La última muerte de Fidel Castro

Fidel Castro reaparece en público en julio de 2015 para un encuentro con trabajadores civiles del Ministerio del Interior y las FAR. (Estudio Revolución)
Fidel Castro en un encuentro con trabajadores civiles del Ministerio del Interior y las FAR. (Estudio Revolución)
Reinaldo Escobar

26 de noviembre 2016 - 10:19

La Habana/Como estaba previsto, la noticia del fallecimiento de Fidel Castro la anunció su hermano Raúl en un breve comunicado oficial dirigido al pueblo de Cuba y a los amigos de todo el mundo.

Si bien sus biógrafos se esmeran en detallar que sobrevivió a cientos de supuestos atentados, nadie puede llevar la cuenta de las innumerables ocasiones en que su muerte circuló como rumor o incluso como titular, empezando por los que lo dieron por muerto tras el ataque al cuartel Moncada o luego del desembarco del Granma en las costas del oriente cubano.

Justamente, 60 años después de que en la madrugada del 25 de noviembre de 1956 el histórico yate saliera desde Tuxpan, México, los hechos cambian el significado de aquella efeméride para inscribir la fecha, a partir de ahora, como el momento en que el líder histórico emprendiera su “último viaje”.

La pregunta tantas veces formulada de qué ocurrirá tras la desaparición física de Fidel Castro tendrá en breve su inexorable respuesta. Obviamente no gozará del dramatismo que hubiera tenido de ocurrir cuando estaba al mando de todos los timones del país, como estuvo a punto de pasar en julio de 2006, cuando tuvo que delegar “provisionalmente” todos sus cargos en su hermano Raúl.

A partir de este momento deja de tener significado el argumento de que tal cosa no se puede hacer porque “el jefe” no estaría de acuerdo

Aunque el impacto se haya visto aminorado por una década de relativa ausencia, de una u otra forma su muerte real marca un antes y un después. Especialmente para las decisiones que su heredero deberá tomar en el último año de mandato. A partir de este momento deja de tener significado el argumento de que tal cosa no se puede hacer porque “el jefe” no estaría de acuerdo. Ya nadie tendrá dudas de quién manda en Cuba.

Comienza ahora la prolongada etapa en que competirán los panegíricos y las diatribas. Aduladores y detractores sacarán a la luz sus largamente afiladas conclusiones, volverán a contar las anécdotas que lo hicieron merecedor de la gloria y la culpa; rememorarán leyendas y chistes, epítetos y apodos.

La televisión ya debe tener preparada una selección de sus históricos momentos, las mejores plumas del parnaso nacional publicarán poemas, compondrán canciones, luego vendrán los aniversarios y tarde o temprano la generación de quienes no lo conocieron será numéricamente superior a la de los que le vieron entrar triunfalmente en La Habana, pronunciar sus interminables discursos, tomar decisiones inapelables.

Los contemporáneos de Elián González quizás recuerden que hace 17 años, un día como este 25 de noviembre, el niño balsero fue rescatado casi milagrosamente en el Estrecho de la Florida. Esta coincidencia obliga a pensar en Caronte, el mítico remero que conduce a las almas a su destino final. Esta nave no naufragará. Fidel Castro está muerto. Para tristeza de unos y alegrías de otros, esta vez es verdad.

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