"No me quiero quedar en México porque el Gobierno es amigo de los Castro"

Desde la implementación del Tratado de Protección al Migrante los cubanos, al igual que el resto de los latinoamericanos, deben esperar del lado mexicano la cita en la corte

Mario J. Pentón/ 14ymedio

08 de septiembre 2019 - 15:04

Miami/Mairen Barbara Almora abandonó su profesión de enfermera cuando la presionaron para que fuera a Venezuela como "internacionalista".

Desde entonces fue agente de seguros, vendedora de artículos de fiesta y fotógrafa. Todo para no depender nunca más de un salario estatal ni tener que defender "una ideología" en la que no cree. Sin embargo, en Cuba a quienes buscan prosperar el Gobierno les pone zancadillas.

"No me quedó otra opción que irme de mi país. Todos los días tenía un inspector esperando en la puerta de la casa. Multas, registros policiales, decomisos, amenazas... O me iba o terminaría en una cárcel", dijo en una entrevista reciente en la ciudad de Matamoros, al norte de México.

Desde hace tres meses Almora, su esposo y sus dos hijos esperan en la frontera mexicana un turno para comparecer ante un juez y pedir asilo en Estados Unidos. Desde la implementación del Tratado de Protección al Migrante los cubanos, al igual que el resto de los latinoamericanos, deben esperar del lado mexicano la cita en la corte.

Pensábamos que podríamos defender nuestro caso en Estados Unidos donde tenemos amigos que están dispuestos a recibirnos y pagar por nuestra estancia, pero todo cambió de repente y desde entonces estamos varados"

"La frontera es un caos. En cada puente hay una ley diferente. Cuando llegamos aquí no se estaba implementando el acuerdo. Pensábamos que podríamos defender nuestro caso en Estados Unidos donde tenemos amigos que están dispuestos a recibirnos y pagar por nuestra estancia, pero todo cambió de repente y desde entonces estamos varados", cuenta.

Los inmigrantes llegan a la frontera del lado mexicano y solicitan ser incluidos en una lista de espera con miles de solicitantes que manejan las autoridades locales. Al llegar su turno, después de semanas, son formados en pequeños grupos de menos de 15 personas y se dirigen, custodiados, al lado estadounidense de la frontera.Una vez en Estados Unidos, las autoridades procesan su solicitud de asilo y permanecen detenidos al menos dos días. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP) recoge los datos personales e inicia el proceso de solicitud de asilo. Después son regresados a México con una fecha para presentarse nuevamente en la frontera para ser llevados ante un juez de inmigración.

En México el Instituto Nacional de Migración extiende a los inmigrantes un permiso de residencia temporal. Cuando llegue la fecha, que tarda meses, y los inmigrantes comparezcan ante el juez de inmigración de EE UU, en caso de que les sea concedido el asilo pueden quedarse en ese país. De lo contrario, son regresados a México.

"Desde que llegamos el niño tuvo mucha fiebre. Después me enfermé yo. Hemos vivido con miedo cada día desde que estamos aquí. Esta es una ciudad muy peligrosa y México no tiene condiciones para ser un país seguro", explica Almora, quien espera una audiencia a finales de septiembre.

Uno de los momentos más difíciles para Almora fue cuando su niño, de nueve años, comenzó a llorar desconsoladamente en el centro de detención donde pasaron 48 horas en Brownsville. "Un oficial de inmigración me dijo que esa era la consecuencia de traer a mis hijos a pasar por esto. Entiendo que él no sepa cómo se viva en Cuba y por qué yo tengo que traer a mis hijos a pasar por esto para acabar de sentirnos libres", relata ahogada por la emoción.

"Un oficial de inmigración me dijo que esa era la consecuencia de traer a mis hijos a pasar por esto. Entiendo que él no sepa cómo se viva en Cuba"

"No me arrepiento. Confío en la justicia del Gobierno americano y que nos den nuestro asilo político", agrega.

Las leyes que permiten pedir asilo en la frontera han sido criticadas por la Administración del presidente Trump, que ve en ellas un resquicio que permite la entrada de miles de personas cada año al país alegando persecución. El Gobierno anunció el 15 de julio que cualquier inmigrante que solicite asilo en Estados Unidos debe pedirlo antes en uno de los países que atraviese durante su trayecto hacia la frontera. En la frontera sur solo California y Arizona están exentos de este requisito, aunque Trump ha pedido a la Corte Suprema que se aplique a todo el país.

No lejos de la habitación que alquila Almora una familia solidaria del sur de la Florida, Mariela Cervantes y su esposo René Saborido, han revolucionado la comida regional al introducir el congrí matamorense, una variedad mexicanizada del plato tradicional cubano.

"Aquí viene gente de todo el mundo a comer el congrí que ellos hacen. Venezolanos, cubanos, africanos. Gracias a su sazón nuestro restaurante ha crecido mucho", dice doña Raquel, la dueña del local Gorditas, donde trabajan los cubanos.

"Ella me trajo aquí para que fregara los platos y ayudara en la cocina. Entonces se me ocurrió hacer comida cubana para los hermanos cubanos que están en el puente durmiendo en el suelo y ha sido todo un éxito", explica Cervantes, de 43 años.

Ella y su esposo huyeron de Cuba porque por sus ideas fueron amenazados con la cárcel. Saborido tiene en sus brazos tatuadas dos consignas de la oposición, "cambio" y "libertad".

"Nosotros quisimos hacer una paladar pero no nos dejaron. En Cuba si no estás con ellos no te dejan hacer nada. A mi marido la policía le impedía trabajar, le decomisaban los productos con los que arreglaba colchones y en las empresas estatales no le daban trabajo por sus tatuajes", añade.

"Cansado de humillaciones", esperó al oficial de policía y le dio una paliza. Después de eso se fue a La Habana y tomó el primer avión con destino a Nicaragua

Saborido contó cómo un jefe de sector de la policía le rompió los colchones que había comprado para revender por las calles. "Ese era el modo en que operaban. Me rompían los colchones o me los decomisaban y después me decían: vete para tu casa. Todo el tiempo intentaban hacerme sentir nada al lado de ellos y que tenían todo el poder y la autoridad para hacer lo que les diera la gana".

A finales de diciembre de 2018, Saborido, "cansado de humillaciones", esperó al oficial de policía y le dio una paliza. Después de eso se fue a La Habana y tomó el primer avión con destino a Nicaragua."Para escapar de Cuba pagué más de 1.500 dólares a un militar en La Habana. Lo digo ahora porque ya estoy libre y no tengo miedo. Nunca fui un adepto del sistema instaurado por los Castro. Siempre lo detesté y lo seguiré haciendo. Es un cáncer que ha devorado a nuestro país", agrega emocionado.

Tanto Saborido como su esposa dicen que no regresarán a Cuba hasta que la vean libre. "No me quiero quedar en México porque el Gobierno de aquí es amigo de los Castro. Este no es un país seguro para mí. Desde aquí me pueden deportar a Cuba. Mi sueño es llegar a Estados Unidos y trabajar duro. Vivir libre en la tierra de la libertad".

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Nota de la Redacción: Este artículo forma parte de un proyecto realizado por El Nuevo Herald/Miami Herald, el diario 14ymedio y Radio Ambulante con el auspicio del Pulitzer Center on Crisis Reporting.

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