“No se puede vender congrí porque tenemos que cumplir el plan”

Los empleados estatales eliminan el tradicional plato del menú para cumplir con las exigencias de venta de la administración

La Parrillada de Puli era un lugar muy visitado en la región oriental. (14ymedio)
La Parrillada de Puli era un lugar muy visitado en la región oriental. (14ymedio)
Leonardo del Valle

07 de agosto 2018 - 20:39

Holguín/El sol del mediodía azotaba el techo de zinc del complejo recreativo Brisas de Yareyal donde, en medio de una humedad infernal, Rolando disfrutaba de una cerveza bien fría mientras pedía a la camarera arroz congrí y masas de cerdo.

“Se nos acabó el congrí y tampoco tengo masas de cerdo”. Rolando, un cubanoamericano que estaba de visita en la Isla, respiró profundo para contener su disgusto ante la respuesta desganada de la empleada. El restaurante acaba de abrir y ya no tenía nada que ofrecer a sus clientes. Pidió la cuenta y se fue.

Brisas de Yareyal, fundado a finales de los años cincuenta, fue una de las parrilladas más concurridas del oriente cubano. Benny Moré, Rosita Fornés y Farah María se contaban entre los que lo visitaban asiduamente. De esos tiempos de gloria solo quedan recuerdos.

“No podemos vender congrí porque el bajo precio de la ración no nos permite cumplir el plan de ventas”, dijo bajo condición de anonimato una empleada del lugar a 14ymedio. El Estado obliga a los administradores de cada restaurante a elaborar un plan de ventas diario. Del cumplimiento de ese plan depende la estimulación de los trabajadores.

Brisas de Yareyal, fundado a finales de los años cincuenta, fue una de las parrilladas más concurridas del oriente cubano

“A los trabajadores de gastronomía en todo Holguín nos exigen ofrecer otros tipos de arroces, con pollo, vegetales o perritos calientes, para que se encarezca el plato y podamos cumplir el plan”, explicó. El salario de las camareras en este tipo de establecimientos es de 255 pesos (unos 11 dólares).

Brisas de Yareyal floreció durante los años del subsidio soviético. Rafael Zaldívar Salas, Puly, el cocinero que trabajó allí desde 1957, convirtió la parrillada en un arte. Merecedor de múltiples premios internacionales, ligó su destino al lugar. Con la llegada de los años noventa los suministros se agotaron y con ellos la vida del chef.A principios de 2018 concluyó una etapa de reforma que modificó casi totalmente la estructura del espacio, quedando solo uno de los cinco frescos ranchones con los que contaba el establecimiento. Con un diseño bastante pobre, común e incómodo, en febrero pasado reabrió sus puertas La Parrillada de Puly.

Un pequeño museo reúne las reseñas de la prensa sobre la antigua parrillada, una estatua de Puly a tamaño natural, los uniformes que utilizaba y las medallas que ganó.

El Estado obliga a los administradores de cada restaurante a elaborar un plan de ventas diario. Del cumplimiento de ese plan depende la estimulación de los trabajadores

Contiguo al ranchón está una cafetería de la cadena Palmares. Su oferta en CUC es variada, sándwiches de jamón y queso, maltas, refrescos, helados, cervezas. Sin dudas allí las brisas soplan más frescas que en La Parrillada de Puly.

“Vinimos desde Holguín a celebrar el cumpleaños de mi abuelita y realmente la oferta deja bastante que desear”, comentó a 14ymedio un comensal que lamentó que solo vendieran bebidas alcohólicas en CUC y ningún refresco en CUP.

“Menos mal que la abuela y los niños no toman ron”, bromeó. Para comprar refrescos tuvieron que ir a la cafetería Palmares y pagarlos en CUC.

Las carnes nunca aparecieron sobre la parrilla. Alguna que otra mosca revoloteaba y la camarera displicente se movía entre las mesas recogiendo las órdenes. Una y otra vez repetía con calma, sin prisa pero sin pausa: “El congrí se nos terminó ¿Desean arroz con pollo?”

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