Sin sueños, sin ocio y sin trabajo, así viven los jóvenes cubanos en Villa Clara

Muchos jóvenes afirman que no quieren tener hijos porque, con toda esta situación, "seguramente vivirán peor que nosotros"

Comparten los gastos de un par de botellas de ron, no demasiado caras, y buscan un banco libre cerca de la glorieta del parque. (14ymedio)
En Camajuaní había seis restaurantes, una discoteca, algunos bares y cafeterías, todos del Estado. Ahora son caserones casi en el abandono. (14ymedio)
Yankiel Gutiérrez Faife

08 de enero 2023 - 14:01

Camajuaní/Casi todos sus amigos se han ido, pero Javier y Érica, dos jóvenes de Santa Clara, siguen en Cuba. Marcharse del país es casi inevitable. Con su situación económica, tener hijos en la Isla no es una opción. Además, con veinticinco años, ¿dónde van a encontrar un trabajo decente, una casa o un ambiente menos hostil?

Hace algunas semanas, después de haber reunido el dinero suficiente, decidieron celebrar su aniversario de noviazgo en el restaurante Conuco Grill. Las parrilladas de Conuco Grill y su ambiente criollo se han vuelto célebres en Santa Clara. Javier y Érica reservaron una mesa y pidieron un bistec de res, ensalada, arroz y cerveza. Cuando empezaron a comer, llegó el apagón.

El dueño, para aliviar el ambiente de frustración de sus clientes, encendió velas en cada mesa. "El servicio fue estupendo, y nos sentimos muy bien con el trato y la comida del restaurante, pero el apagón acabó con la magia de la noche", comentó Javier a este diario. "Uno intenta no descargar la indignación en el trabajador, ni en el dueño, que no tienen la culpa, sino los de arriba".

Sin embargo, lamenta Javier, el corte eléctrico no afectó la cuenta en lo más mínimo: la pareja acabó pagando íntegramente 1.360 pesos. Después de comer, el dueño de Conuco Grill les explicó que los apagones intermitentes ya son habituales y el impacto en la clientela es brutal. Ha pensado en comprar una planta de generación eléctrica, pero el restaurante aún no produce la ganancia suficiente como para realizar esa inversión.

A más de un año de haber fundado Conuco Grill, la única opción para sortear el problema es jugar con la programación de apagones que publica la Unión Eléctrica en la provincia. Pero esos datos, asegura, tampoco son fiables.

Por fin logran abordar un camión y dejan atrás Taguayabón: apenas iluminado, el poblado pasa la noche en una quietud sepulcral. Nadie tiene dinero para organizar un guateque

A cuarenta kilómetros de Santa Clara, en Taguayabón, un grupo de jóvenes de la edad de Javier y Érica intentan decidir a qué pueblo irán a pasar el rato. Si logran "pescar" alguna guagua que los lleve a Remedios o Caibarién, podrán merodear en las calles coloniales o descargar en el malecón, frente al mar. Sin embargo, lo normal es que tengan que conformarse con ir hasta Camajuaní, de donde a veces tienen que volver caminando.

Por fin logran abordar un camión y dejan atrás Taguayabón: apenas iluminado, el poblado pasa la noche en una quietud sepulcral. Nadie tiene dinero para organizar un guateque, asar un puerco o sencillamente compartir una botella de ron. En cuanto a los muchachos, lo normal es reunirse en un banco del escuálido bulevar, encima del puente, o esperar a que pongan música en el círculo social.

El camión los deja en la calle Independencia, frente a un cine convertido en almacén y escombrera del pueblo. Deciden compartir los gastos de un par de botellas de ron, no demasiado caras, y buscan un banco libre cerca de la glorieta del parque. Se los oye cantar, entre trago y trago, hasta el final de la madrugada.

Michel, uno de estos jóvenes, llegó a la discoteca del pueblo la noche del sábado y se encontró con el apagón. "Ya van dos horas", les explicaron los trabajadores del lugar. Alguien propuso ir a la glorieta y dijo que traía un speaker, una bocina portátil a la cual conectar el teléfono, y animar ellos mismos la noche. El propio Michel recogió 300 pesos de cada miembro del grupo y compró una botella de Havana Club y una bebida energizante –Tigón– para mezclarlo.

Dando pequeños sorbos de los vasos plásticos, los jóvenes empezaron a confesar lo molestos que se sentían. Uno de ellos dijo que su abuela, llamada Josefa, quería celebrarle sus 19 años cuando se encontrara, como ese sábado, de pase del Servicio Militar. "Fue a comprar unas maltas y unas cervezas", contó el muchacho, "pero en las únicas tiendas abiertas, las del bulevar, no había corriente. Esperó un poco, vino la luz y compró las cosas... pero cuando llegó a su casa también tocaba apagón".

Otro de los muchachos, David, contó que su papá había llevado a su hermano pequeño al parque Arcoíris, en Santa Clara, y cuando llegó ya se había ido la corriente. El niño se quedó esperando a que los aparatos volvieran a la vida, pero fue en vano. "Lo único que pudo hacer fue caminar y caminar", lamentó David.

"Lo peor es que hemos dejado de preocuparnos por nuestros sueños para dedicarnos a sobrevivir", expone Jaime, un joven camarero de Santa Clara

Es mejor regresar a Taguayabón antes de medianoche. De lo contrario, se debe caminar por la carretera que comunica a Camajuaní con Remedios, completamente a oscuras.

La situación de Camajuaní –que se repite en todos los municipios de Villa Clara– es deplorable. Hace años había por lo menos seis restaurantes, una discoteca, algunos bares y cafeterías, todos del Estado. Ahora son caserones casi en el abandono, sin ofertas o a punto de ser remodelados para dedicarlos al poco turismo que hay.

Una vez reparados, quedarán fuera del alcance del ciudadano común y mucho más de los jóvenes, que ven duplicados sus gastos si quieren pasar un rato con su pareja, y cuyos padres no pueden permitirse lujos adicionales.

"Lo peor es que hemos dejado de preocuparnos por nuestros sueños para dedicarnos a sobrevivir", expone Jaime, un joven camarero de Santa Clara. Jaime se considera atascado, aburrido de todo, preso en la rutina y mal pagado, siente que no avanza en la vida. "Sin tierra a la vista, sin destino", ironiza.

Una situación frustrante, aduce Jaime, es que los mayores piensan que la actual es una generación "mal acostumbrada", porque critican al Gobierno y quieren marcharse del país en vez de "resistir", como les enseñaron a ellos. Es usual que los "atormenten" con historias del Período Especial y que repitan la consabida frase: "¿De qué te quejas si tú vives mejor que nosotros en aquellos tiempos?".

Una situación frustrante, aduce Jaime, es que los mayores piensan que la actual es una generación "mal acostumbrada", porque critican al Gobierno y quieren marcharse del país en vez de "resistir"

La escasez de ofertas de trabajo es notable. "Se puede hacer cualquier cosa para ganarse la vida", concede Jaime, "pero eso no es lo mismo que luchar por cumplir los sueños". Muchos jóvenes afirman que no solo no pueden tener hijos, sino que, como están las cosas, tampoco quieren. "Si traemos niños al mundo con toda esta situación, seguramente vivirán peor que nosotros".

¿La solución?: "Irse de Cuba", responde sin dudarlo Ariel, que decidió abandonar su país desde que era muy joven. "Yo pensaba que la situación seguiría siendo la misma y podría aguantar varios años más, pero no pude", cuenta. Como otros miles de cubanos, cruzó la selva del Darién rumbo a Estados Unidos y ahora vive allí, junto con su esposa y su padre. "Me parece mentira que cada día haya algo distinto que empeore y aún nos tome por sorpresa", afirma en un intercambio con sus amigos que se quedaron en Villa Clara.

Quedarse, si estás contra el Gobierno, solo trae problemas, opina Jorge, de 23 años y residente en Camajuaní. Sus padres viven en EE UU y él se quedó con su abuela y su tío, que están a punto de marcharse también. "La continuidad ya no es una opción para los jóvenes", asegura, aludiendo al lema del régimen de mantenerse firme en sus posiciones ideológicas y no cambiar nada.

"Sin embargo, yo no me meto en política", aclara David, que comenzó hace unos años a estudiar medicina. "Puedo perder la carrera que me ha costado mucho sacrificio, he pasado hambre y mucha necesidad para perderlo todo al final". Y agrega medio en broma: "Cuando me gradúe me voy hasta para Haití, ahí se vive mejor que en Cuba".

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