Lecciones de Birmania

Birmania
En las calles de Yangon no hay motos. (E. Ávila)
Eliécer Ávila

02 de septiembre 2016 - 10:04

Yangon/Durante su visita a Cuba, el presidente de EE UU, Barack Obama, mencionó los cambios en Birmania (actual Myanmar) como ejemplo de la transición democrática más reciente, devenida de una férrea dictadura militar que duró más de medio siglo.

A partir de entonces se gestó la idea de un intercambio entre la oposición y la sociedad civil cubana y sus homólogos en el país asiático. Hoy este contacto político y cultural es una realidad llena de enseñanzas muy valiosas que solo pueden apreciarse al ver cómo ocurren y se gestan los cambios en tiempo real, las interacciones entre las fuerzas en pugna y sus intereses, los pro y los contra, las alianzas y las rupturas, las alegrías compartidas y las frustrantes decepciones de un proceso que, a decir de muchos, apenas comienza.

Desde el aire, ya es notable la tremenda diferencia en infraestructura y desarrollo de Myanmar y, por ejemplo, su vecina Tailandia. Es como cuando sales de Miami y luego sobrevuelas Cuba. Es evidente que este país se quedó fuera de los cambios democráticos, educativos y tecnológicos que catapultaron a los llamados tigres asiáticos. Al mismo tiempo en que estos países apostaron a una integración global con millones de jóvenes dispuestos a conquistar el arte de crear productos y servicios a gran escala, la dictadura militar birmana optó por el ostracismo total, cerrando el país como caja fuerte para evitar cualquier "influencia extranjera". Siempre se trató de mantener al país semiesclavizado al servicio de un Ejército que, como pulpo, fue controlando toda la vida social, económica y espiritual de esta nación ubicada exactamente al otro extremo del planeta.

El paso por Inmigración es algo tenso, ya que los militares aún no se acostumbran del todo a mirar a los turistas como personas normales y corrientes

El paso por Inmigración es algo tenso, ya que los militares aún no se acostumbran del todo a mirar a los turistas como personas normales y corrientes. Para aliviar este asunto han renovado todo lo posible la plantilla de aduanas e Inmigración, ubicando en estos puestos a mucha gente joven, más abierta y desprejuiciada que incluso sonríe.

Actualmente Myanmar recibe poco más de un millón de turistas al año, cifra insignificante no solo en comparación con sus vecinos, sino en proporción con sus casi 60 millones de habitantes. Esta cifra, sin embargo, está creciendo a partir de los cambios democráticos, que a su vez atraen a muchos inversionistas.

Las oficinas de cambio aceptan el dólar estadounidense, el euro y el dólar singapurense. Pero tanto para el cambio como para pagar algo en una de estas monedas, debes asegurarte de que el billete no esté ni mínimamente arrugado, pues pueden no aceptarlo. No te asustes si ves a la gente por la calle escupir con frecuencia una sustancia roja mezclada con saliva. No es sangre, sino un pigmento que viene de una mezcla de yerbas y algo más que mastican todo el tiempo, como en Bolivia.

En las calles de Yangon no hay motos. Aquí las supersticiones son muy importantes incluso a la hora de tomar decisiones en política. Alguna vez pasó que en un país cercano se desató una ola de delincuencia en la que los malhechores usaban las motos para moverse y perpetrar asaltos, así que la Junta Militar las prohibió definitivamente en la entonces capital, "por si acaso".

Actualmente Myanmar recibe poco más de un millón de turistas al año, cifra insignificante no solo en comparación con sus vecinos, sino en proporción con sus casi 60 millones de habitantes

En Myanmar los hombres usan una especie de falda ancha que ajustan mediante un nudo cruzado debajo del ombligo, sin calzones. Las mujeres visten ajustadas con trajes típicos que suelen tapar desde los tobillos hasta el cuello marcando elegante y sensualmente las curvas de una cintura perfecta, tal y como las describió George Orwell en su novela Los días de Birmania. Son delgadas "como palitos" con piernas torneadas y pelos lisos que caen en formas perfectas... no gracias al gimnasio o los tratamientos caros, sino por una dieta tradicional a base de vegetales, la fuerza de la genética y una vida de esfuerzos desde la niñez.

Decentísimos y serviciales todos, los ciudadanos de Myanmar atrapan el corazón de quien los conoce por una notable mezcla de sencillez y nobleza, probablemente reflejo de las enseñanzas básicas del budismo, dentro de las cuales sobresale una en particular: "Se debe vivir para brindar amor, no solo a los amigos, sino también a los enemigos".

Aunque el país es un infinito crisol de etnias y religiones, predomina el budismo como creencia, influyendo de forma notable en toda la base moral y en el sistema de valores que rige la sociedad. La presencia de los monjes y sus templos (pagodas), es constante. A los monjes no se les puede tocar, y menos aún puede hacerlo una mujer. Ellos, en cambio, sí te pueden tocar a voluntad. Los monjes son muy venerados y fueron los protagonistas de varias de las más grandes protestas en contra de los abusos del poder militar y para cambiar la terrible situación económica del país. Las mayores de estas manifestaciones se llevaron a cabo a finales de los años ochenta y fueron bautizadas como la Revolución del azafrán, por el color del vestuario de los monjes. Muchos de ellos fueron a prisión y cumplieron largas condenas como presos políticos.

En general, a los que fueron jóvenes estudiantes en el año 1988 se les llama "la generación del 88", como recuerdo de la actitud heroica que estos muchachos, algunos casi niños, asumieron en defensa de su país y sus derechos, pagando un altísimo costo en vidas inocentes a manos de las fuerzas armadas.

Ese sacrificio sentó las bases para el proceso que hoy está ocurriendo en el país al derribar por primera vez el unipartidismo militar en aquel año. Surgieron entonces 235 partidos políticos, de los cuales lograron más o menos consolidarse 91 de cara a las elecciones de 1990, las primeras competitivas desde 1948.

En estos comicios, la Liga Nacional para la Democracia (LND), que ya contaba con más de tres millones de miembros (de los cuales, un millón de mujeres) arrasó obteniendo un triunfo histórico que lo ubicó en capacidad para gobernar, pero los militares derrotados no se conformaron, rompieron las reglas, desconocieron el resultado electoral y encarcelaron a los dirigentes del partido ganador, entre ellos su líder Aung San Suu Kyi.

Con este golpe, los militares frustraron las aspiraciones de libertad y progreso de toda una nación, pero eso sería temporal.

En 2011, tras la liberación de Aung San y de miles de presos políticos, se convocó nuevamente a elecciones, pero varios de los partidos más influyentes optaron por no participar, alegando la obvia falta de confianza en los militares y exigiendo un cambio en la Constitución que ofreciera verdaderas garantías a los partidos civiles.

La Constitución es el instrumento legal que garantiza la supremacía de la clase militar hasta la actualidad. En ella se establece que los militares, sea cual sea el resultado electoral, tienen reservado el 25% de los curules en el Parlamento. La trampa se cierra totalmente al establecer, además, que para cambiar la Constitución es necesario contar con más de 75% de los votos, así que matemáticamente es imposible modificar algo por mínimo que sea sin el consentimiento de los militares.

No quedando conformes, la propia Carta Magna le da el control permanente a los uniformados de los ministerios más importantes del país, Fronteras, Fuerzas Armadas y el más estratégico, Interior, esta entidad, además de las funciones que suelen tener como fuerza del orden, en Myanmar controla toda la administración pública, gran parte de la economía e incluso la enseñanza. Las decisiones de los militares en estas instituciones son prácticamente autónomas e incuestionables.

Por estas razones, aunque el país está muy feliz con la segunda victoria de la LND en 2015 y el ascenso al poder de Aung San, muchos consideran que mientras los militares conserven todo ese poder no tendrán una verdadera democracia.

Matemáticamente es imposible modificar algo por mínimo que sea sin el consentimiento de los militares

Aung San y su partido asumieron desde el principio una actitud conciliadora, tratando de llegar a acuerdos con la cúpula militar que beneficiaran directamente a los ciudadanos y buscando que el país comience a salir de la profunda pobreza en la que se encuentra, dando más facilidades y garantías tanto para la inversión extranjera como para el comercio interno. Estas negociaciones han sido posibles en parte gracias a que el máximo jefe actual de los militares y la propia Aung San tienen cierta empatía personal y han mantenido un diálogo constructivo. Este aspecto fue fuertemente criticado por otros partidos políticos y numerosas organizaciones de la sociedad civil, quienes reclaman el esclarecimiento y la toma de responsabilidad de los militares por sus crímenes así como la liberación de los presos políticos que permanecen encarcelados.

A muchos de estos presos se les aplicó la sanción por "resistencia" ante los intentos de ciertos militares o allegados de quitarles toda o parte de sus tierras.

Fuera de estos temas, espinosos e inconclusos, se pueden poner cientos de ejemplos de transformaciones positivas que empiezan a empoderar con celeridad a las personas, especialmente a los jóvenes. En el año 2012, una tarjeta SIM para celular tenía un costo cercano a los 1.000 dólares. Hoy se puede adquirir por tan solo 1,5 dólares y proporciona acceso totalmente libre a internet, surgiendo de la noche a la mañana más de 10 millones de internautas que exploran voraces las redes creando nuevas formas de organizarse y dialogar sobre temas que nunca antes pudieron hacerlo. En Myanmar, igual que en Cuba, estaba prohibido reunirse con otras personas sin permiso de la junta militar.

Otro cambio importante fue eliminar el impuesto que exigían los militares del 100% del valor de compra a quien adquiría un vehículo. Esto fue reducido a entre un 3 y un 5%, lo cual ha facilitado la importación de millones de carros ligeros y ómnibus para el transporte público. Esta medida representa un acelerador para la creciente economía que intenta florecer, pero que a su vez plantea grandes retos de infraestructuras, pues a determinadas horas la ciudad colapsa por el tráfico nunca antes previsto o imaginado.

Impresionante y positivo también es el gran trabajo que están desarrollando en el país cientos de organizaciones solidarias y ONG

Impresionante y positivo también es el gran trabajo que están desarrollando en el país cientos de organizaciones solidarias y ONG que de conjunto con las nuevas autoridades están aportando su experiencia en temas de todo tipo: emprendimiento, agricultura, comercio digital, desarrollo integral de la mujer, participación política, mediación en conflictos étnicos, temas de orientación sexual e identidad de género, purificación y cuidado del agua, etcétera, mediante sistemas de capacitaciones que se imparten no solo en la capital, sino en los pueblos más apartados de los 14 estados que componen el vasto territorio del país. Toda esta cooperación ha contribuido, además, a realizar estudios estadísticos, censos e investigaciones que sacan a la luz por primera vez en la historia el verdadero panorama del país en esferas muy sensibles como el tráfico humano, el comercio sexual de menores, las drogas, la discriminación, el reclutamiento de niños por las guerrillas étnicas, etcétera, de manera que a partir de esta información el Estado pueda implementar programas y tomar decisiones para mejorar la situación.

Los medios, ahora bastante más libres, fomentan la discusión sobre todos estos temas y presionan a las autoridades desde sus plataformas tanto físicas como digitales. Los jóvenes de un periódico de Yangon cuentan que a los medios oficiales después del cambio "ya nadie los conoce", pues "cambiaron su discurso rancio y censurado por otro tipo de periodismo más dinámico, objetivo y real, convirtiéndose ahora en verdaderos competidores para nosotros". Esto demuestra que el corazón del periodismo siempre estuvo latiendo, pero estaba subyugado por un régimen que lo anulaba y hacía lucir más ante la gente.

Dice el joven birmano que actúa como traductor: "Para mí lo más importante es que la gente ya no tiene miedo, ahora ríe, antes estaba seria, ahora sueña con trabajo y prosperidad; antes, la mayoría de los jóvenes lamentaba haber nacido aquí... ¡Yo ya no me voy para ningún lado!"

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