Muere a los 89 años Robert Redford, estrella de Hollywood y gran promotor del cine independiente
Obituario
El actor y director nunca ocultó su simpatía por Cuba y fue objeto de una investigación por parte del Departamento de Estado luego de un viaje en el que conoció a Fidel Castro
Madrid/La Habana/Pocas películas protagonizadas por Robert Redford dan la medida del extraordinario actor que era, hasta en los mínimos detalles, que Todos los hombres del presidente (1976), película que instigó, que escribió y que produjo, a partir del libro de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el caso Watergate, que ellos revelaron y que obligó a dimitir –por primera y única vez en la historia– a un presidente de Estados Unidos, el republicano Richard Nixon. Para entonces ya era claro que el artista, que murió a los 89 años la madrugada de este martes, mientras dormía, en su casa de Sundance (Utah), era más que uno de los rostros más bellos de Hollywood.
La ciudad en la que vivía, así como su personaje en Dos hombres y un destino, dio nombre al prestigioso festival de cine independiente que él fundó en 1978, que se celebra a finales de enero y del que se retiró en 2018. El Redford director, sin embargo, que se estrenó con Gente corriente (Ordinary People) en 1980, no fue tan prolífico ni brillante como el Redford actor.
“Durante la mayor parte de mi vida he intentado no encasillarme. Hubo un tiempo en el que realmente tuve una época dura cuando empecé a actuar en películas y, de repente, todo giraba en torno a mi apariencia. Me convertí en actor porque me sentí atraído por el oficio en el teatro de Nueva York, así que no estaba preparado para entrar en el cine y, de repente, ser juzgado por mi físico”, dijo a los medios en 2016 el propio Redford, sugiriendo lo que le pesaba la etiqueta de guapo, que le acompañaría toda su vida.
Ni ese último filme –una historia de amor en mitad de una idealizada Revolución cubana– se rodó en Cuba ni en Cuba se conocieron las más célebres de sus películas hasta años después de estrenarse
Sus ojos azules, su pelo rubio y su sonrisa lo hacían rivalizar con Paul Newman –otro que fue mucho más que una cara hermosa–, con el que formó una pareja mítica en el cine pese a que solo protagonizaron dos películas juntos: la mencionada Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) y El golpe (The Sting, 1973).
La primera de ellas fue uno de los títulos que lo hizo entrar de lleno en el Olimpo de las estrellas, luego de títulos como The Chase (La jauría humana, 1966) –con otro gigante de la actuación, Marlon Brando, y con Jane Fonda– o Barefoot in the Park (Descalzos por el parque, 1967) –de nuevo junto a Fonda–, y varios años antes de todo ello dedicados a la televisión y al teatro.
Con esa actriz formó otra fecunda pareja cinematográfica a lo largo de varias películas, al igual que con Sydney Pollack, que lo dirigió en siete: This Property is Condemned (Propiedad condenada, 1969), Jeremiah Johnson (1972), The Way We Were (Tal como éramos, 1973), Three Days of the Condor (Los tres días del cóndor, 1975), The Electric Horseman (El jinete eléctrico, 1979), Out of Africa (África mía, 1985) y Habana (1990).
Ni ese último filme –una historia de amor en mitad de una idealizada Revolución cubana– se rodó en Cuba ni en Cuba se conocieron las más célebres de sus películas hasta años después de estrenarse, paradójicamente. Los sesenta y setenta fueron la época del predominio de cintas soviéticas en las salas de cine de la Isla en detrimento de las producciones estadounidenses.
No obstante, Robert Redford nunca ocultó su simpatía por Cuba, país que visitó por primera vez en 1988. Entonces, fue invitado por Gabriel García Márquez a la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, cuna de varios cineastas que luego llegarían a competir en Sundance, como Miguel Coyula o José Luis Aparicio. Aquel viaje, en el que conoció a Fidel Castro, sería incluso objeto de una investigación por parte del Departamento del Tesoro.
Volvería a encontrarse con el viejo dictador en 2004, cuando se estrenó en La Habana Diarios de motocicleta, la película sobre la juventud de Ernesto Guevara que Redford produjo.
Esas veleidades no pesan tanto, en la hora de su muerte, como la importancia que tuvo como actor. Redford, al igual que en su momento Alain Delon, fue admirado por contrastar con el perfil de miliciano, testosterónico y sin matices que promovían muchos audiovisuales oficiales. Sus cintas, además, abrieron un horizonte nuevo en todos los sentidos. África mía, por ejemplo, basada en las memorias de la escritora danesa Karen Blixen, sirvió para asomarse, aunque fuera mediante una historia de amor, a un continente que hasta entonces era someramente conocido en términos propagandísticos, a través de la guerra de Angola, a la que Fidel Castro mandó 50.000 cubanos.
El artista, nacido en Santa Mónica, California, en 1936, se ha ido pocos meses antes de que el Festival de Sundance le dedicara un homenaje para reconocer, en palabras de la organización, “el inmenso impacto” y “su inquebrantable compromiso con el fomento y desarrollo de narradores independientes y sus historias”.