¡Ay, Amelia!

Los transéuntes y vecinos hallan pedazos del mural de cerámica del hotel Habana Libre en las calles

Varios internautas han denunciado que algunas de las piezas del mural de Amelia Peláez están tiradas en la calle. (Facebook)
Varios internautas han denunciado que algunas de las piezas del mural de Amelia Peláez están tiradas en la calle. (Facebook)
Marcelo Hernández

19 de julio 2019 - 14:07

La Habana/Hay edificios, monumentos o simples esquinas que, de tan familiares, apenas si reparamos en ellos. Así ha sido por décadas el mural de cerámica creado por la artista Amelia Peláez y que adornaba hasta hace poco la fachada del hotel Habana Libre. Con sus 670 metros cuadrados, la obra fue retirada recientemente para una restauración que ha estado rodeada de críticas, especialmente porque varios transeúntes que pasan por la céntrica esquina habanera de 23 y L se han encontrado en el suelo parte de los mosaicos que la componen.

Cuando comenzaron a colocarse en enero de 1959, las teselas blancas, negras, grises y de ocho gradaciones de azul provenientes de Murano, en Italia, el país vivía una sacudida que tuvo parte de su epicentro justo en el imponente hotel, llamado entonces Habana Hilton y considerado el más alto de toda América Latina. En su interior, un joven Fidel Castro ubicó su puesto de mando desde el que cambió radicalmente la realidad de la Isla, mientras en la fachada poco a poco -de izquierda a derecha- se iban colocando las pequeñas piezas de la obra que Peláez llamó Las frutas cubanas.

Cuando comenzaron a colocarse en enero de 1959, las teselas blancas, negras, grises y de ocho gradaciones de azul provenientes de Murano, en Italia, el país vivía una sacudida

El mural ha vivido todo tipo de momentos, no solo en una historia nacional convulsa sino que su propia estructura comenzó a desprenderse apenas un poco más de un año después de ser emplazada. Tuvo que ser eliminado totalmente y esperar más de tres décadas hasta que, en 1997, volvió a colocarse en la fachada del hotel. Para garantizar su permanencia se le pusieron además paneles de hormigón reforzado sobre los que se armaron nuevamente los mosaicos.

Ahora, las casi siete millones de piezas cúbicas, hechas con pasta de vidrio coloreado, ya no están en el lugar y la duda de su conservación y posible retorno se cierne sobre los habaneros. Los mismos que hace unas semanas denunciaron en las redes sociales la destrucción de parte de la acera de La Rampa donde están ubicados otros mosaicos de artistas nacionales como Wifredo Lam, René Portocarrero, Hugo Consuegra, Mariano Rodríguez, Cundo Bermúdez y la propia Peláez. Aquella chapucería de la Unión Eléctrica ha dejado la desconfianza a flor de piel hacia esta nueva restauración.

"Pasé por la 23 y me encontré estos fragmentos del mural", denuncia un internauta en la red social Facebook. "Estaban tirados ahí como si fueran basura", remacha. El profesor e investigador Julio César Guanche también ofrece otros detalles sobre el destrozo. "En el área de la piscina estaban barriendo restos del mural de Amelia, había teselas esparcidas por el piso como para llenar un par de sacos, muchas muy dañadas y obviamente para botar. Agarré varios puñados y tengo como 3 libras en mi casa".

"Pasé por la 23 y me encontré estos fragmentos del mural", denuncia un internauta en la red social Facebook

Guanche recuerda que hace como 15 años dijeron que restaurarían el mural, pero no fue así. "Las piezas originales son de 1-2 centímetros, cada color con su densidad y brillo específico, algunos con reflejos metálicos o semitransparentes. En lugar de fundir réplicas de los faltantes, lo que hicieron fue imprimir unos azulejos (tamaño ferretería de Carlos III) y cementarlos sobre el original", lamenta.

"Ahora simplemente están arrancando las losas impresas y las teselas que quedaban abajo vuelan en todas direcciones", explica Guanche. Mientras los diminutos trozos del mural se esparcen por varias calles a la redonda y algunos vecinos los guardan como piezas de una obra perdida irremediablemente, en la fachada del Habana Libre ya no asoman las frutas de Amelia Peláez, esas que acompañaron la vida de la ciudad "en las duras y las maduras", como dice un vecino.

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