A punto de comenzar la escuela, la niña Amanda recupera su vida en Madrid
Entrevista
Su madre, Milagros Ortiz, espera legalizar su situación para poder traer a la otra hija que dejó en Cuba
Madrid/Amanda Lemus Ortiz parece otra niña muy distinta a la que salió hace casi dos años de Cuba, acompañada de sus padres, Emmanuel y Milagros. Aquellos ojos tristes y amarillos están hoy, en España, llenos de vida. Su piel recuperó el brillo y el color canela.
En un pequeño apartamento de Madrid, rodeada de juguetes que su hija ha ido acumulando en las largas estancias hospitalarias, Milagros Ortiz relata lo que ha sido su travesía para salvar la vida de Amanda, sometida a un trasplante de hígado en el Hospital La Paz, algo que no pudo recibir en La Habana. “Ahora, gracias a Dios, Amanda ha sido aceptada en la escuela y comenzará el martes su proceso de adaptación”, se ufana su madre.
“El único miedo que yo tenía era que se me muriera en los brazos sin haber hecho nada”, dice a 14ymedio con firmeza. Lo demás, las amenazas, los cuestionamientos en redes sociales, la precariedad en Cuba o el salto a un país desconocido, lo ha enfrentado con la convicción de que ser madre significa no darse nunca por vencida. Antes de que la condición de Amanda cambiara por completo sus vidas, Milagros trabajaba como diseñadora en Sancti Spíritus y su esposo era especialista en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
El Ministerio de Salud autorizó el traslado a España bajo “un convenio” entre hospitales, explica Ortiz, que afirma que la familia salió de la Isla con visados de turista
La historia comenzó cuando Amanda era apenas un bebé y fue diagnosticada con una rara enfermedad hepática, atresia de las vías biliares tipo III, que hacía vital un trasplante de hígado. Desde el inicio, Ortiz tuvo que bregar con la falta de insumos, diagnósticos tardíos y un sistema de salud incapaz de dar respuesta. Entre viajes a La Habana, sillones hospitalarios y la falta de medicamentos, fue aprendiendo los detalles sobre la enfermedad de su hija, mientras el deterioro de Amanda se hacía cada vez más evidente.
Desesperada, a principios de 2024, Ortiz escribió una carta pública que se viralizó en redes sociales y atrajo la solidaridad de miles de cubanos dentro y fuera del país. A pesar de campañas de descrédito en su contra y del miedo a las represalias, la madre se aferró a la idea de salvar a Amanda. La presión social fue decisiva: aparecieron donaciones de comida, ropa, pañales y medicamentos
Finalmente, el Ministerio de Salud autorizó el traslado a España bajo “un convenio” entre hospitales, explica Ortiz, que afirma que la familia salió de la Isla con visados de turista. “Yo no creía en nada hasta que no estuviera montada en el avión”, dice, y se refiere a los comentarios que le dirigieron los médicos en Cuba, la Seguridad del Estado, las clarias en las redes: “Me decían de todo, pero yo no estaba con nadie más que con mi hija. Por ella, por Amanda, aguanté”.
El 3 de marzo de 2024, Amanda aterrizó en Madrid y fue trasladada de inmediato al Hospital Universitario La Paz. El contraste con lo vivido en Cuba aún emociona a su madre. Allá dormía en un sillón duro, aquí le dieron una cama cómoda. Allá tenía que esperar días por una sábana limpia para su hija, aquí las cambian a diario. Y lo más importante: “aquí te explican todo con transparencia”.
Apenas doce días después, la pequeña fue sometida a un trasplante de hígado. El donante fue su propio padre. “Él salió primero de la sala, pálido, pero vivo. Y luego entró Amanda. Cuando salió a las seis de la tarde, yo sentí que nos devolvían la vida a todos”.
La recuperación fue lenta, con semanas en terapia intensiva, pero rodeada de cuidados inimaginables en Cuba: monitoreo constante, atención psicológica, incluso visitas de payasos y voluntarios que regalaban juguetes. “Y lo mejor: todo dentro del sistema público, sin deberle un centavo a nadie”.
Regresar a la Isla no es una opción: “Amanda no puede ir a Cuba. Con los medicamentos que necesita, sería un desastre.
Hoy Amanda, a punto de cumplir cuatro años, camina, se alimenta bien y recibe terapias de logopedia para estimular el habla. “Lo único que falta es que empiece a hablar más claro, pero todo lo demás marcha muy bien. Los médicos están contentos con ella”, cuenta su madre, que no se despega un segundo de la niña.
Con la ayuda de la activista Yamilka Lafita –la “Lara Crofs” de tantos casos solidarios– la familia logró reunir fondos en GoFundMe para comenzar una nueva vida en Madrid. Ese dinero cubrió los primeros meses de alquiler, mientras el padre y un tío encontraban empleo en talleres. Amanda, que ya tiene nacionalidad española por vía paterna, empieza la escuela y su madre espera legalizar su situación para poder traer a la otra hija que dejó en Cuba.
Regresar a la Isla no es una opción: “Amanda no puede ir a Cuba. Con los medicamentos que necesita, sería un desastre. Aquí está su vida, aquí está su futuro”.
Al final de la conversación, la mujer insiste en que lo suyo no fue heroísmo: “No siento que haya hecho nada increíble. Lo que hice fue lo que me tocaba como madre”. Y deja un mensaje para quienes atraviesan situaciones similares en Cuba: “No puedes tener miedo. Ellos dependen de ti, de nadie más. Si dejas que el miedo te paralice, tu hijo muere. Ser madre ya es ser valiente: lo mismo que empujas para parir, tienes que empujar para salvar la vida de tu hijo”.
Ortiz mira hacia el futuro con esperanza. Confía en que Amanda estará más fuerte y saludable, que todos podrán trabajar y vivir en paz, con la familia reunida y agradecida. “Solo queremos vivir y disfrutar de nuestras hijas”, dice. “Sé que todo saldrá bien, porque aquí son maravillosos con los niños”.
Amanda juega en el suelo mientras su madre habla. La pequeña, que estuvo al borde de la muerte, sonríe. Y en esa sonrisa, Milagros Ortiz encuentra la prueba de que todo el dolor y el esfuerzo valieron la pena.