La efervescente 'Carmen la Cubana' de Bizet toma ritmo de chachachá en París

El musical, interpretado por actores cubanos, se estrena este viernes en el Teatro del Châtelet

Publicidad en el metro de París del musical 'Carmen la cubana'. (Facebook)
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María Luisa Gaspar

08 de abril 2016 - 11:46

París/(EFE).- La efervescencia de Cuba, su cultura y su historia, dan vida al musical Carmen la Cubana, que este viernes, inspirado en la célebre ópera de Bizet, tiene su estreno absoluto en el Teatro del Châtelet de París.

A ritmo de mambo, salsa y chachachá, esta nueva Carmen habla español y se revela tan dionisíaca y amante de su libertad como en la novela de Mérimée que inspiró al compositor francés en 1875.

La acción transcurre a mediados del siglo XX, entre el campo isleño y la ciudad de La Habana, y la heroína no es gitana, sino hija de un soldado yanqui y de una prostituta local.

La acción transcurre a mediados del siglo XX, entre el campo isleño y la ciudad de La Habana, y la heroína no es gitana, sino hija de un soldado yanqui y de una prostituta local

Su intérprete es la conocida cantante Luna Manzanares Nardo, voz de una quincena de discos y de la banda musical de siete filmes.

Como la incandescente protagonista de Bizet -que desde 1883 triunfa en la lírica sin que este llegase a saber su enorme éxito- la nueva Carmen trabaja en una fábrica de cigarros, pero su sede no está en Sevilla, sino en el campo de Guantánamo.

Eso sí, al otro lado de la plaza, monta guardia un ejército cuyos reclutas y oficiales sueñan todos con una misma y única mujer.

Quince bailarines coreografiados por Roclan González Chavez, diez coristas y trece músicos dirigidos por Manny Schvartzman comparten sobre el escenario un clima político tenso, todavía en tiempos del dictador Batista, seguido luego de la Revolución castrista.

El decorado retoma la típica arquitectura del siglo XVIII de desgastado esplendor colonial, tan característica de La Habana actual, así como un vestuario y unos ritmos muy cubanos.

Siempre impecable y dulce, Micaela, la novia del soldado José, quien no podrá dejar de asesinar a Carmen para no perderla, se llama Marilù.

Borda su papel la soprano portuguesa Raquel Camarinha, uno de los pocos artistas no caribeños del equipo de intérpretes.

El otro es Joel Prieto, tenor español convertido en José tras haber actuado en grandes óperas del mundo como las de Washington, Chile y Roma, el Real de Madrid o la Staatsoper de Berlín.

Escamillo, el torero andaluz del XIX, dejó su puesto a un no menos triunfante boxeador, El Niño, rendido igualmente a los pies de la Carmen fatal, aunque no en la taberna de Lillas Pastia, sino en el café de Lilo y en el cabaré Le Chat Noir.

Lucha con él en el ring el cantante Joaquín García Mejas, nacido en La Habana en una familia de músicos y solista habitual de grandes grupos como Pupy y los Que Son, Son.

Alex Lacamoire y Edgar Vero dieron aires de chachachá a la celebérrima habanera L'amour est un oiseau rebelle, El Arreglito de Sebastián Iradier, que Bizet creía anónimo. Pusieron en forma de mambo, danzón o de merengue otros fragmentos y el vals "Ma mère, je la vois" con un tempo 4/4.

Buen conocedor de los secretos de Broadway, el británico Christopher Renshaw ideó, concibió, puso en escena y coescribió el libreto de la pieza, con un ojo puesto en la Carmen Jones afroamericana, que Oscar Hammerstein adaptó en 1943 para el famoso circuito neoyorquino de teatros.

El espectáculo, del que París ofrece 26 representaciones hasta el próximo 30 de abril, nace con vocación de recorrer el mundo

Además del prometedor inicio de la era castrista cuando sus protagonistas viajan a La Habana, inventó el personaje de La Señora, misteriosa santera interpretada por Albita, celebridad cubana exiliada en EE. UU. desde hace más de dos décadas.

El espectáculo, del que París ofrece 26 representaciones hasta el próximo 30 de abril, nace con vocación de recorrer el mundo, según comenta a Efe el director del Châtelet, Jean-Luc Choplin, su productor principal, en colaboración con la empresa alemana BB Promotion.

"Suficientemente loco como para embarcarse en la aventura", Choplin vislumbró muy pronto el resultado "popular y sofisticado a la vez" que podía surgir al "tomar una ópera seria como 'Carmen' y hacer otra cosa, con otra cultura". Pero no imaginó "el perfecto momento" de su estreno, "con Cuba tan de moda".

Vio también, como rezuma Carmen la Cubana, que tras medio siglo preservada de toda influencia y "sin globalizar demasiado aún, la cultura que sale de Cuba es muy auténtica y tiene un color, un ritmo y un calor absolutamente únicos".

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