El exilio tibetano busca apoyo ante el riesgo de que China elija a su propio dalái lama
Tíbet
El dalái lama ha trazado una ruta para encontrar a su reencarnación, pero Pekín se niega a reconocerla
Dharamshala (India)/La búsqueda de la reencarnación del dalái lama, quien este domingo cumple 90 años, ha vuelto a la actualidad después de que el líder espiritual tibetano anunciara los pasos a seguir para su sucesión y China no los aceptara. Ante el temor a un futuro con dos monjes con ese cargo, uno controlado por Pekín, los exiliados y varias ONG han buscado apoyo en la sede de la ONU en Ginebra.
Activistas y tibetanos en el exilio celebraron en los márgenes del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas un acto para recabar respaldo internacionales y rechazar toda injerencia del Gobierno chino en el proceso de búsqueda de la 15ª reencarnación del dalái lama. En el acto participó a través de un mensaje de video la relatora de la ONU para la libertad religiosa, Nazila Ghanea, quien recordó "el derecho de los creyentes a designar su propio clero y sus líderes religiosos, de acuerdo con sus propias tradiciones".
El miércoles 2 de julio, el dalái lama anunció que su sucesor y reencarnación sería buscado tras su muerte y de forma exclusiva por una fundación creada por él, el Gaden Phodrang Trust. "Ninguna otra persona o entidad, incluyendo el Gobierno chino, tiene derecho a interferir en esta decisión", comentó en el acto en Ginebra la presidenta de la Campaña Internacional por el Tíbet, Tencho Gyatso.
Con ese esperado anuncio se ponía fin a décadas de especulación en las que él mismo dalái lama había llegado a teorizar que él podría ser el último en una línea de 600 años de reencarnaciones, que podría reencarnar como mujer, o también una ser "emanación" en lugar de una "reencarnación", es decir, alguien elegido antes de su muerte.
Ese mismo 2 de julio, el Gobierno chino ponía sus propias condiciones para la búsqueda de la reencarnación
Ese mismo 2 de julio, el Gobierno chino ponía sus propias condiciones para la búsqueda de la reencarnación –en 2007 promulgó una ley para regular ésta y otras elecciones de "budas vivientes"– y advertía que la sucesión debía ser aprobada por el régimen comunista.
"Es totalmente inapropiado que los comunistas chinos, que rechazan explícitamente la religión o la idea de encarnaciones pasadas y futuras, intervengan en la búsqueda de futuros lamas", aseguró al respecto Gyatso desde Ginebra. El esperado desacuerdo, de no resolverse en el futuro, puede terminar en la selección de dos dalái lamas, uno designado por Pekín y otro elegido por la fundación del actual, seguramente fuera de China para evitar que sufra represalias por parte de las autoridades comunistas.
El temor a que esto suceda está basado en que esta situación ya se da con la figura del panchen lama, la segunda figura religiosa más importante del budismo tibetano. El que fue reconocido en 1995 por el dalái lama desde su exilio en Dharamsala (India) desapareció con seis años, poco después de su designación, y su paradero sigue siendo desconocido tres décadas después. En su lugar, otro niño que entonces contaba cinco años fue reconocido como el panchen lama por las autoridades chinas y es actualmente considerado un títere del régimen, por sus frecuentes declaraciones a favor de la subordinación del budismo tibetano al Partido Comunista.
"Sólo a la fuerza logra el Gobierno chino que los tibetanos se inclinen ante este falso panchen lama", contó en Ginebra el experto en el Tíbet y antiguo profesor en la Universidad de Nacionalidades de Chengdú, Gyal Lo. "Yo mismo he visto cómo lo llevaban a lugares tibetanos y tenían que pagar a la gente para rendirle homenaje. Antes bastaban 50 yuanes (siete dólares), ahora tienen que pagar diez veces más", relató.
La incertidumbre se mantiene tras los anuncios de esta semana: aunque en el exilio existe la creencia de que el actual dalái lama vivirá 40 años más, el temor a perder a una figura de gran prestigio global, premiado con el Nobel de la Paz de 1989, pesa para una comunidad que defiende su derecho a liberarse de la ocupación militar china de 1959.
La historia de cómo un niño se convierte en un dios viviente comienza como una leyenda. En 1937, en la remota aldea de Taktser, monjes de alto rango buscaban la reencarnación del decimotercer dalái lama. Guiados por visiones y presagios, encontraron a Lhamo Dhondup, un niño de dos años nacido en una modesta familia de agricultores.
El niño identificó los objetos personales del líder fallecido, un acto que selló su destino. Dejó de ser Lhamo para convertirse en Tenzin Gyatso, el 14º dalái lama, y fue trasladado al majestuoso Palacio de Potala en Lhasa para iniciar una vida de estudio y reclusión.
A los 15 años, la invasión china de 1950 lo forzó a asumir el poder político absoluto. El niño-dios se convirtió en jefe de Estado de la noche a la mañana
Su infancia se fracturó abruptamente. Mientras se sumergía en la profunda filosofía budista, la lógica y el sánscrito, el mundo exterior se derrumbaba sobre el Tíbet. A los 15 años, la invasión china de 1950 lo forzó a asumir el poder político absoluto. El niño-dios se convirtió en jefe de Estado de la noche a la mañana, intentando proteger a su pueblo de una potencia abrumadora.
Durante nueve años, se encontró con la geopolítica, un enfrentamiento desigual que culminó en 1959. Tras una brutal represión contra un levantamiento nacional, Tenzin Gyatso, con solo 23 años, huyó a pie a través de los Himalayas hacia un exilio del que nunca regresó.
Desde Dharamshala, la "pequeña Lhasa" en la India, el dalái lama se transformó. El líder de una nación aislada se convirtió en un ícono global. Sin embargo, esa misma exposición global ha hecho que su figura no esté exenta de polémicas que han puesto a prueba su estatus. En 2023, un video se hizo viral mostrándolo besar a un niño en los labios y pedirle que "chupara su lengua". El incidente provocó una fuerte condena internacional y un profundo debate.
Desde su oficina se emitió una disculpa pública en la que se lamentaba el daño causado, argumentando que el gesto había sido una forma de expresión juguetona y culturalmente tibetana. El episodio subrayó de forma cruda la brecha entre un anciano de una tradición milenaria y las sensibilidades del siglo XXI, añadiendo una inesperada y terrenal complejidad a su divina imagen.
Pero mientras su influencia espiritual crece, su cuerpo sigue el curso inevitable de la naturaleza. Hoy, el lama envejece. Sus pasos son más lentos y ha cedido todo el poder político a un liderazgo democrático elegido por la diáspora. La pregunta, humana y a la vez trascendental, flota en el aire del Himalaya: ¿Qué ocurre cuando un dios mortal se prepara para morir? La cuestión de su sucesión es un nudo de tensión espiritual y política, con Pekín reclamando el derecho de nombrar a su sucesor.
Pero para Tenzin Gyatso, la preocupación parece ser otra. En sus discursos, a menudo se refiere a sí mismo como un "simple monje budista". Quizás su mayor enseñanza no provenga de los textos sagrados que domina, sino de su propia existencia, la de un ser venerado como la manifestación de la compasión infinita, que ha vivido la pérdida, el exilio y ahora, la vejez. Una existencia sencilla que, sin embargo, se ha convertido en el último campo de batalla entre la fe de un pueblo y la voluntad de una superpotencia.