenta y arregla el equipo cobrando como un particular cualquiera.
Muchos talleres particulares han florecido por todo el barrio. Arreglan cocinas de gas, ventiladores, televisores, planchas de pelo...Cada uno está especializado en un tipo de aparato. Dadas las limitaciones del sector estatal, los privados se han convertido en la principal opción para los clientes. Es una competencia seria, pero mucha gente no puede pagar los elevados precios y se conforman con el servicio deficiente de los talleres estatales. Así que el Bartolete Pérez seguirá siendo lo que siempre fue: una ficción.