“Tenemos una enorme vocación para cometer los mismos errores”

Marifeli Pérez-Stable durante la entrevista en México. (Reinaldo Escobar/14ymedio)
Marifeli Pérez-Stable durante la entrevista en México. (Reinaldo Escobar/14ymedio)
Reinaldo Escobar

06 de enero 2015 - 07:30

Ciudad de México/La añoranza y el amor por Cuba han sido una constante en su vida. Profesora de sociología, estudiosa de la historia cubana e impulsora de iniciativas para acercar “las dos orillas”, Marifeli Pérez-Stable es una mujer que levanta pasiones y cuya prosa tiene la capacidad de hacernos reflexionar. Abrazó décadas atrás la idea de la revolución cubana, pero también conoció de su fracaso y de la desilusión que provocó en tantos. Hoy, es una persona con dos culturas y dos patrias.

La primera parte de esta conversación que presentamos a los lectores de 14ymedio, transcurrió en México D.F con un café por delante y la segunda fue vía correo electrónico después del anuncio del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el pasado 17 de diciembre.

Pregunta. Usted ha definido a su generación como la que enterró a sus abuelos y a sus padres fuera de la Isla ¿Y al exilio más reciente, cómo lo ve?

Respuesta. Conozco mejor a los que son relativamente jóvenes. Ellos tienen la suerte de que no hicieron la ruptura a la que nos vimos obligados nosotros. Pueden ir a ver a sus familiares, les mandan dinero para ayudarlos, poseen una identidad propia. Me encanta tenerlos en el aula donde imparto clases. Muchos tienen al menos a uno de sus padres en Cuba. Ahora, en medio de la anormalidad, hay una normalidad que nosotros no tuvimos. Así que me voy a morir con cierto vacío interno que ya no podré llenar, pase lo que pase, porque no me pude desarrollar como persona ni como profesional en Cuba.

P. ¿Cómo fue llegar a un país desconocido y empezar desde cero?

R. Cuando salimos de la Isla mi madre sufrió un fuerte desarraigo y una gran depresión. No solo por la pérdida de Cuba, sino también por la pérdida de su estatus social. Su desaliento era contagioso y yo tenía once años, así que era una niña que solo sabía jugar y estudiar. Cuando empecé en la universidad apenas tenía claro lo que quería ser. Luego hice un master en Ciencias Políticas y, aunque sabía que iba a estudiar temas relacionados con Cuba, lo cierto es que no conocía mucho sobre mi propio país.

"No soy agente de nadie, ni de la CIA, ni del FBI, ni de la Seguridad del Estado"

P. Usted ha pasado por la experiencia de recibir acusaciones desde ambos extremos del abanico de posiciones políticas ¿Cómo tramita esos ataques?

R. La principal evolución es que ya no hago caso a esos ataques, ni de un lado ni del otro. No soy agente de nadie, ni de la CIA, ni del FBI, ni de la Seguridad del Estado. Durante poco menos de veinte años simpaticé con ese proceso conocido como la “Revolución Cubana", pero ya llevo muchos más años oponiéndome a ese fenómeno. Cuando en 2008 un programa de la televisión de Miami invitó a un ex coronel del ejército norteamericano que hizo graves acusaciones contra mí y contra otras personas, como si fuéramos espías del Gobierno cubano, eso sí me sacudió. Respondí en una columna diciendo que el espionaje era la antítesis de lo que yo era. Pero ya no reacciono ante esos ataques.

P. Ha publicado varios libros, entre ellos La revolución cubana: Orígenes, desarrollo y legado y Los Estados Unidos y Cuba: Íntimos Enemigos ¿Qué otras temas de la historia nacional ha abordado en sus estudios?

R. He reconsiderado con especial atención dos aspectos de nuestro pasado. Uno de ellos se refiere a los reconcentrados durante la Guerra de 1895 en la época del general Valeriano Weyler; el otro es el de los autonomistas. En relación a la guerra hay que observar que Cuba tenía entonces un millón y medio de habitantes, pero hubo 178 mil muertos, fundamentalmente entre campesinos y civiles que deambulaban por las ciudades sin ninguna oportunidad de encontrar alimentos.

No me gusta hacer este tipo de comparaciones, pero en la Guerra Civil de Estados Unidos, murieron alrededor de 625 mil soldados y 50 mil civiles, especialmente en el Sur. Eso significó para ese país en aquella época un 2,5 % de la población, mientras que en nuestra guerra la cifra se eleva a un 10%, de los cuales la inmensa mayoría eran civiles. Si se compara la repercusión que todavía tiene en Estados Unidos aquella guerra de secesión, con la que tuvo la Guerra de Independencia en Cuba, hay que concluir que tenemos una enorme vocación para el olvido. Que significa de alguna manera que tenemos una enorme vocación para cometer los mismos errores.

"En la Guerra Civil de Estados Unidos murió un 2,5% de la población. En nuestra guerra de Independencia, el 10%"

P. ¿Y los autonomistas?

R. Martí decía que eran el partido de la equivocación permanente, pero se puede ver con claridad que no fueron rechazados en la República. Pensaron a Cuba democráticamente y, dado el desastre actual, no se puede decir que ellos fueron más desastrosos.

P. El término “dialoguero” se utiliza contra el que sostiene que se puede conversar con las autoridades cubanas ¿Considera que todavía puede ocurrir un diálogo entre la oposición y el gobierno?

R. Eso lo tienen que definir los cubanos que viven en la Isla. Tal y como están las cosas hoy en Cuba, no están dadas las condiciones, porque el Gobierno es el que se niega a dialogar. Pienso mucho en las transiciones en Europa del Este y en América Latina, pero todavía está por ver si realmente después del año 2018 Raúl Castro abandonará el poder como ha prometido. También hay que tener en cuenta la ira que tiene por dentro tanta gente en Cuba. Eso puede desatar situaciones muy desagradables y, como muchos otros, no quiero que eso pase.

"¿Tendrá el Gobierno la capacidad de ponerse las pilas y desarrollar otros medios para tratar con la oposición?"

P. Sobre la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. ¿Piensa usted que más que concluir una etapa, comienza otra?

R. El anuncio hecho el 17 de diciembre le añade una nueva dimensión a las relaciones entre Washington y La Habana. No hay conclusión de lo viejo, ni comienzo de algo nuevo, si por ello entendemos ruptura. Aunque lo de Obama fue extraordinario, no olvidemos que en los años setenta Ford y Carter se encaminaron en la misma dirección. En los noventa, Clinton también intentó mejorar las relaciones pero su esfuerzo tampoco llegó a buen puerto. El anuncio de Obama fue sabio al anunciar la normalización de relaciones de sopetón. Se habla incluso de un viaje de John Kerry a Cuba antes de la Cumbre de Panamá. En la Cumbre, los gobernantes de América Latina y del Caribe aplaudirán a Obama y a Raúl Castro. ¡Por fin Estados Unidos apartó del camino la piedra de la vieja política, para sus relaciones con los países latinoamericanos!

Si bien Raúl Castro afirmó ante la Asamblea Nacional que Cuba había ganado la guerra, habría que preguntarse las condiciones de ese triunfo. La economía no acaba de despegar pese a las reformas y la vida cotidiana para los cubanos de a pie sigue siendo un suplicio. Dos semanas después del cambio, La Habana impidió la performance impulsada por Tania Bruguera en favor de la libertad de expresión. Unos 70 opositores fueron arrestados. La oposición no se va a quedarse cruzada de brazos. ¿Tendrá el Gobierno la capacidad de ponerse las pilas y desarrollar otros medios para tratar con la oposición? Sobre todo, nuestra gente en la Isla está agotada por la desesperanza y la desconfianza. Veremos si los de arriba siguen empantanados en lo mismo o se atreven a buscar nuevos rumbos.

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