'Sodoma': el capítulo cubano

El libro de Frédéric Martel sobre los escándalos sexuales en la Iglesia católica afecta también a la de la Isla

'Sodoma' señala que el viaje a Cuba fue crucial en la renuncia de Benedicto XVI. (CubaSí)
'Sodoma' señala que el viaje a Cuba fue crucial en la renuncia de Benedicto XVI. (CubaSí)
Reinaldo Escobar

19 de febrero 2019 - 13:55

La Habana/El libro Sodoma. Poder y escándalo en el Vaticano puede ser leído como una escandalosa revelación por unos o como la confirmación de una sospecha por otros, pero lo cierto es que las más de 600 páginas del volumen darán mucho que hablar sobre las interioridades de seminarios y parroquias, hasta llegar a la propia cúpula religiosa.

De la autoría del francés Frédéric Martel, Sodoma se publica simultáneamente en ocho idiomas y en una veintena de países. El eje sobre el que gira el texto es la extensión de la homosexualidad en la Iglesia católica pero también toca la crisis de valores, los escándalos de pedofilia, el encubrimiento y las luchas de poder. Cuba no queda al margen y la Isla es señalada como uno de los motivos de la caída de un papa: Benedicto XVI.

Cuba no queda al margen y la Isla es señalada como uno de los motivos de la caída de un papa: Benedicto XVI

El autor asegura haber entrevistado a cerca de 1.500 personas durante una investigación de campo que duró más de cuatro años. Cardenales, obispos, nuncios apostólicos, sacerdotes y seminaristas dieron testimonio. "Una realidad que yo me maliciaba, aunque muchos la considerarán pura invención, una fábula", explica Martel.

Ya desde el prólogo de Sodoma se advierte que las revelaciones se refieren a la conducta disoluta de quienes en el clero se comportan públicamente como moralistas pero en la vida privada se mueven en un amplio abanico de excesos y delitos sexuales que incluyen desde orgías a corrupción de menores y abusos.

El capítulo cubano se titula La abdicación porque allí se advierte que la renuncia de Joseph Aloisius Ratzinger se debió, entre otras razones, a lo traumático que le resultó comprobar que la iglesia de la Isla no estaba a salvo de males como la pedofilia, que ya era sabido se extendía por varios países de América Latina.

En el párrafo más atrevido sobre ese asunto el autor cuenta lo sucedido en 2012, cuando el papa volaba a Cuba. "Cuando el santo padre escucha lo que le dicen, y se entera sobre todo del alcance del problema de la archidiócesis de La Habana, aunque ya conocía la extensión de la 'suciedad' de la Iglesia (según sus propias palabras), siente ahora repugnancia. Según un testigo, el papa, al escuchar esta historia, lloró de nuevo".

Las "evidencias" de estas observaciones las obtiene Martel, según él mismo afirma, de "tres diplomáticos extranjeros acreditados en La Habana y varios disidentes cubanos que permanecen en la Isla". A la lista de confidentes se le suman "algunos católicos de Little Habana en Miami, el pastor protestante de origen cubano Tony Ramos, así como los periodistas de WPLG Local 10".

El plato fuerte de todo lo referente a Cuba es un encuentro con el cardenal Jaime Ortega, en el que, según parece, el tema principal de la conversación fueron las relaciones del Gobierno con la Iglesia

El plato fuerte de todo lo referente a Cuba es un encuentro con el cardenal Jaime Ortega, en el que, según parece, el tema principal de la conversación fueron las relaciones del Gobierno con la Iglesia. El entrevistador describe físicamente al cardenal, hace un retrato de su personalidad, detalla el entorno en que vive y relata los pasajes más conocidos de su biografía.

Sin embargo, al menos por lo contado en Sodoma, el periodista no parece haber preguntado directamente a Jaime Ortega si desde su alta jerarquía en la Iglesia católica conoció de casos de abusos sexuales o pedofilia. Tampoco relata si le preguntó directamente sobre sus preferencias sexuales o si escuchó de él alguna revelación sobre ese tema.

Otros entrevistados como Orlando Márquez, Roberto Veiga, monseñor Ramón Suárez Polcari, portavoz del arzobispo, el director del Centro Cultural Félix Varela o un laico llamado Andura expresan opiniones sobre asuntos diversos, en especial sobre lo que tuvo que ceder la Iglesia para alcanzar una aceptable armonía con el Gobierno, pero pocas veces aluden al meollo de la investigación de Martel, quien ha asegurado que "el Vaticano tiene una de las mayores comunidades gay del mundo".

En lugar de eso, en el hilo argumental del capítulo se yuxtaponen informaciones de corte político y diplomático que el lector se verá en la posibilidad de encadenar en una relación de causa y efecto con posibles interioridades de alcoba. El autor echa mano, además, del ingrediente de los rumores y las especulaciones lo que convierte a esa parte del libro más en un atado de chismes que en un listado de certezas.

Después de hablar sobre las concesiones de Jaime Ortega al Gobierno cubano se dice: "el régimen conocía perfectamente las relaciones, los encuentros, los viajes, la vida privada y las costumbres de Jaime Ortega, fueran las que fueran. Dado su nivel jerárquico y sus frecuentes conexiones con el Vaticano, está claro que el cardenal era vigilado las 24 horas del día por la policía política cubana".

La idea parece una verdad como una montaña, en un país con una extensa red de confidentes y una sofisticada policía política formada en los métodos de la Stasi alemana

La idea parece una verdad como una montaña, en un país con una extensa red de confidentes y una sofisticada policía política formada en los métodos de la Stasi alemana (Ministerio para la Seguridad del Estado) y afinada con décadas de experiencia, recopilación de información y compra de lealtades.

A la distancia de un punto y seguido y sin llegar a hacer una afirmación concluyente, Martel añade: "Una de las especialidades de esta policía es precisamente comprometer a personalidades destacadas filmándolas en sus aventuras sexuales, en su domicilio o en hoteles". A buen entendedor con pocas palabras bastarían, pero una investigación periodística necesita más que insinuaciones.

Para calzar su tesis, el autor cita generosamente el testimonio en la televisión de Miami de un excoronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas, Roberto Ortega, quien "dio a entender que el arzobispo Jaime Ortega llevaría una doble vida: habría tenido relaciones íntimas con un agente del servicio secreto cubano".

Frédéric Martel se excede en fundamentar sus medias afirmaciones en "se dice", "algunas fuentes afirman", o "parece que". Demasiadas voces que optan por el anonimato, ausencia absoluta de testimonios de las víctimas y desde luego, ninguna documentación probatoria.

Los escándalos que han sacudido a la iglesia católica en todo el mundo han sido destapados en su mayoría por los propios afectados y por la voluntaria desclasificación de algunos expedientes. Sería un auténtico milagro que la Iglesia cubana no contara con casos similares en sus 500 años de presencia en la Isla, pero evidentemente estos no han llegado a las manos del autor francés.

Que este libro impulse a hablar a las posibles víctimas podría ser su logro mayor por estos lares donde el secretismo se ha vuelto parte inseparable de la vida en demasiados órdenes

En lugar de revelaciones, el acápite dedicado a Cuba puede parecer ante el ojo del lector local como un repertorio de chismes, una secuencia de medias verdades o de historias dichas de balcón a balcón. Como no llega a convencer ni de la vida disoluta y la violación del voto de castidad de los sacerdotes, termina por hacerlos parecer como víctimas de las intrigas y las matrices de opinión salidas de los propios laboratorios de la Seguridad del Estado.

Es una pena, porque el tema promete y mucho. Al menos que sirva la salida a la luz de Sodoma como motivo para abrir un debate público al respecto. Le corresponderá entonces a los investigadores sociales y periodistas cubanos llevar sus preguntas hasta los templos y a las autoridades eclesiásticas asumir la responsabilidad de desmentir lo falso y revelar lo verdadero.

Que este libro impulse a hablar a las posibles víctimas podría ser su logro mayor por estos lares donde el secretismo se ha vuelto parte inseparable de la vida en demasiados órdenes: el Estado, la Iglesia y la familia.

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