"En Cuba, la generación de nuestros padres se derrumba"

El Ministerio de Cultura usa el aparato represivo para amenazar a las familias, denuncia la artista Celia González

Las artistas Solveig Font, a la izquierda, y Celia González, a la derecha. (Avecez Art Space)
Las artistas Solveig Font, a la izquierda, y Celia González, a la derecha. (14ymedio)
Luz Escobar

30 de enero 2021 - 15:23

La Habana/Celia González (La Habana, 1985) ha llegado de México para unir Nicaragua y Cuba en una exposición que plasma las similitudes políticas de ambas naciones. Artista que gusta de la provocación, la investigación y los datos, se graduó del Instituto Superior de Arte en 2009 pero desde mucho antes ya sus obras estaban dando de qué hablar.

La joven coordina la muestra No somos memoria, [exhibida recientemente en la galería Avecez Art Space a cargo de la curadora Solveig Font] de un grupo de artistas nicaragüenses que desarrollaron su obra a partir de los sucesos ocurridos en 2018, cuando las protestas contra el Gobierno de Daniel Ortega terminaron con cientos de muertos en las calles. Encontrando puntos en común con la Isla, algunas de las piezas están inspiradas en la represión que vivió el Movimiento San Isidro (MSI) o en la protesta del pasado 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura.

Sobre este proyecto y su regreso a la Isla, habló Celia González con 14ymedio.

Pregunta. ¿Por qué Nicaragua?

Respuesta. Me empiezo a interesar por Nicaragua porque estoy en medio de una investigación sobre cómo un contexto político determina el arte contemporáneo, pensando en la escena cubana, pero quiero ponerlo en contexto regional. Primero pensé en abarcar toda Centroamérica, pero finalmente decidí centrarme en Nicaragua por las similitudes que encontré, por tener una revolución mítica en el Gobierno, autoritaria.

Primero pensé en abarcar toda Centroamérica, pero finalmente decidí centrarme en Nicaragua por las similitudes que encontré, por tener una revolución mítica en el Gobierno, autoritaria

P. ¿De qué manera inició usted este encuentro entre Cuba y Nicaragua desde México?

R. Empecé a entrar en contacto de manera virtual con los artistas nicaragüenses que me explicaron su obra y lo que está pasando en su país que tiene un contexto muy similar al cubano. Así, entendí que el arte que ellos están haciendo ha cambiado radicalmente desde 2018 por los sucesos de abril, que partieron el país. Sobre todo porque radicalizó mucho las posiciones de las personas, a favor y en contra.

Como consecuencia, ellos han dejado de exponer públicamente. Lo que han hecho ha sido fuera del país. Muchas de las obras que se están mostrando aquí no se han mostrado en Nicaragua.

P. ¿Qué percibe en estas obras en particular?

R. Las obras habría que explicarlas una por una porque responden a relaciones afectivas con el contexto nicaragüense. Me parece muy interesante que las manifestaciones de 2018 implicaron repensar el símbolo. Usaron las consignas del sandinismo contra el sandinismo, como el adoquín, la bandera, los árboles de la vida o la propaganda con Hugo Chávez en neones.

P. ¿Y cómo conecta eso con Cuba?

R. Lo que me parece interesante es que en Cuba, con el MSI y el 27N, se está haciendo una disputa simbólica con el poder desde el arte. Lo importante de traer esta exposición es que la gente que ha estado aquí movilizándose y luchando por sus derechos políticos y ciudadanos vea que justo al lado está pasando lo mismo y puedan saber qué tipo de respuesta están dando los artistas.

Lo que me parece interesante es que en Cuba, con el MSI y el 27N, se está haciendo una disputa simbólica con el poder desde el arte

Creo que es algo nuevo, porque hasta ahora la relación que tienen Cuba y Nicaragua es estatal, no hay una relación ciudadana y cívica entre los dos países. Me emociona que ellos allá dedicaron dos ediciones del fanzine Pánico pensando en el MSI y el 27N. Esa conexión les permite saber a ellos qué es lo que está pasando aquí y a nosotros lo que están viviendo ellos. Emocionalmente para mí ha significado un punto de apoyo, una alegría.

P. ¿En lo personal, cómo vivió esta experiencia?

R. Creo que una de las cosas de las que se alimentan las dictaduras y los totalitarismos es del aislamiento. En este sentido, conectar dos realidades puede ser muy gratificante y al mismo tiempo productivo para romper con esa supuesta singularidad nuestra en la que nos ha hecho creer el Estado. Nos ha hecho pensar que somos diferentes, mejores, únicos cuando en realidad tenemos igualmente feminicidios, pobreza, represión, desabastecimiento, hambre, inflación, neoliberalismo. La pérdida del contacto ha sido una movida estratégica, ha sido algo pensado.

Creo que la unión puede ser muy poderosa y ahora mismo tenemos una oportunidad que no existía antes, que es estar presente en las redes, y podemos crear cosas juntos sin estar presente físicamente.

P. ¿Qué piensa de lo que pasó la noche del 27N frente al Ministerio de Cultura, cree que la presencia de las personas en la calle manifestándose puede traer un cambio en el país?

R. Yo, que estaba en México, quería estar ahí, frente al Ministerio de Cultura. Ese mismo 27 de noviembre algunos estudiantes de mi universidad [la Iberoamericana, o Ibero, de la Ciudad de México] nos fuimos a hacer la primera manifestación frente a la Embajada de Cuba. Había personas de la Seguridad del Estado filmando desde dentro aunque nunca salieron. Muchos fueron a pesar de haber sido amenazados usando a sus familiares, temiendo por la familia, temiendo las consecuencias, por ejemplo que después no les dejaran entrar a Cuba.

Muchos fueron a pesar de haber sido amenazados usando a sus familiares, temiendo por la familia, temiendo las consecuencias, por ejemplo que después no les dejaran entrar a Cuba

Pusimos música de Willy Chirino, de Celia Cruz, de Maykel Castillo. Salimos con nuestros carteles, cantamos el himno, y ahí estuvimos un buen rato. Esa noche muy al tanto, muchos no dormimos, antes de eso estuve muy activa también, como quince días muy dedicada a recoger firmas de apoyo, hacer todo lo que pudiera.

P. ¿Desde México, cómo pudo colaborar con sus colegas cubanos?

R. Yo tengo una relación afectiva con lo que ocurrió, más allá de todo lo que significa, porque las personas implicadas eran mis amigos. Anamely está en mi posgrado de Antropología y logramos que la Ibero se pronunciara, algo que fue muy difícil.

La Ibero es una universidad privada jesuita de izquierda , pero en algún punto creyeron que era justo apoyar a Anamely y lo hicieron. Lo complejo es que el Gobierno tiene allí a cubanos progubernamentales y fue tenso, porque se dedicaron a cuestionar lo que hacíamos. Digo tenso porque muchos tienen miedo, todos sabemos lo que puede pasar en un caso así, pero había que hacerlo. Cuando tienes a un amigo en problemas hay que hacer lo que sea.

P. Si hubiera estado entre los 30 que entraron al Ministerio de Cultura ¿cuál hubiera sido su reclamo en esa reunión?

R. Mi reclamo principal hubiera sido un paro de la represión. Que se hagan cargo públicamente y que pidan disculpas por estar reprimiendo a la ciudadanía, no solo en la escena del arte, que es al final la más leve, sino a la gente negra de los barrios, como Silverio o Denis Solís, a los que sí meten presos y sí dan palos.

Es un pedido que implica el fin del Gobierno: que haya pluripartidismo, libre expresión y un cambio estructural al que no están dispuestos de ninguna manera, porque implica ceder. Si la gente saliera en conjunto, todo sería más fácil.

Es un pedido que implica el fin del Gobierno: que haya pluripartidismo, libre expresión y un cambio estructural al que no están dispuestos de ninguna manera, porque implica ceder

P. ¿Le ha tocado vivir la censura en Cuba?

R. Me tocó la censura en dos momentos. El primero fue en 2008 en casa de Sandra Ceballo, en el espacio Aglutinador. Le prohibieron hacer la exposición y nos llamaron a todos contrarrevolucionarios públicamente, incluso antes de que se inaugurara, porque supusieron que estaban invitadas personas de la Sección de Intereses de Estados Unidos. En realidad era que iba el grupo Porno para Ricardo a tocar ahí, y eso era inadmisible. Hay ciertas personas que se convierten en inadmisibles y cuando entran en contacto contigo, tú también te conviertes en inadmisible, independientemente de tu obra.

Las personas están haciendo cola básicamente. Lo neoliberal de las condiciones es un sálvese quien pueda; el que pueda pagarlo, bien; el que no, no come

El otro incidente de censura lo sufrí en 2018, cuando Luis Manuel Otero Alcántara nos invitó a la Bienal 00. A mí mamá la amenazaron y fue muy dramático, porque lo hizo mi medio hermano, que es teniente coronel del Minint [Ministerio del Interior], ya desactivado. Toda mi familia por parte de padre es militar, y mi medio hermano trabajaba en Villa Marista reprimiendo a presos políticos. El Ministerio de Cultura le dio la orden de reprimirme a través de mi madre, que es una de las estrategias que tienen.

A mi madre le dijeron que yo iba a terminar presa y al final ella terminó con un tic nervioso. Ahora está en otra posición, se siente más segura porque ve que están pasando otras cosas, que la gente tiene más valentía y que los padres están apoyando.

P. ¿Qué le llamó más la atención de Cuba después de casi dos años fuera?

R. La tristeza, la falta de proyecto de vida, vivir en la inmediatez. Esto ya estaba pero se ha recrudecido. Las personas están haciendo cola básicamente. Lo neoliberal de las condiciones es un sálvese quien pueda; el que pueda pagarlo, bien; el que no, no come.

Hay un Gobierno que te pone en una situación de estrés económico, afectivo, y que cada vez se queda con menos argumentos. Siempre ha querido dar un sentido al sacrificio en nombre de un proyecto político, pero la gente de la generación como mi padre, que tiene 80 años, se dio cuenta de que se perdió la credibilidad de todo y eso produce mucha tristeza. La generación de nuestros padres se derrumba.

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