El Maxim Rock reabre sus puertas después de tres años cerrado

La sede principal de la Agencia Cubana de Rock se vio colmada este viernes por una multitud de jóvenes que se agolparon ante su entrada principal

El Maxim Rock de La Habana ha reabierto este viernes después de tres años cerrado. (14ymedio)
El Maxim Rock de La Habana ha reabierto este viernes después de tres años cerrado. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

10 de noviembre 2018 - 17:12

La Habana/La reapertura del Maxim Rock este viernes será recordada por los rockeros habaneros como un hecho memorable. La alegría y la sorpresa fueron iguales para los que conocieron el local antes de que cerrara, hace tres años, y para los que solo habían escuchado su leyenda de conciertos largos y música a todo volumen.

La noche había caído sobre La Habana y alrededor del Maxim Rock decenas de jóvenes aguardaban por recuperar el lugar. Varios de ellos apuraban una botella de ron antes de acceder al local para la quinta edición del Festival Patria Grande, que convoca a músicos de Latinoamérica y el Caribe.

“Nos habíamos quedado sin un lugar para escuchar buen rock desde que en 2003 cerraron el Patio de María, en La Timba, y en 2015 la fiebre del cierre llegó al Maxim”, detalla Magela, una joven de 22 años que para la inauguración llegó ataviada totalmente de negro y con abundantes pulseras plateadas en las muñecas. “Este día merece una celebración”, aseguró.

En esta semana de regreso a la escena musical habanera, en las instalaciones del Maxim se presentarán bandas de Chile, México, Belice, El Salvador y Costa Rica acompañadas siempre por agrupaciones nacionales. Un “atracón de rock” como ya lo nombraban algunos seguidores del género que desde la tarde esperaban a las afueras de la instalación cultural.

Ubicada en lo que fue el cine Maxim en la calle Bruzón, casi esquina a la calzada de Ayestarán, la sede principal de la Agencia Cubana de Rock se vio colmada por una multitud de jóvenes que se agolparon ante su entrada principal, como peregrinos que acuden a un templo mítico que en los últimos tres años estuvo rodeado de los peores pronósticos.

“Pensamos que esto se iba a volver como esos cines abandonados de La Habana que un día le ponen una precinta en la puerta y nunca más vuelven a proyectar una película”, cuenta a 14ymedio Jorge, un seguidor del rock de 27 años que recuerda que la apertura del local en 2007 significó un impulso para que las bandas de rock y heavy metal dieran sus conciertos con mejores condiciones técnicas.

“Nos quedamos sin un espacio para escuchar música rock en vivo y en directo, porque la mayoría de los locales estatales que tienen programación cultural prefieren el reguetón, la salsa o el bolero, pero no les gusta que los pelúos y los alternativos llenemos sus instalaciones”, lamenta Jorge.

En 2015 llegaron tiempos oscuros para el Maxim cuando la presidencia del Instituto Cubano de la Música (ICM) dictaminó la clausura del lugar porque, entre otros problemas, mostraba un peligro de derrumbe del falso techo de la zona encima del escenario. Al menos esa fue la justificación oficial, que fue puesta en duda por algunos habituales que vieron en el cierre una señal de censura.

Tras largos meses y durante un proceso de reparación interrumpido frecuentemente por la falta de materiales y de personal calificado, en el Maxim Rock volvieron a escucharse este viernes las guitarras eléctricas, los bajos y el ruido de los saltos de los seguidores del género. Pero llegar hasta ese mágico momento no fue nada fácil.

A nadie se le ocurrió organizar disciplinadamente este viernes una fila frente a la taquilla y los responsables del evento no cumplieron su promesa de empezar la venta de entradas a las ocho de la noche. Pasados 15 minutos después de las nueve, los gritos exigiendo el inicio de la función estremecían toda la cuadra.

Poco antes de abrir, los empleados colocaron dos carteles tras el vidrio de la taquilla. En uno se anunciaba que solo se permitiría la entrada a los mayores de 18 años, en otro que la casa se reservaba “el derecho de admisión”, ambas advertencias generaron un murmullo de molestia entre varios adolescentes que aguardaban por traspasar la puerta.

Una jovencita sintió como si un cubo de agua fría le cayera encima, después de haber planificado por tanto tiempo su escapada al Maxim. “Si a los 16 ya puedo votar y me pueden llevar presa por qué tengo que esperar a los 18 para bailar rock and roll”, cuestionó a los custodios de seguridad que se quedaron imperturbables ante la pregunta.

Los que lograron superar las restricciones se sintieron muy afortunados, porque en el programa inaugural intercambiaron sonoridades la banda cubana Stoner, Andragón de Chile, Tótem de Costa Rica y Verge of Umbre de Belice. Para la noche de este sábado está prevista la actuación del grupo nacional Tendencia, de la provincia Pinar del Río y Here Comes the Kraken de México y se espera una sala repleta a pesar del costo de la entrada.

El espectáculo cuesta ahora 50 CUP, 30 más de lo que había que pagar antes que el Maxim cerrara sus puertas para ser restaurado. Aunque en el bar interior las bebidas se venden en pesos convertibles la taquilla solo acepta pesos cubanos, una dicotomía que generó críticas en la primera noche del Maxim.

“Es caro pero no hay otra opción, o pago el precio para entrar o tengo que volver al rock grabado”, explica Boris, un rockero de “larga data”, como el mismo se cataloga, que recuerda “las largas noches en el Patio de María y el silencio de los últimos tres años donde la comunidad rockera no tenía dónde meterse para compartir”.

En la sala principal del reabierto Maxim no hay mesas ni sillas. Casi cien metros cuadrados iluminados por los destellos del escenario donde sobre una enorme pantalla se proyectan imágenes frente a la que los jóvenes exhiben sus habilidades para moverse. No bailan en pareja, sino solos.

Con su hermosa melena negra, dando latigazos en todas direcciones, Isac se ve rodeado de un grupo de admiradores. “Soy el príncipe de los Emos”, asegura con voz ronca y sofocada por el esfuerzo. “Creía que me iba a poner viejo antes de que volvieran a abrir el Maxim. Pero aquí estoy, he vuelto a mi palacio”, remacha.

Al filo de la medianoche en la calle Bruzón todavía muchas personas pugnaban por entrar, pero dentro del local Isac grita al ritmo de la música “esto acaba de empezar”, una afirmación que repiten otros rockeros, mientras bailan y hacen gestos como si tocaran una invisible guitarra.

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