El control estatal y comercial ahogan la libertad de prensa en Turquía

La libertad de prensa ya se halla en un estado crítico en Turquía, en el puesto 155 de 180 países en la clasificación de Reporteros Sin Fronteras, y con más de un centenar de periodistas encarcelados

Manifestación ante el diario 'Cumhuriyet' para reclamar al Gobierno que la prensa libre no puede ser silenciada (@cumhuriyetgzt)
Manifestación ante el diario 'Cumhuriyet' para reclamar al Gobierno que la prensa libre no puede ser silenciada (@cumhuriyetgzt)
Ilya U. Topper y Dogan Tilic

24 de marzo 2018 - 12:43

Estambul/Ankara/(EFE).- Dos sucesos casi simultáneos han supuesto esta semana una vuelta de tuerca más al dominio del Gobierno de Turquía sobre el paisaje mediático en el país: la venta de un importante conglomerado de prensa escrita y televisión, y una ley que amplía los poderes de un organismo de control oficial.

La libertad de prensa ya se halla en un estado crítico en Turquía, en el puesto 155 de 180 países en la clasificación de Reporteros Sin Fronteras, y con más de un centenar de periodistas encarcelados.

Todo apunta a que la situación va a empeorar con la venta al empresario Erdogan Demirören, conocido por su cercanía a la familia del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, de la sección de prensa del conglomerado empresarial Dogan.

La situación va a empeorar con la venta al empresario Erdogan Demirören, conocido por su cercanía a la familia del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, de la sección de prensa del conglomerado empresarial Dogan

El paquete vendido incluye al diario Hürriyet, que, con una tirada de 320.000 ejemplares es el más vendido del país y uno de los más prestigiosos, y a la cadena CNNTürk, una de las dos más vistas de noticias 24 horas.

Oficialmente, el holding Dogan solo ha confirmado el "inicio de conversaciones", señalando que el valor del bloque de medios se estima en 1.100 millones de dólares, pero que el precio se rebajará a 890 millones por las deudas presentes.

La familia Dogan figura este año en el puesto 14 de las más ricas de Turquía, con una fortuna valorada entre 4.000 y 5.000 millones de dólares, mientras que Demirören está en el puesto 42, con entre 1.000 y 1.500 millones.

Pero mientras que los medios de Dogan se habían opuesto a la llegada de Erdogan al poder antes de moderar luego su discurso, Demirören es conocido como el empresario que pidió casi llorando disculpas al entonces primer ministro en 2014 por un artículo en uno de sus diarios que había enfurecido al político.

"Hemos entrado en un periodo histórico crítico. Esto no se limita a los medios: determinará la política. La venta del mayor grupo mediático del país a Demirören se traducirá en más censura", vaticina Can Güleryüzlü, presidente de la Asociación Progresista de Periodistas (CGD), en unas declaraciones a Efe.

"Ya la gran mayoría de los medios comerciales eran la voz de Erdogan, y ahora todos se convertirán en un aparato de propaganda para el Partido Justicia y Desarrollo (AKP)", la formación del presidente (en el poder desde 2002), agregó el periodista.

Ni 'CNNTürk' ni 'Hürriyet' se podían considerar medios opositores pues ambos evitaban la crítica directa al Gobierno, pero mantenían un estilo de periodismo profesional y equilibrado

Ni CNNTürk ni Hürriyet se podían considerar medios opositores pues ambos evitaban la crítica directa al Gobierno, pero mantenían un estilo de periodismo profesional y equilibrado, que contrastaba con los titulares de gran parte de la prensa nacional, que a menudo competía por llamar "traidores" a cualquier grupo que hubiese sido blanco de un discurso del presidente.

"El AKP está construyendo un régimen opresivo y en este proceso no puede tolerar siquiera a quienes lo apoyan de forma moderada", opina Güleryüzlü.

Recuerda que falta poco más de año y medio para las cruciales elecciones legislativas y presidenciales de 2019, en las que una derrota de Erdogan significaría el fin de su proyecto y un descalabro del partido.

"El Gobierno ha forzado a Dogan a entregar todos sus medios a un empresario progubernamental. Con el actual estado de emergencia ya existe muy poco margen para las voces críticas, pero esta venta predice ataques aún mayores contra la libertad de prensa", advierte Gokhan Durmus, presidente de la Unión de Periodistas Turcos (TGS), en una conversación con Efe.

"Los primeros que perderán su trabajo serán quienes intenten hacer un periodismo equilibrado", asegura Durmus, y recuerda que cuando Demirören compró a Dogan los grandes diarios Milliyet y Vatan en 2011, "en poco tiempo despidió a 600 periodistas".

El paisaje mediático no es todavía homogéneo en Turquía, y en los kioscos se hallan titulares muy críticos con el Gobierno, como los de Sözcü, un periódico de tono nacionalista y populista, con 270.000 ejemplares, el tercero más vendido del país.

El mucho más prestigioso Cumhuriyet, de izquierda liberal, solo tiene una tirada de 35.000, seguido de dos diarios izquierdistas, Birgün, con 8.000 ejemplares, y Evrensel, con 5.000.

A todo esto se añade una ley, aprobada el miércoles, que amplía los poderes del Consejo Supremo de Radio y Televisión de Turquía (RTÜK) para que controle también las emisiones audiovisuales o radiofónicas por internet

El macroproceso contra 19 periodistas y empleados de Cumhuriyet por supuesta colaboración con terroristas, cuyas sentencias se esperan el próximo mes, no ha conseguido yugular el diario, pero tanto como la Judicatura aprietan los problemas económicos, ante la falta de empresas que quieran publicar anuncios en un diario opositor.

A todo esto se añade una ley, aprobada el miércoles, que amplía los poderes del Consejo Supremo de Radio y Televisión de Turquía (RTÜK) para que controle también las emisiones audiovisuales o radiofónicas por internet.

"Con esta ley se eliminan libertades por razones de seguridad y se silencia a la oposición", denunció a Efe Ismet Demirdogen, miembro de RTÜK del opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP).

"Casi no quedan medios para que la gente y la oposición se expresen, salvo internet", observó Demirdögen.

Con el ya habitual cierre de páginas incómodas por orden de un juzgado -que mantiene incluso la popular enciclopedia Wikipedia inaccesible en Turquía-, el espacio para leer algo que no sean los discursos de Erdogan se va reduciendo cada día más.

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