Juan Abreu: "La de los fusilamientos en Cuba es una historia no contada"

Juan Abreu, '1959. Tiro de gracia', fragmento. (Oil on canvas, 38 x 46 cm)
Juan Abreu, '1959. Tiro de gracia', fragmento. (Oil on canvas, 38 x 46 cm)
Yaiza Santos

27 de junio 2015 - 10:45

México/El pintor y escritor Juan Abreu (La Habana, 1952) se ha dado a la tarea desmesurada de retratar, uno por uno, a todos los fusilados del castrismo. La obra en proceso tiene por título 1959, pero abarca hasta 2003, año en el que Lorenzo Copello, Bárbaro Sevilla y Jorge Martínez fueron condenados a muerte en juicio sumarísimo, acusados de "actos de terrorismo" tras intentar desviar una lancha de pasajeros para huir a Estados Unidos. Fueron los últimos ejecutados por el Gobierno cubano. "Que se sepa", acota Abreu.

El proyecto surgió, cuenta, no hace mucho, de manera casual: "Estaba haciendo unos cuadros que tenían que ver con los fusilamientos en Cuba, porque me llamaba mucho la atención el personaje, la persona solitaria que van a matar. Había visto unos cuadros de Marlene Dumas de palestinos, y por ahí me acerqué al tema. Cuando empecé a hacer la investigación, súbitamente, comenzaron a aparecer los rostros de toda esta gente. Me puse a mirar las caras y a leer, y de pronto me di cuenta de que tenía que pintar esto. No sólo como una especie de aventura pictórica, que lo es, por la cantidad de retratos y la complejidad del género, sino porque además, me parece que tengo cierta responsabilidad moral".

La de los fusilamientos en Cuba, continúa, "es una historia no contada. No sólo no contada, sino que han tratado de ocultar, y que cuando han hablado de ella, la intención siempre ha sido desacreditar a los protagonistas, tildados de bandoleros o asesinos. Estas acusaciones carecen de cualquier tipo de evidencia histórica. Eran gente que se rebeló, lo mismo que se rebeló Fidel Castro contra Batista, ellos contra Fidel Castro".

"Es de un salvajismo el mecanismo de castigo del sistema, que uno siente furia de que todo esto haya quedado olvidado"

La pena de muerte, explica Abreu, no estaba contemplada en la Constitución del 40 que la Revolución pretendía restaurar en su origen: "Ellos [los castristas] la impusieron. Los juicios carecían por completo de cualquier tipo de garantía. A veces incluso el abogado hablaba peor sobre el condenado que el fiscal. Eran juicios a lo soviético: ya tú sabías que eras culpable a la vez que te apresaban; sabías que te iban a matar, o que iban a meterte treinta años en la cárcel".

Para recabar toda la información posible, se puso en contacto con algunas de las pocas personas que se han dedicado al tema, en Estados Unidos, como María Werlau, de la asociación Archivo Cuba, o Luis González Infante, un ex preso político que le envió su libro Rostros/Faces, donde recopila nombres y fotos de los muertos fusilados, en huelgas de hambre o en combate, durante el levantamiento de El Escambray, esos siete años que historiadores como Rafael Rojas consideran una guerra civil y que Fidel Castro llamó "lucha contra bandidos".

Otros documentos los ha encontrado fácilmente en Internet, como vídeos de la época y fotografías de la prensa libre que aún existía en Cuba al triunfo de la revolución. Así, las ejecuciones de Enrique Despaigne, doblado en dos por los disparos al borde de una zanja, o la de Cornelio Rojas, cuyo sombrero sale volando junto con sus sesos ante el paredón. Confiesa Abreu que lo que más le impactó fue "la truculencia y la crueldad" de algunos de los casos. Como el del Antonio Chao Flores, que a sus 16 años luchó contra Batista –la revista Bohemia lo sacó en portada como un héroe de la Revolución– y a sus 18, contra Castro, y que fue obligado a arrastrarse desde su celda en la fortaleza de La Cabaña hasta el paredón, sin la pierna que había perdido en combate, porque el guardia le quitó sus muletas. "Es de un salvajismo el mecanismo de castigo del sistema, que uno siente furia de que todo esto haya quedado olvidado. Si yo fuera un chileno o un argentino, esto llamaría la atención inmediatamente".

Abreu dice que el proyecto ha ido haciéndose gigante y que ya no puede parar. Por ahora, lleva pintados una veintena del total de 6.000 fusilados que estima hubo en Cuba en ese casi medio siglo. A través de un vídeo en Youtube, pide fotografías a todo aquel que tenga noticia de alguna víctima.

"La pena de muerte en Cuba siempre se ha usado como un medio de amenaza social"

De Cuba no le ha contestado nadie –"allá tener un familiar preso o que hubieran fusilado era anatema, por la cantidad de propaganda falsa en contra de ellos"–, pero sí de Estados Unidos. Por ejemplo, una mujer que le mandó la foto de un vecino suyo en Cuba, al que conoció de niña, que la saludaba con amabilidad y del que al cabo del tiempo se enteró que metieron preso y fusilaron. Era la época en que el control de los medios ya era total y un silencio absoluto, cuando no propaganda interesada, cubría este tipo de casos. "La pena de muerte en Cuba siempre se ha usado como un medio de amenaza social. Cuando a mí me preguntan '¿pero por qué ha durado tanto el régimen?', contesto: ha durado por muchos motivos, pero entre ellos, porque es un sistema que mata. Tú sabes que te matan. Y que no hay ninguna garantía: no hay ningún juez, ni un abogado que te pueda defender, y si ellos estiman que hay que matarte, te matarán. Y si tú haces cualquier cosa contra el sistema, te matarán. La muerte es una manera muy efectiva de disuadir".

Forjado por la generación de sus amigos Reinaldo Arenas y René Ariza, Abreu refiere que esa "especie de furia extraña" que siente respecto a Cuba no le ha abandonado desde que dejó la Isla con el éxodo del Mariel, y que al cabo de tantos años, ha decidido dejar de rebelarse contra ella. "Hacia Reinaldo, por ejemplo, me parecería una traición tremenda. En nuestra última conversación, dos o tres días antes de matarse, estuvimos hablando de eso precisamente, y me dijo: 'Hasta el último minuto. Nuestra guerra con esa gente es hasta el último aliento de vida'. A mí me sorprendió un poco por qué me decía aquello, pero claro, era que ya tenía sus planes. Será que me gustan las causas perdidas, pero yo seguiré enfurecido".

A modo de venganza poética, aspira a que su proyecto 1959 –"completamente demente", lo califica– acabe un día en un museo. "Porque de aquí a cien años, cuando nadie se acuerde de quién fue Fidel Castro, ahí estarán los cuadros y la gente dirá '¿y estos quiénes son, tan bonitos?' Y eso, la verdad, es muy reconfortante".

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