El Teatro Sauto: una grieta en el techo y otra en la cultura de Matanzas

Matanzas

En julio se reabrió la sala principal, pero el teatro sigue sufriendo el éxodo de los artistas matanceros

El teatro fue inaugurado en 1863 como Teatro Esteban y rebautizado en honor a Ambrosio de la Concepción Sauto.
El teatro fue inaugurado en 1863 como Teatro Esteban y rebautizado en honor a Ambrosio de la Concepción Sauto. / Facebook
Julio César Contreras

17 de agosto 2025 - 10:29

Matanzas/Desde la Plaza de la Vigía, el Teatro Sauto sigue erguido como un faro en medio de Matanzas. Quien lo mira desde lejos apenas imagina que dentro de sus muros de más de siglo y medio de historia conviven la belleza de las musas pintadas en el techo con las cicatrices de una ciudad que, como su coliseo, ha visto mermar su vida cultural.

Ignacio, guitarrista y enamorado confeso de su ciudad, lo mira desde un banco de la plaza. "Duele ver personas desvalidas durmiendo en sus portales, cuando deberían estar dentro, disfrutando de un buen espectáculo", murmura mientras repasa con los dedos las cuerdas invisibles de una guitarra. Conoce bien la decadencia que ha marcado al Sauto: años de cierres por reparaciones, funciones cada vez más esporádicas y una gestión cultural incapaz de mantener el esplendor de antaño.

El teatro, inaugurado en 1863 como Teatro Esteban y rebautizado en honor a Ambrosio de la Concepción Sauto, mecenas de las artes, ha visto pasar por su escenario a Sara Bernhardt, Anna Pavlova, Ernesto Lecuona y hasta a José Raúl Capablanca, que alguna vez jugó ajedrez en sus salones. Hoy, sin embargo, tiene una menguada cartelera y se ha convertido en epicentro de la mendicidad en la ciudad. Hace apenas unos meses, un individuo con padecimientos psiquiátricos violentó una puerta del vestíbulo y entró al recinto, recordando con crudeza la falta de protección que padece este Monumento Nacional.

"Es la realidad que nos toca vivir", reflexiona Ignacio. "La sociedad mira hacia otro lado mientras desaparecen las casas de cultura, los artistas emigran y los planes de programación se hacen solo para cumplir números".

Una grieta que atravesaba su falso techo cerró el telón de la sala principal por ocho meses
Una grieta que atravesaba su falso techo cerró el telón de la sala principal por ocho meses / 14ymedio

Pero el Sauto, como si guardara en sus columnas el eco de los aplausos a Alicia Alonso o las palabras de Carilda Oliver Labra, se resiste a la ruina. Una grieta que atravesaba su falso techo cerró el telón de la sala principal por ocho meses. Sobre un andamio de quince metros, dos jóvenes matanceras, Anabel Del Río y Lizbett Caballero, trabajaron sin descanso. Con linternas adosadas a la frente y el cuello adolorido, limpiaron polvo acumulado por más de 162 años, velaron la pintura original con delicado papel japonés y devolvieron el color a las musas que vigilan la platea.

"Crecimos amando este teatro", confiesa Del Río a la prensa oficial. Y tal vez esa devoción explica la paciencia con que rellenaron grietas, nivelaron superficies y aplicaron productos reversibles para respetar cada trazo original. A la par, ingenieros reforzaban el techo con tirantes de madera y técnicos revisaban la climatización, la acústica y hasta la herrería.

El resultado llegó este julio, con la reapertura de la sala principal y un concierto que devolvió al Sauto su razón de ser: el encuentro entre el arte y la ciudad. "El objetivo es ofrecer espectáculos estables y de calidad, pese a los retos energéticos y logísticos que tenemos", prometió su director, Kalec Alberto Acosta Hurtado, orgulloso de que la programación vuelva a latir.

Ignacio, sin embargo, no baja la guardia. "La restauración no puede parar", advierte, mirando cómo la luz de la tarde acaricia las columnas del teatro. "Este lugar necesita un vigía, alguien que lo cuide como merece".

Imagen de la cafetería del teatro.
Imagen de la cafetería del teatro. / 14ymedio

Ese desvelo es el que falta porque la gestión estatal sobre el inmueble y el éxodo masivo de buena parte de los artistas matanceros no dan tregua al centro cultural. "Puedes pintar unas paredes y retocar un techo pero un teatro lo que necesita son, principalmente, espectáculos y público", sentencia Ramón Luaces, un músico matancero emigrado a Miami que guarda muy buenos recuerdos del teatro.

"Cada vez que salía con mis amigos, muchos de ellos trovadores, terminábamos de una manera o de otra en el Sauto, porque si no había un concierto dentro nosotros lo armábamos en los portales", recuerda. "La última vez que fui a Matanzas me di cuenta de que ahora toda esa zona es peligrosa en la noche, está muy oscura cuando toca un apagón y cuando te acercas te sientes inseguro".

En la casa de Luaces en Florida, EE UU, se reúnen con frecuencia algunos de sus amigos guitarristas y cantantes. "El Sauto lo tengo yo ahora en mi jardín porque esta gente que está aquí es la que antes tocaba allá".

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