"En la lucha por la libertad los mambises tenían machetes, nosotros teléfonos y pinceles"
Entrevista al artista Reynier Leyva Novo, vinculado al 27N
La Habana/El héroe, el jerarca, la revolución, la esclavitud... Los temas polémicos que aborda en su obra Reynier Leyva Novo (La Habana, 1983) lo han convertido en uno de los artistas plásticos cubanos más importantes de su generación.
La obra de Novo, que ha expuesto en México, EE UU, Italia, Alemania o Brasil además de en Cuba, hilvana la historia con puntadas de poesía, y borda en lo poético signos que provienen de lo político. Sus instalaciones, fotos y proyectos, son una lectura y relectura constante de la memoria nacional.
Actualmente, el artista exhibe en la galería El Apartamento la segunda parte de la muestra Lo que es, es lo que ha sido. Concebida en dos partes, la primera, Ni mármol ni suspiros, Los fundamentos de la nación, se expuso en diciembre y por estos días, el artista preparó la segunda entrega: Cartografía de la libertad, prisión, economía y libertad.
Pregunta. No llegó a graduarse del Instituto Superior de Arte (ISA), ¿por qué?
Respuesta. Al ISA renuncié. Me enamoré perdidamente de una chica con la que me fui a México pero antes presenté documentos de que estaba enfermo con hepatitis y estando allá llegó un papel a mi casa donde decía que causaba baja por deserción. Por supuesto no estuve de acuerdo con esa decisión porque tenía mis papeles médicos en orden y cuando regresé, al año exactamente, presenté una carta de queja para solicitar la reinscripción y me la aprobaron. Unos meses después decidí voluntariamente abandonar la escuela porque sentí que no estaba aprendiendo mucho. Había una crisis, era el curso 2008-2009, los profesores competían con los alumnos y estaban casi al mismo nivel que nosotros. El sistema de enseñanza era muy rígido y muy precario.
Unos meses después decidí voluntariamente abandonar la escuela porque sentí que no estaba aprendiendo mucho
P. Entonces, un día decidió no volver.
R. Había estado en México por un año entero. Allá visité los grandes murales de David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José Clemente Orozco había visto los colores, la monumentalidad de esas pinchas, había estado frente a ellos. Bueno, un día llego a una clase de Arte Latinoamericano en el ISA, estaban dando el muralismo mexicano. Comenzaron a mostrar esas obras en unas diapositivas desteñidas, proyectadas en pequeños tamaños en la pared. Me di cuenta que eso no tenía nada que ver con la realidad y me dije: 'si esto es así con esta asignatura, debe ser más o menos similar con todo. Quizá cuando me enseñen algo de filosofía tenga este mismo nivel'. Hice un paralelismo horizontal de lo que eran todas las asignaturas de la carrera y entendí que nos estaban enseñando de una manera deformada y me dije: 'tengo que salirme de aquí'.
P. ¿Cree que las academias de arte cubanas intentan imponer un patrón de lo que es ser un artista?
R. Hay una parte de la escuela que es muy repetitiva, imitas mucho a los grandes maestros, a la naturaleza, en ese proceso no hay mucha creatividad realmente. Comencé a crear de manera personal como en tercer año de San Alejandro gracias a un profesor que se llamaba Rolando Vázquez que nos ponía ejercicios más conceptuales. En el intento de resolver esos ejercicios fue donde comencé a tener ideas propias. Así me encaminé en el mundo de la escultura, el trabajo con el espacio y ese tipo de dinámicas, algo que se fortaleció después en el ISA con la investigación y el estudio teórico de los procesos creativos.
Siempre hay una guía, porque al final todo tiene que ver con el éxito. Todo el mundo hace algo para llegar a un lugar y la gente crea fórmulas. En mi caso, fui bastante radical, intuitivo. Fui un mal estudiante, en esa época ya vivía en Párraga y me perdía de la escuela, era ausentista, súper impuntual, me costaba mucho llegar a ese espacio rígido donde había que hacer determinadas cosas. Muchas veces me quedaba en el transcurso de la casa a la escuela, con los socios del barrio y lo mismo me ponía a tocar rumba que a dar muela. Ese espacio también era para mí estimulante y creativo, siempre iba más a beber a las fuentes de la vida misma que a las del arte.
P. En ese momento ya había pasado por la Cátedra de Arte de Conducta de Tania Bruguera. ¿Qué significó ese espacio en ese momento?
R. Estuve ahí dos años y fue en paralelo a mis primeros cursos en el ISA. La Cátedra fue un momento de mucha expansión. Ahora lo veo y lo comparo con el momento en que me abrí a las redes sociales por primera vez, cuando me hice de Facebook por ejemplo, que fue una expansión enorme encontrar de pronto a mucha gente que pensaba perdida. Gente que está en otros países y de pronto están a tu lado. Tu cuerpo social se expande porque pones una foto, que podía estar en tu billetera o en tu casa, pero que si la pones en las redes sociales se expande, y eso fue para mí la Cátedra de Arte de Conducta. Fue como fragmentar la mente en miles de pedazos, una dinamita, con gente que venía del mundo entero a darnos clases. Ese programa es muy probablemente de lo mejor que haya pasado en Cuba a nivel de educación artística. El ambiente era completamente diferente a la escuela, aunque nació como un proyecto pedagógico dentro del ISA.
P. A lo largo de su carrera ha chocado varias veces con la censura.
R. Creo que el momento donde viví en carne propia la censura, cruda y frontalmente, fue en la exposición Colección 50 aniversario, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, en 2009. Sachie Hernández dirigía el lugar en ese entonces. La muestra era una serie de camisetas, carteles, collages con recortes del periódico Granma, una pelota de béisbol que era conmemorativa, una colección de sellos, un libro; una especie de campaña publicitaria ideológica acerca de los 50 años de la Revolución cubana.
Los textos de los pulóveres, la iconografía de los carteles, tenían que ver mucho con la estética editorial del Granma en aquel momento. Los textos que generé con los collages eran realmente fuertes, políticamente estridentes, bien frontales. Recuerdo que el día de la inauguración fue cuando se hizo una manifestación por la no violencia, que a Yoani Sánchez no la dejaron llegar y se inventaron actos con música para apagar cualquier tipo de manifestación. Ese día, se puso caliente el Centro de Desarrollo porque comenzaron a llegar la gente de la marcha y contaron lo que pasaba. Amaury Pacheco, Adrián Monzón, entre otros artistas que ya estaban de alguna manera conectados con la disidencia. Eran días calientes, el ambiente estaba tenso.
Trajeron una orden que decía que Los Aldeanos no podían cantar en instituciones culturales del Estado y yo no podía hacer nada
P. ¿Pero en qué punto llegó la censura?
R. Quería que todo fuera un show multimedia, hicimos proyecciones de visuales y habíamos invitado a varios raperos para que cantaran, a Los Aldeanos, a Silvito el Libre, Maykel Xtremo y a Danay Suárez. Pudieron participar todos menos Los Aldeanos. Fue una censura explícita. Recuerdo varias reuniones de Sachie con el Consejo Nacional de las Artes Plásticas. Trajeron una orden que decía que Los Aldeanos no podían cantar en instituciones culturales del Estado y yo no podía hacer nada. Traté de que esa parte que se estaba censurando no sacrificara el todo de la muestra completa, aunque ya había sido mutilada. Hubo que bajar algunos carteles y collages de la pared, pero así y todo, seguía habiendo un cuerpo grueso que quería que fuera exhibido. Después me enteré de que la presión sobre la directora del Centro había sido enorme y que la Seguridad del Estado la había citado varias veces, además de algunos anónimos que le mandaron cuestionando la muestra. A los pocos meses la separaron de su cargo oficialmente. Ese fue el primer capítulo de censura que viví.
P. Estuvo entre los artistas que protestaron contra el Decreto 349 y entre los que estuvieron el pasado 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura. ¿Qué lo lleva a implicarse en estas causas?
R. Siempre me he buscado muchos problemas, quizá por mi sentido de la justicia alzando mi voz cuando tengo que hacerlo. En el momento histórico que estamos viviendo, hacer caso omiso a lo que ocurre es ser parte del problema y yo quiero ser parte de la solución. Quiero que las cosas cambien porque no tienen que ser de esta manera, vivimos en un Estado en el que todo tiene que ser de una forma específica y eso no tiene por qué ser así. Creo que no alzar la voz es el lado equivocado. Siento que estoy en el lugar correcto haciendo lo que tengo que hacer.
P. ¿Cree que eso ha devenido en un deterioro de su relación con las instituciones culturales del país?
R. Mi relación con el Ministerio de Cultura y con el poder ha cambiado radicalmente, lo que pasa es que a mí no me interesa. A todos los funcionarios los sigo saludando igual. Siento que mi posición no es contra ellos, sino contra esa institución a la que representan. Desde hace un tiempo no me interesa usar las instituciones cubanas para nada, aunque están ahí para algo y podrían hacer un trabajo completamente diferente, creo que me han cerrado las puertas. Sin embargo, siento que yo mismo puedo ser una institución, y podemos entre todos, mi grupo de amigos por ejemplo, generar espacios tan legítimos como las propias instituciones.
Desde hace un tiempo no me interesa usar las instituciones cubanas para nada, aunque están ahí para algo y podrían hacer un trabajo completamente diferente, creo que me han cerrado las puertas
P. Desde el lanzamiento de la canción Patria y Vida se ha generado una ola de mucha polémica oficial. ¿Cómo ve el concepto de patria?
R. La patria está llena de muerte, porque le hemos construido ese concepto a partir del sacrificio, de la heroicidad, pero patria también puede ser otra cosa completamente diferente. El concepto que se ha querido seguir a partir de 1959 tiene un significado oscuro de sacrificio. Eso es lo que pide el Estado cubano al pueblo, que se sacrifique, que tienes que morir por la patria pero realmente si mueres la patria se acaba para ti, por eso, es mejor vivir por ella.
También hay un vicio muy grande de seguir las cosas literalmente y tiene mucho que ver con la letra del himno nacional cubano, cuando dice que "morir por la patria es vivir". Las cosas hay que verlas en su momento y según el contexto histórico que se produjeron. El himno de Bayamo es del año 1867, estaba Cuba bajo un sistema colonial férreo y hay que entender que en ese momento los cubanos que luchaban por la independencia podían pensar de esa manera y estaban dispuestos a dar su vida por eso, interpretaba la patria como la necesidad de morir por ella.
Ahora no tiene por qué ser así, estamos en el siglo XXI y hay que ver las cosas de otra manera. Todo ese problema que se ha generado con Patria y Vida es porque no pueden aceptar el contenido y las verdades que dice la canción, verdades palpables. No quieren una ruptura en su retórica traída de mano de personas que no viven ahora mismo en Cuba, como son algunos de esos músicos que crearon el tema musical. El espacio de la patria se ha circunscrito al territorio nacional, si estás fuera de la Isla dejas de ser reconocido como parte de esta patria, cuando no es así. La patria es un ente trasnacional que excede las fronteras del país, está con uno mismo todo el tiempo. Carece de sentido la polémica que se ha querido generar en torno a una canción que es tan bonita y promueve algo tan humano.
La patria es un ente trasnacional que excede las fronteras del país, está con uno mismo todo el tiempo
P. Muchos artistas de su generación se han ido a vivir fuera del país, ¿eligió quedarse en Cuba para luchar por la libertad?
R. La nación cubana tiene una deuda con la paz y con la libertad. Desde nuestro pequeño espacio de proyección y con las herramientas propias que tenemos estamos luchando por la libertad. Los mambises tenían machetes y nosotros tenemos teléfonos, computadoras y pinceles. Cada uno de nosotros, del circuito de amigos que estamos conectados, estamos pensando en una Cuba próspera con libertades, democrática, abierta, esa Cuba soñamos, la que debería ser, y que creo que de alguna manera estamos logrando. No me gusta estar pensando todo el tiempo en eso porque es como estar historiografiando el presente. A veces uno resuelve más fregando un plato, que pensando en que el plato puede ser fregado de una forma o de otra. Lo importante es hacer las cosas, estar aquí.
Nunca me he planteado seriamente irme de Cuba aunque la realidad cada día está más difícil. Hay una carencia grandísima de todo y una pobreza de espíritu y material aplastante. He viajado a muchísimos lugares y sé que se puede vivir de otra manera, pero siempre he pensado que es aquí donde tengo que hacer las cosas y llegas a un punto donde dices: 'Si estoy aquí es porque lo he decidido y estoy cumpliendo una función'. Espero que pueda estar cumpliendo una función.
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