El tejedor de hojas de coco

Misael González, tejedor en las calles de La Habana. (14ymedio)
Misael González, tejedor en las calles de La Habana. (14ymedio)
Yosmany Mayeta Labrada

11 de agosto 2016 - 22:09

La Habana/La Habana Vieja es para Misael González la galería que le han negado por años para exponer sus figuras hechas a partir de materiales naturales. Todo el que transite por la Calle Teniente Rey, entre Oficios y Mercaderes, lo verá allí con sus saltamontes hechos de hojas de cocotero y unas construcciones de inspiración japonesa trenzadas en fibras todavía verdes.

El creador cuenta a 14ymedio que en sus inicios realizó esculturas en barro y cerámica, pero con aquella materia prima se le volvió muy complicado para obtener los permisos para comercializar su obra. La naturaleza lo rescató de la dificultad y, a pesar de que su negocio de figuras hechas con hojas naturales no ha estado exento de tropiezos, poco a poco ha logrado abrirse un espacio.

“Fui multado varias veces", recuerda el artista, "pero ahora tengo autorización de la Oficina del Historiador de la Ciudad para desarrollar mis obras artesanales aquí", asegura mientras sus dedos trenzan, hábiles, las alas de un inspirador insecto.

A sus 44 años, este artemiseño radicado en San Miguel del Padrón se ha volcado en las manualidades en busca del sustento económico. Cuando residía en su provincia natal llegaba a la capital cada semana con sus piezas hechas y “las vendía por un precio de entre 1 y 5 CUC”, que todavía mantiene.

"Siete años llevo experimentando", explica Misael y describe algunas obras "espectaculares" que nunca ha vendido y atesora en su casa. “Me siento cómodo haciendo estas piezas con lo que da la naturaleza y, además, no me busco problemas con la justicia", recalca.

Cada tarde, el artista se sitúa cerca del hostal Los Frailes en el casco histórico para vender sus simpáticas figuras, la mayoría de las cuales crea delante de los ojos de los compradores. Otras piezas están en exhibición para “cuando alguien se interese” y entonces realizarlas a pedido.

Los curiosos lo rodean y Misael hace alardes de destreza con las hojas entre sus dedos. De vez en cuando un niño se acerca y se queda extasiado con los animales que surgen con cada doblez. Misael le regala un saltamontes espigado que parece a punto de emprender vuelo. Sabe que las familias de muchos de estos pequeños no tienen dinero para pagarle.

"Ser artista es nacer de nuevo", comenta con esa misma sabiduría que lo llevó un día a crear maravillas con materiales que otros desechan.

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