Los Miuras de Camagüey, víctimas del desprecio de las autoridades deportivas cubanas
Fútbol
Agotados por un viaje en pésimas condiciones, el equipo agramontino de fútbol perdió 2-1 en Morón ante los avileños
Madrid/El deporte de los Messi, Cristiano Ronaldo o Neymar, niños prodigio de origen humilde convertidos en millonarios antes de la mayoría de edad, es un universo paralelo en Cuba, donde los jugadores, no de segunda división, sino de la máxima categoría, viven situaciones tan delirantes como la ocurrida el pasado fin de semana en Morón, Ciego de Ávila.
En un relato surrealista, el periodista Luis Adrián Viamontes Hernández firma en el diario oficial de Camagüey, Adelante, una nota que pone de manifiesto el desastre en que se convirtió el viaje de los Miuras para su enfrentamiento con los avileños. El partido era crucial, ya que ambas escuadras estaban empatadas y se jugaban puntos muy valiosos de cara a la clasificación para el Torneo Clausura.
Las cosas ya comenzaron mal, al llegar la guagua con cuatro horas de retraso sobre lo previsto. En vez de salir a las 7 de la mañana, el viaje comenzó pasadas las 11, “borrando de un plumazo las horas vitales de descanso y preparación”, destaca la nota. La demora no es extraña, explica el autor, quien asegura que “jamás” ha habido puntualidad en la Empresa de Transporte Escolar, que es, asombrosamente, quien realiza los traslados de un equipo de la mayor categoría del fútbol nacional.
En vez de salir a las 7 de la mañana, el viaje comenzó pasadas las 11, “borrando de un plumazo las horas vitales de descanso y preparación”, destaca la nota
Entre el origen y el destino, hay 145 kilómetros de distancia, que en la Isla –por ese tramo– suponen más de tres horas de viaje. Cuando llegaron, tampoco hubo tiempo para descansar, ya que el partido comenzaba apenas a las 4:30 pm. Las poco más de dos horas que hubo entre la llegada a las 2 y el inicio del encuentro se fueron entre el “almuerzo apresurado” y la última reunión con el entrenador para analizar la estrategia.
No es difícil entender que las circunstancias contribuyeran a una trágica derrota, por dos goles a uno, que dejaron a los avileños con 17 puntos, frente a los 14 de los camagüeyanos. El líder del grupo, Las Tunas, queda aún más lejos, con 20 puntos. Pero esto solo fue, continúa el texto, “el preludio de la tragedia, pues lo peor, lo más humillante, estaba por venir”.
La guagua que trajo al equipo, aunque tarde y mal, ya no estaba para llevarlo de vuelta a casa. Una rotura, afirmó el chofer, lo obligó a regresar a la ciudad. Una explicación “rocambolesca”, que no justificaba marcharse sin el pasaje.
“¡Así, sin más! Un equipo de primera categoría abandonado a su suerte en medio de la geografía cubana. Nadie daba crédito de la situación”, clama el artículo, en el que se agradece a la Academia de Deportes de Morón que se ofreciera amablemente a brindar alojamiento para jugadores, técnicos y acompañantes.
Sin embargo, las más de 40 personas que formaban el pasaje eligieron pagar de su propio bolsillo un transporte privado a casa, convencidos de que pasar la noche en Morón solo supondría posponer un problema al domingo. “Atletas de alto rendimiento apretujados como sardinas en lata en la parte trasera de aquel vehículo, adaptada para trasladar cerca de veinte personas sentadas”, lamenta, poniendo la lupa ya no solo en la incomodidad, sino en la evidente falta de seguridad que conllevaba.
La ruta, además, no era la más sencilla. “El camión siguió la ruta norte, con escalas en Bolivia, Esmeralda y Sierra de Cubitas, prolongando la agonía. Llegaron a Camagüey cerca de la medianoche, con la amargura de la derrota, el cansancio extremo y la vergüenza tatuada en el alma”, prosigue escandalizado.
"Llegaron a Camagüey cerca de la medianoche, con la amargura de la derrota, el cansancio extremo y la vergüenza tatuada en el alma”
El periodista señala con toda claridad a quienes considera responsables de la surrealista jornada: la Asociación de Fútbol de Cuba, la Empresa de Transporte, la Dirección Provincial de Deportes. A todos ellos y cualquier otro implicado les pide que asuman las consecuencias.
“Este no es solo un revés deportivo, es un reflejo de la falta de compromiso, la indolencia y la desidia que a menudo lastran el deporte cubano. Urgen medidas drásticas para evitar que este tipo de situaciones se repitan. Nuestros atletas merecen respeto, apoyo y condiciones dignas para desarrollar su talento”, continúa el autor, que se pregunta con qué motivación pueden los atletas ir a su siguiente cita, en Sancti Spíritus.
El episodio, que en definitiva no es más que el que deben pasar la mayoría de los cubanos cuando desean moverse de una provincia a otra, pone de manifiesto la falta de respeto de las autoridades hacia los deportistas de alto rendimiento, lo que explica las masivas fugas de atletas de la Isla.
Como resume la nota: “La odisea a Morón no solo fue una derrota deportiva, fue un viaje al abandono”.