René Fidel González, el riesgo de ser espectadores en Cuba

Entrevista

El ex profesor universitario opina sobre las reacciones al 'tarifazo' de Etecsa

René Fidel González, ex profesor de la Facultad de Derecho de Universidad de Oriente.
René Fidel González, ex profesor de la Facultad de Derecho de Universidad de Oriente. / Facebook
Jorge Fernández Era

10 de junio 2025 - 13:52

La Habana/En el año 2016, René Fidel González García, profesor de la Facultad de Derecho de Universidad de Oriente, fue privado de su condición de titular y expulsado de dicha institución por “pérdida de prestigio”. Desde entonces, fueron silenciados sus múltiples reclamos, incluida una demanda contra el presidente cubano por violación del derecho de queja y petición.

Son notorios sus ensayos y artículos sobre el tema de la exclusión política. El mismo día en que se implementaron las últimas medidas sobre la conexión digital de los ciudadanos cubanos –preámbulo de inéditas protestas en el ámbito universitario–, publicó en su perfil de Facebook: “El problema no es la decisión de una empresa, tampoco la estrategia de un organismo del Estado, el problema es nuestra impotencia”.

Pregunta. ¿Cómo evalúan el René Fidel ciudadano y el René Fidel jurista el proceso seguido en su contra? 

Respuesta. No existen diferencias. No hubo proceso alguno que no sea uno general y sistemático que ha operado y opera en la sociedad cubana y que, muchas veces, se presenta aleatoriamente. Lo que ocurrió, y no tiene realmente ninguna importancia, fue la extinción unilateral, viciada e ilegal, de una relación laboral contractual, pero es obviamente el registro de un acto de exclusión y represión política que pretende ser, y es la mayor parte de las veces lo suficientemente demoledor, paralizante y eficaz como para anular a las personas sobre las que recae y advertir y atemorizar a las que son testigos, e incluso a las que participan o son cómplices de él. Lo hemos naturalizado en Cuba sobre la base de ignorarlo o creernos a salvo, de simular y tener miedo, de paralizar nuestras instituciones y aceptar que se paralicen, de aceptar la violación de las leyes por parte de quienes deben cumplirla o hacerlas cumplir, o de justificarlo. 

El ciclo de la exclusión política es persistente y vicioso, pero la historia demuestra con sobrada holgura que puede ser roto

P. ¿Son las distorsiones del socialismo las que llevan a la exclusión o es, por naturaleza, excluyente la sociedad socialista? 

R. La exclusión política, y el entorno y las estructuras, prácticas y valores de discriminación, vigilancia, represión y castigo que genera y le están siempre asociados no son inherentes a una idea política. Tienen que ver con el control del poder y más precisamente con la manera en que se produce la socialización del poder. Las sociedades en las que el poder está muy centralizado, no es accesible y su distribución y uso están restringidos, encuentran en la exclusión política su forma de funcionamiento primaria. 

La historia de las luchas políticas ha sido siempre la de lograr la inclusión, la de reivindicar el derecho a que todos puedan participar en la vida política. La existencia de un “nos” y un “otros” político dentro de una sociedad es un asunto que remite siempre a la pluralidad de ideas y de opciones, pero no puede remitir, al menos racional y lógicamente, a un principio de identificación de quiénes pueden o no participar en la política o tener derechos políticos, tampoco funcionar como un regulador de la plenitud o el alcance de estos. La cuestión es el paradigma de acceso, control y distribución del poder, del acceso a la política y a los derechos políticos que cualquier sociedad o idea política maneje, jerarquice o logre desarrollar. 

Todo esto tiene un suelo ético que impugna los actos y las creencias políticas de las personas. Los defensores de la exclusión no admitirían nunca la legitimidad que otros tendrían para excluirlos. A menudo los excluidos, cuando logran la inclusión, lo primero que hacen es excluir a otros. El ciclo de la exclusión política es persistente y vicioso, pero la historia demuestra con sobrada holgura que puede ser roto.

Lo que aquí se gestiona no es una negociación de clientes insatisfechos, es mucho más

P. Las reacciones ante el tarifazo de Etecsa, ¿representan un punto de inflexión? 

R. El cambio de la oferta del servicio de internet ha provocado una reacción política de la población cubana, pero lo que aquí se gestiona no es una negociación de clientes insatisfechos, es mucho más. De hecho, más que de reacción se debería estar hablando de un síntoma, y más precisamente de un síndrome político.

El Gobierno lo entiende perfectamente y va a tratar de expandir y consolidar la idea de que aquí hay una reacción puntual, aislada, de un sector insatisfecho con una oferta de servicio. 

Entender el síndrome político es entender lo que nos enferma y daña, lo que es preciso revertir y cambiar para sanar. Lo que está ocurriendo no puede ser desconocido como parte de un proceso muy complejo, que en su segmento más inmediato de análisis tiene que ver con el cambio de régimen económico, político y social que se viene produciendo en Cuba desde antes de 2019, y que en otro más amplio tiene que ver con el cambio político y social que experimenta la sociedad cubana y las expectativas, prácticas y valores que promueve o realiza. 

Los síntomas han venido ocurriendo, algunos de ellos siguen produciendo verdaderas oleadas de cambios y consecuencias, afectando y cambiando nuestra realidad, incluso cuando parece que ya concluyeron. El más espectacular e invisibilizado de ellos fue quizás el proceso de discusión de la Constitución de 2019, que produjo una participación popular mucho más importante de lo que se cree y que además generó un proceso de defensa de derechos políticos, civiles, socioeconómicos y culturales, de sus garantías y de la existencia de un Estado de derecho que cambió para siempre el umbral de la política en Cuba, los imaginarios y las expectativas políticas. Hay otros síntomas también inéditos y extraordinarios en todos los sentidos, como el ocurrido en el verano de 2021, que se cree que se extinguió rápidamente por la represión inmediata, pero que se extiende hasta hoy, con una serie de réplicas que reivindican el grado de apropiación popular de derechos políticos y unos tipos y desarrollos de la autonomía y autodeterminación individual que no pueden ser entendidos dentro del austero confort y seguridad de lo político ritual; tampoco dentro de las zonas crepusculares del miedo y la simulación.

Síntoma es también un flujo migratorio único en nuestra historia, terrible e increíblemente destructivo

Síntoma es también un flujo migratorio único en nuestra historia, terrible e increíblemente destructivo, que tiene razones políticas muy intensas que lo activan cuando operan como pistón la represión y criminalización del ejercicio de derechos y libertades constitucionales que ocurre en Cuba desde 2021, la creación y activación de un prototipo de Estado de derecho "despótico" –con sus normas jurídicas, sus prácticas y valores– y la imposición de medidas económicas por el Gobierno que producen el empobrecimiento de la sociedad cubana en su conjunto. No hay que olvidar que la pobreza es violencia y que el empobrecimiento es el ejercicio de la violencia. La resistencia a ella es igualmente diversa.

El “pero se mueve” de Galileo no es hoy en Cuba una expresión que se refiere, contrasta o se opone a las ideas que tengamos de lo que ocurre en nuestra sociedad: es lo que la define políticamente. Preciso es entenderlo, porque todos los interesados en detener, instrumentar, mediatizar o secuestrar ese acto político son conscientes de su fuerza, magnitud y de sus verdaderos alcances y propósitos en términos de emancipación y libertad política de los ciudadanos en Cuba, de democracia y ejercicios de derechos, de arribo a la patria de la profecía martiana sin exclusión política.

Los protagonistas somos todos, en cualquier lugar que estemos, dentro o fuera, de las diversas maneras en que podamos serlo. El riesgo más grande que se corre cuando se dirime nuestro destino es precisamente el de ser espectadores.

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