"Hay una censura estructural que solo se puede burlar con dignidad desde lo micropolítico"

Martha Luisa Hernández, reciente ganadora del Premio Franz Kafka de Novela, cuenta cómo es ser una joven artista en la Cuba actual

Martha Luisa Hernández ganó el premio Kafka con 'La puta y el hurón'.
Martha Luisa Hernández ganó el premio Kafka con 'La puta y el hurón'.
Luz Escobar

01 de agosto 2020 - 11:44

La Habana/Martha Luisa Hernández, alias 'Martica Minipunto', nació en 1991, el año en que colapsó la Unión Soviética y que comenzó lo que se dio a conocer como "período especial en tiempos de paz".

Performer, teatróloga, poeta e improvisadora, sus obras están impregnadas por las vivencias de su día a día. Con motivo del Premio Franz Kafka de Novela, que acaba de ganar con La puta y el hurón, conversa con 14ymedio sobre su trabajo y el hecho de ser una joven artista en la Cuba de hoy.

Pregunta. ¿Qué sintió al saber que era la ganadora del Premio Franz Kafka?

Respuesta. La noticia me desconcertó. Trabajé la novela durante años y justo en enero tuve el tiempo privilegiado de hacer una residencia de escritura en España que me sirvió para conceptualizar lo que estaba en un estado muy anecdótico aún. La protagonista de la novela tenía una voz muy parecida a la mía y realmente me costó trabajo deslindar esa experiencia autobiográfica. Acabé muy feliz y sobre todo frágil, sorprendida, confundida.

Me parece que es un premio que prestigia el trabajo y traté de celebrar los días posteriores a la noticia. Sin embargo, no vivo en la certeza. Creo que el premio significa que tengo que trabajar más

Me parece que es un premio que prestigia el trabajo y traté de celebrar los días posteriores a la noticia. Sin embargo, no vivo en la certeza. Creo que el premio significa que tengo que trabajar más; funciona como un impulso para investigar, radicalizar algunas ideas.

P. Ganó el Premio David de poesía en 2017, eso bastaba para llamar la atención del mundo editorial cubano. ¿Qué pasa con las editoriales del país que dejan pasar un libro como La puta y el hurón?

R. La puta y el hurón fue un proceso de mucha libertad, de un género complejo, (un género ante el que podría sentirme mucho más "Minipunto" de lo que habitualmente me siento), pero todo ese pánico nunca produjo parálisis. Esta novela me enfermó y excitó, ayudó a que mi relación con la escritura madurara.

Nunca probé esta novela en una editorial cubana ni en ningún concurso narrativo cubano, así que no sé cuál habría sido la suerte de La puta y el hurón, no me quiero ni imaginar la portada. No quiero premeditar una censura, me parece maquiavélico y engreído. Yo quiero verla editada, tocar esas palabras en papel.

A veces el censor opera mucho desde lo temático y no desde una mirada más conceptual. Hay obras que pasan la censura y uno se pregunta cómo es posible y otras que son deslegitimadas, desaparecidas.

P. Dentro del universo de la creación comparte poemas, novelas, teatro, performance. ¿Cómo canaliza todas esas expresiones de apariencias tan distintas?

R. La mirada disciplinar es una mirada afectada por lo académico. En mi caso tengo que ir un poco más atrás, a mi infancia. Siempre me sentí en un espacio de mucha libertad creativa. Obvio que no me cuestionaba desde dónde dibujaba o escribía. Jugaba con las palabras, con el espacio, con las lozas, las hormigas, la baranda del balcón. Cuando encontré el teatro, sentí que ahí tenía como un espacio de experimentación que me permitía jugar con mi cuerpo y que todo debía ser imaginado.

Cuando empecé a estudiar Teatrología o, incluso, cuando estudiaba en el preuniversitario, sentía la presión de definirme. Teatrología es una carrera con énfasis en la crítica, y tu espacio más creativo se pone siempre en tela de juicio.

P. Ha dicho que la poesía es su primera lengua, ¿es así todavía?

R. Cuando hablaba de la poesía como primera lengua hablaba del concepto de poiesis, muy discutido en primer año en las clases de Historia del Teatro leyendo a Aristóteles. Es verdad que Aristóteles no viene al caso, pero a mí me removió mucho esa idea del lenguaje poético y hay mucho ahí que ha marcado la poesía en mi vida.

La poesía no la podemos ver únicamente ligada a lo literario (perdón por la verdad de Perogrullo), mi idea es la de la poesía fugada, desde lo oral, lo onírico y lo ritual. Es mi primera lengua, la lengua también del dolor, la lengua por la que está atravesada la enfermedad, la pérdida. La poesía me ha permitido despojarme de unos cuantos velos. Es mi primera y única lengua, me ayuda a lidiar con todo.

Cuando hablo de poesía me gusta hablar del tiempo. Mi último poemario publicado en Cuba, bajo el cuidado de Colección Sur, fue Los vegueros. Son poemas conectados con mi experiencia durante el paso del tornado por La Habana. Cohabitan en esas páginas el primer cementerio de La Habana, el poemario de Eliseo Diego, mis caminatas por los municipios afectados y el registro de las personas que visitaba con donaciones, sus nombres, sus casas.

P. ¿Cómo y por qué nace ediciones sinsentido?

R. Ediciones sinsentido es un proyecto editorial independiente que iniciamos en el 2015 Rogelio Orizondo y yo, con la ayuda de Arístides Hernández (Ares) y surgió de manera muy azarosa. Queríamos hacer un evento con Nara Mansur Cao que venía a Cuba y decidimos publicar Chesterfield sofá capitoné.

No tenemos ninguna idea de autosostenibilidad, casi siempre los libros que conforman la línea editorial más fuerte que es la de cien libros fechados, firmados y numerados por el autor, que son libros cosidos a mano. Se han podido imprimir porque han estado enmarcados en gestos como conferencias, performances, obras de teatro, festivales de teatro, es decir, he tenido que ubicar al libro en un marco.

Actualmente en el canal de Telegram, debido a la cuarentena, fundamos un espacio de escucha, que responde a la idea de la editorial de publicar voces en resistencia

Ediciones sinsentido es además una organización sin fines de lucro. Actualmente en el canal de Telegram, debido a la cuarentena, fundamos un espacio de escucha, que responde a la idea de la editorial de publicar voces en resistencia, experimentaciones con el lenguaje, textos inclasificables y, sobre todo, que fueron censurados o mal vistos. Telegram no viene a suplir o a fagocitar un espacio de trabajo editorial que existe, en esa aplicación todo está vivo, no hay una voz, no hay liderazgo, es una comunidad abierta.

P. ¿Cómo explota para sus obras las posibilidades que brindan las redes sociales y las nuevas tecnologías? ¿Qué papel cree que juegan para un creador joven en la Cuba de hoy?

R. Para un joven ahora en Cuba, las redes no solo son un aparte para mostrar su obra creativa, son el ágora política. Sucede que esta segunda condición es la que más me interesa.

Las redes sociales son un espacio de visibilidad, exhibicionista, hedonista, no tengo ningún problema con eso, publico mucho, pero en realidad a veces me cuesta esa relación frívola, inmediata, con procesos que para mí son más dolorosos.

P. ¿Cómo ha vivido el fenómeno de la censura en su vida?

He visto la censura sistémica que viene desde una institución y del Estado y creo que las redes sociales han sido espacios de solidaridad y denuncia. Me parece interesante lo que sucedió con la Muestra Joven de Cine este año: muchos otros artistas quitaron sus obras del evento en solidaridad y en respuesta a la retirada del documental Sueños al pairo, sobre lo padecido por Mike Porcel en Cuba. Ese tipo de acción colectiva me interesa mucho y habla de un cambio en la manera en la que se responde desde una fuerza colectiva, la implicación de lo común y la ética.

He visto la censura sistémica que viene desde una institución y del Estado y creo que las redes sociales han sido espacios de solidaridad y denuncia

Hay una censura estructural, que toma cuerpo en muchos espacios y que creo que solo se puede burlar con dignidad desde lo micropolítico. Para mi generación, la relación con la censura es un poco distinta porque también hay espacios independientes y alternativos, con diálogos muy horizontales.

Respeto el espacio de activistas, de periodistas, respeto mucho esos lugares de lucha y yo soy empática y creo en la interseccionalidad y el feminismo me ha permitido mirar este tiempo de mucha violencia y machismo heteropatriarcal, racista.

Es muy fuerte que haya visto Elena (1964), de Fernando Villaverde, y El final (1964), de Fausto Canel, en 2020. Una puede sentir toda esa repulsión por una intelectualidad que nunca se ha posicionado ante la censura y también puede sentir el miedo de Virgilio Piñera tantos años después. Qué tristeza todo esto.

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