Los cines que el viento se llevó

El cine Reina es uno de los tantos que en la capital ha sido destinado a “otros fines sociales”. (Silvia Corbelle)
El cine Reina es uno de los tantos que en la capital ha sido destinado a “otros fines sociales”. (Silvia Corbelle)
Rosa López

18 de mayo 2015 - 15:44

La Habana/Los cinéfilos habaneros llegaron a contar con un centenar de salas a mediados del siglo pasado. En estos momentos, si se le diera crédito a las entradas que aparecen bajo la palabra "cine" en la guía telefónica, la oferta se ha reducido a la mitad. Sin embargo, si se visitan uno a uno se puede comprobar que, de tan menguada cantidad, al menos 10 están cerrados, solo 13 ofrecen funciones y el resto ha pasado a cumplir "diversos objetivos sociales".

En medio de esta debacle, muchos de los cines ubicados en la calle 23 han logrado permanecer abiertos, pues están regidos por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC), una entidad con mayores recursos y capacidad de gestión que el empobrecido Centro Provincial del Cine. Sin embargo, otros municipios de la ciudad han perdido irremediablemente la sala oscura donde los vecinos iban a disfrutar del séptimo arte.

El cierre de decenas de cines se debe a problemas en la infraestructura y al deterioro de las instalaciones que acabaron con emblemáticas salas como el Rex y el Dúplex, localizados en el populoso bulevar del municipio de Centro Habana. Hasta los que han sido recientemente habilitados atraviesan por malos momentos, como el Cine Infanta, que después de una restauración capital aún tiene problemas de goteras cuando llueve.

El Estado no tiene recursos para administrar salas de cine pero tampoco permite que lo haga el sector privado

Contribuyeron a la clausura de muchas salas la falta de mantenimiento, los sistemas de climatización obsoletos, la pérdida gradual de las butacas, el deterioro de las alfombras y, en varios casos, los daños irreversibles a los proyectores.

En Cuba hace muchos años que no hay un solo cine que sea rentable, pues el precio subvencionado que se paga por la entrada, dos pesos moneda nacional, no cubre los gastos de salario, electricidad y mantenimiento que demanda cada local. Eso ha provocado la reconversión de varios de estos espacios en galerías, teatros de ensayo para compañías de baile, viviendas o almacenes para la venta de muebles, como es el caso del céntrico cine Bayamo.

Fuera de Cuba, la llegada de las nuevas tecnologías ha disminuido la asistencia a los cines. Muchas de las salas han cerrado porque ahora se disfruta las películas en la comodidad del hogar gracias a los soportes digitales, las descargas de Internet o al streaming en servicios como Netflix.

Sin embargo, aquí, duraron apenas unos meses los cines privados, que también proyectaban filmes en 3D, cobraban entre 10 pesos moneda nacional y un peso convertible, en función del tamaño de la pantalla, de la fecha de estreno de la película o de la capacidad de la sala. El negocio parecía floreciente hasta que, en diciembre de 2013, una draconiana medida administrativa ordenó su cierre inmediato.

El Estado no tiene recursos para administrar salas de cine pero tampoco permite que lo haga el sector privado. ¡Cuán lejos queda la época dorada del cine en La Habana, que empezó en 1906 con la apertura de la sala Actualidades, ubicada en las calles Neptuno y Ánimas! La magia de Lumière ha abandonado esta ciudad.

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