Xi Jinping, de la purga familiar a gobernar China con puño de hierro

El presidente chino rinde cuentas ante un PCCh que ovaciona la "reunificación" con Taiwán

Apertura del XX Congreso del Partido Comunista de China. (EFE/EPA/XINHUA/LI XUEREN)
Apertura del XX Congreso del Partido Comunista de China. (EFE/EPA/XINHUA/LI XUEREN)
Álvaro Alfaro/ Jesús Centeno

17 de octubre 2022 - 11:03

Pekín/(EFE).- El secretario general del Partido Comunista de China (PCCh) y líder indiscutible del gigante asiático, Xi Jinping, inauguró ayer el XX Congreso de la formación, llamado a afianzar aún más su poder con un tercer mandato quinquenal inédito entre sus predecesores.

Horas antes del cónclave, que se celebra con un Pekín blindado y bajo fuertes restricciones para los periodistas debido a las draconianas medidas contra la covid, desapareció la espesa capa de contaminación que cubría la capital china en los últimos días para dar paso al cielo azul característico de los grandes eventos.

Los periodistas permanecieron cuarentenados con dos días de antelación para poder asistir a la cita, durante el cual el uso de mascarillas, obligatoriamente de color blanco o azul, fue obligatorio, en línea con la política china de cero covid.

Los periodistas permanecieron cuarentenados con dos días de antelación para poder asistir a la cita, durante el cual el uso de mascarillas, obligatoriamente de color blanco o azul, fue obligatorio

El actual número dos de la formación, Li Keqiang -que en marzo abandonará su cargo como primer ministro- declaró inaugurado el evento -que se prolongará durante una semana- en el Gran Palacio del Pueblo, y posteriormente sonó el himno nacional antes de que Xi comenzase su discurso, en el que rindió cuentas sobre lo acontecido en el país desde el último congreso, celebrado hace cinco años, ante los casi 2.300 delegados presentes.

Lo hizo, además, ante antiguos mandatarios del partido presentes como el predecesor de Xi, Hu Jintao, o Song Ping, de 105 años y miembro del Comité Permanente del Politburó, la cúspide del poder, entre 1989 y 1992.

El gran ausente fue Jiang Zemin, el nonagenario ex-presidente y considerado la cabeza de una de las facciones contendientes en el seno de la formación comunista. Sí apareció el ex vice primer ministro Zhang Gaoli, acusado el año pasado de abuso sexual por la tenista Peng Shuai, quien después se retractó y dijo haber sido malinterpretada.

Xi no flaqueó durante su intervención, que se prolongó durante unas dos horas, y solo detuvo la monótona cadencia del discurso leído para dar unos sorbos de agua y recibir ovaciones de los delegados presentes.

El mandatario abrió con menciones a la adaptación del marxismo-leninismo al contexto chino, la defensa de "la eficacia de la democracia popular" comunista o llamadas a construir "un país socialista moderno en todos los aspectos bajo el imperio de la ley". "La nuestra es una causa noble, no debemos olvidar nuestra misión original. Tenemos que tener el coraje y la confianza para hacer avanzar el socialismo", proclamó.

Agregó que el PCCh ha establecido "estrategias" para lidiar con "cambios no vistos en el mundo en más de un siglo", prometiendo una mayor distribución de la riqueza o recalcando los "avances tecnológicos" y la "innovación" del país.

"Tenemos que mejorar el bienestar de la gente", así como "garantizar la seguridad y la estabilidad social como requisito para construir una China fuerte y próspera", acotó

"Tenemos que mejorar el bienestar de la gente", así como "garantizar la seguridad y la estabilidad social como requisito para construir una China fuerte y próspera", acotó.

Xi también tuvo palabras sobre el "ataque súbito" de la pandemia de la covid: "Pusimos a la gente y sus vidas por encima de todo con nuestra tenaz política de covid cero. Hemos protegido la salud de la gente en la mayor medida posible".

La cuestión de Taiwán también estuvo presente: "En respuesta a las actividades separatistas que buscan la 'independencia', y a las burdas provocaciones del exterior, hemos luchado con determinación, demostrando habilidad y fuerza para salvaguardar nuestra soberanía e integridad territorial", arguyó.

"Perseguiremos una reunificación pacífica pero nunca prometeremos renunciar al uso de la fuerza como opción", dijo Xi antes de definir a China como potencia que promoverá la paz mundial y que "nunca buscará la hegemonía" ni el "expansionismo".

El Gran Salón del Pueblo salió del letargo y estalló en la mayor ovación de la mañana cuando el mandatario aseguró que "la reunificación se conseguirá". También tuvo palabras sobre Hong Kong y los "desarrollos turbulentos" que ocurrieron allí en el último lustro. "El Gobierno central ejerció su jurisdicción para asegurar que Hong Kong lo gobernaban patriotas. Restauramos el orden", sostuvo.

Nacido en Pekín en junio de 1953, Xi sabe desde joven cómo se las gastan los cuadros del régimen en función de las directrices del momento: a su padre, viceprimer ministro a principios de los 60, lo purgaron durante la Revolución Cultural -no fue liberado hasta 1975-, mientras a él lo "transfirieron" a una región remota de la provincia de Shanxi.

"El Gobierno central ejerció su jurisdicción para asegurar que Hong Kong lo gobernaban patriotas. Restauramos el orden", sostuvo

Eran los tiempos en los que Mao Zedong enviaba a los jóvenes a zonas rurales para que se "desaburguesaran" y Xi, tras la conmoción inicial, decidió "sobrevivir convirtiéndose en el más rojo de todos los rojos", describen sus biógrafos.

Pese a que entonces su familia estaba en la lista negra, a los 22 años logró enrolarse en las filas del Partido, donde destacó por pragmatismo, realismo y, sobre todo, por su ambición.

Tras la rehabilitación del clan familiar, Xi comenzó a construir su propia red y a escalar posiciones en las provincias costeras del país -las más desarrolladas- hasta ser nombrado gobernador de la de Fujian y, después, secretario del PCCh en Fujian y Shanghái.

Para finales de la década de 2000, el Partido buscaba un candidato con pedigrí y se pensó en Xi -ahora aupado por la figura de su padre, encumbrado durante las reformas de la década de 1980- para sustituir al entonces presidente Hu Jintao.

"El PCCh sentenció que la reforma china transitaba por una fase de 'aguas profundas' y que era necesario un liderazgo fuerte. No podía haber titubeos, ni sobre la concepción vertical del poder que, según el mantra de la China milenaria, no se debe compartir más de lo necesario", explica a EFE el académico español Xulio Ríos.

Xi logró en 2012 la secretaría general del PCCh y, al año siguiente, la presidencia del país bajo la promesa de combatir la corrupción -los críticos aseveran que para erosionar a sus rivales- y sentar a China en la mesa de las grandes potencias del planeta.

El Partido lo apostó todo a la carta de Xi y construyó un culto en torno a una personalidad que definían como "hombre del pueblo" pero al que no le temblaba el pulso a la hora de tomar una decisión.

El Partido lo apostó todo a la carta de Xi y construyó un culto en torno a una personalidad que definían como "hombre del pueblo" pero al que no le temblaba el pulso a la hora de tomar una decisión

Aunque ese culto ha existido hacia otros líderes chinos como el carismático Jiang Zemin en los 90, Xi no se anduvo con remilgos y comenzó a promocionar guías teóricas que anunciaban la llegada de una "nueva era" en la que China se modernizaría para 2049, año en que la República Popular conmemorará su centenario.

Xi, del que sus biógrafos destacan su habilidad para agrandar su base política, logró en 2018 que se reformara la Constitución para eliminar el límite de dos mandatos presidenciales.

"Figuras como la de Jiang aún poseen una influencia significativa, pero otras facciones menores no son comparables. Así que un tercer mandato de Xi supone quebrar un mando más colegiado en el seno del Partido", señala Ríos, que apunta a que ha habido ciertas "reservas" a este cambio.

En este XX Congreso no se duda de la continuidad del líder chino, que aspira a que sus leales copen los principales cargos del Partido, pero queda por ver si colocará entre los puestos más altos a un potencial delfín.

Por ahora, la última plenaria previa al Congreso se congratulaba de que "con Xi como núcleo se ha conseguido unir y conducir" a la formación para "hacer frente a una grave situación internacional y a enormes riesgos y desafíos".

El comunicado hizo hincapié en que el liderazgo de Xi "refleja la voluntad común del Partido", destacando que "se ha logrado una victoria aplastante contra la corrupción".

Su tercer mandato también levanta suspicacias entre quienes auguran "un empeoramiento de los derechos civiles y políticos, los cuales ya estaban gravemente restringidos

Salvo sorpresa mayúscula, el XX Congreso le permitirá mantenerse en el poder más allá de 2023 y encabezar de nuevo el Comité Permanente del Politburó, la cúspide del poder.

La insistencia en la política de covid cero o los problemas para una economía aún incapaz de recuperar su otrora habitual brío se plantean como los nuevos "desafíos" de Xi para el próximo quinquenio.

Además, su tercer mandato también levanta suspicacias entre quienes auguran "un empeoramiento de los derechos civiles y políticos, los cuales ya estaban gravemente restringidos, dado que las autoridades responden a las quejas con más censura, detenciones arbitrarias y represión", según denunció la ONG Human Rights Watch.

Y el convulso contexto internacional, agravado por la guerra en Ucrania y las crecientes tensiones en Taiwán, harán que el liderazgo chino tenga que decidir si reconciliarse con un Occidente que recela cada vez más de las intenciones del gigante asiático.

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