Etiopía inaugura este martes su polémica megapresa en el Nilo en medio de gran expectación

África

Se espera que la presa transforme el país al satisfacer las necesidades energéticas de sus 135 millones de habitantes a la vez que genere divisas por la exportación de electricidad

Construcción de la megapresa del río Nilo en Etiopía.
Construcción de la megapresa del río Nilo en Etiopía. / EFE/Str/Archivo
Simon Birhane/EFE

08 de septiembre 2025 - 11:57

Adis Abeba/En medio de una gran expectación, Etiopía inaugura este martes su polémica Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD, por su nombre en inglés), la mayor planta hidroeléctrica de África y construida en el Nilo Azul, pese al rechazo de países ribereños como Egipto y Sudán.

El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, que considera la GERD un "símbolo de la soberanía y la unidad nacional", anunció este julio ante el Parlamento la finalización del proyecto, construido en la región de Benishangul-Gumuz (oeste), a 15 kilómetros de la frontera con Sudán.

"Nada nos impedirá inaugurarla (...) Hay quienes intentan desestabilizarla antes de la ceremonia", afirmó Abiy, quien invitó a Egipto, Sudán y al resto de países de la cuenca del Nilo a participar en el acto.

El Gobierno etíope no ha facilitado aún una lista de los dignatarios que asistirán a la histórica cita, prevista en vísperas del Año Nuevo etíope, que se celebra este jueves. Sí acudirá al evento el presidente de la vecina Kenia, William Ruto, como "invitado principal", reveló este domingo la Presidencia keniana, que describió la GERD como un "símbolo de la autosuficiencia de África".

Se espera que la presa transforme el sector energético de Etiopía al satisfacer las necesidades energéticas de sus 135 millones de habitantes, a la vez que genere divisas mediante la exportación de electricidad a los países vecinos.

El proyecto se ha convertido en un poderoso símbolo de orgullo nacional y ha impulsado un auge del nacionalismo etíope

Más allá de su potencial económico, el proyecto se ha convertido en un poderoso símbolo de orgullo nacional y ha impulsado un auge del nacionalismo etíope, uniendo a una población a menudo dividida por tensiones étnicas y políticas.

"Es como un sueño ver a mi nación avanzar hacia la autosuficiencia y la productividad. Es un proyecto que parecía un sueño ambicioso hace tan solo unos años", declaró a EFE Aselefech Tsegaye, propietaria de una pequeña empresa de la ciudad de Shashemene (sur).

Para Sintayehu Mersha, de 57 años, un agricultor del sur del país que ha vivido sin acceso a la electricidad y dependido de lámparas de queroseno toda su vida, la presa representa un cambio transformador de la oscuridad a la luz. "Con acceso a la energía eléctrica, estoy seguro de que agricultores como yo seremos más productivos", declaró Sintayehu a EFE por teléfono.

Bereket Ghessese, residente de Mekele, capital de la región norteña de Tigré, que vivió una guerra civil entre 2020 y 2022, comparte una opinión similar. "La presa es un bien común del que todos podemos enorgullecernos y algo que une a todos los segmentos de la sociedad etíope", aseguró a EFE Bereket.

El entusiasmo de Etiopía contrasta con la desconfianza de Egipto y Sudán, pues consideran que la GERD amenaza su seguridad hídrica y vulnera acuerdos históricos sobre el uso del agua del Nilo. "La seguridad hídrica de Sudán y Egipto constituye un todo indivisible", advirtieron ambos países en un comunicado conjunto el pasado día 3.

Valorada en unos 5.000 millones de dólares, es capaz de generar más de 5,15 gigavatios de electricidad en 1.874 kilómetros cuadrados

Pese a las repetidas garantías de Etiopía de que el proyecto no causaría daños significativos, los tres países no han logrado llegar a un acuerdo en las sucesivas negociaciones que han tenido lugar desde 2015, y Egipto y Sudán han acusado al Gobierno etíope de proceder con las fases del llenado de la presa de manera unilateral.

El ministro etíope de Agua y Energía, Habtamu Itefa, cree que esas reservas no se basan en hechos.

"El desarrollo etíope no perjudicará a nuestros vecinos egipcios. Lo que digo no es solo una teoría; está respaldado por hechos, y la realidad es clara ahora: el Nilo nos pertenece a todos", afirmó a EFE el ministro.

El Nilo, cuya cuenca hidrográfica abarca once países, tiene dos afluentes principales: el Nilo Blanco, que se origina en la región de los Grandes Lagos; y el Nilo Azul, que empieza en el lago Tana de Etiopía y aporta al río el 85% de su agua.

Los dos caudales tributarios se unen al norte de Jartum y, desde ahí, el río atraviesa Sudán y Egipto hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.

En el Nilo Azul, Etiopía empezó en 2011 a edificar la presa con el fin de garantizar recursos hídricos y exportar electricidad para impulsar su desarrollo.

La GERD, valorada en unos 5.000 millones de dólares (cerca de 4.300 millones de euros), es capaz de generar más de 5,15 gigavatios de electricidad en una superficie máxima de 1.874 kilómetros cuadrados.

Egipto, Etiopía y Sudán acordaron en 2015 que la construcción del megaproyecto no debía afectar a la economía, al caudal del río y a la seguridad hidroeléctrica de ninguno de los tres Estados ribereños, pero desde entonces han prevalecido las desavenencias, que siguen siendo un desafío.

Ese acuerdo daba a Egipto el uso del 75% de las aguas y a Sudán el 25%, sin reconocer los derechos del país en donde nacen las aguas

La gestión de las aguas del río ha sido fuente de polémica desde el acuerdo del Nilo, firmado en 1959 por Egipto y Sudán, el cual Etiopía no reconoce ya que nunca fue invitado a participar y del que dice que es fruto de un acuerdo colonial que solo buscaba garantizar el acceso al agua de ambos protectorados británicos.

Ese acuerdo daba a Egipto el uso del 75% de las aguas y a Sudán el 25%, sin reconocer los derechos del país en donde nacen las aguas.

Las tensiones se intensificaron en 2011 con el inicio de las obras de la presa, que Egipto y Sudán consideran una amenaza debido a su posible impacto en el caudal del río, del cual dependen casi en exclusiva para el riego y abastecimiento de agua potable.

En 2015, los tres países firmaron un acuerdo en Jartum que establecía que la presa no debe afectar a la economía, al caudal del río y la seguridad alimentaria de ninguno de ellos.

En ese principio de acuerdo, se reconocía el derecho legítimo de Etiopía a construir la presa y utilizar las aguas del Nilo Azul, pero se establecía el compromiso de utilizar el agua de manera equitativa sin causar daños a los demás países ribereños.

Etiopía, Egipto y Sudán acordaron entonces que el llenado y la operación de la presa se llevarían a cabo tras negociaciones técnicas y con mecanismos de cooperación para regular su actividad en períodos de sequía. Pese a ello, estos últimos aspectos han sido desde entonces el principal punto de desencuentro y han provocado sucesivos fracasos de las negociaciones.

Desde 2018, primero con la mediación de la Unión Africana y posteriormente con la de Estados Unidos y el Banco Mundial, se han celebrado varias rondas de contactos que siempre han acabado en fracaso, mientras Etiopía procedía en paralelo a distintas fases de llenado de la presa de forma unilateral.

La última ronda de negociaciones tuvo lugar a finales de 2023 y, tras un nuevo fracaso, el gobierno de Egipto elevó el tono y amenazó con "defender su agua y su seguridad nacional".

Desde que comenzaron las negociaciones, la postura de Etiopía siempre ha sido la de apostar públicamente por el diálogo y la cooperación, hasta el punto de que el gobierno etíope ha invitado a Egipto y Sudán a la inauguración de la presa.

Sin embargo, en paralelo, ha realizado de manera unilateral los sucesivos procesos de llenado hasta llegar hace un año al quinto, que fue denunciado por Egipto ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Incluso el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, instó recientemente un acuerdo al considerar que la presa "se ha convertido en un problema muy grave".

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