Céspedes, el "pueblo cárcel" de Joanna Columbié

Durante su estancia en La Habana, Joanna Columbié desarrolló un intenso activismo dentro del Movimiento Somos+, la Academia 1010 y el trabajo de reportera independiente. )14ymedio)
Durante su estancia en La Habana, Joanna Columbié desarrolló un intenso activismo dentro del Movimiento Somos+, la Academia 1010 y el trabajo de reportera independiente. (14ymedio)
Luz Escobar

08 de junio 2017 - 12:23

La Habana/El único ingenio azucarero que molió durante la pasada zafra está ahora reducido al silencio, apenas roto por el pequeño tumulto de los internautas en las tres zonas wifi recién abiertas en el municipio camagüeyano de Céspedes. Así es el "pueblo cárcel" donde la activista Joanna Columbié ha sido desterrada por las autoridades.

Desde que el pasado 2 de junio fue deportada de La Habana por la Seguridad del Estado, la directora de la Academia 1010 y miembro del Movimiento Somos+ tiene prohibido volver a la capital. Los oficiales que la interrogaron durante una semana en el Centro de Detención Vivac le advirtieron que si lo hace, la devolverán, una y otra vez, al poblado donde tiene su residencia permanente.

Céspedes es como una trampa de estrechos barrotes. El barrio donde vive Columbié está lleno de exmilitares y militantes del Partido Comunista. Una buena parte la vigila y está pendiente de que no vuelva a su activismo habanero. Muchos cuchichean cuando la ven pasar, porque el "caso Joanna" ha roto la abulia del lugar y da pie a todo tipo de rumores.

El barrio donde vive Columbié está lleno de exmilitares y militantes del Partido Comunista. Una buena parte la vigila y está pendiente de que no vuelva a su activismo habanero

El refrán de "pueblo chiquito infierno grande" encaja con lo que vive la deportada. En Céspedes solo hay tres paladares, los más jóvenes se quejan de que no existe ninguna discoteca y los fines de semana un viejo ranchón se convierte en un improvisado centro nocturno. "La Alameda es el único lugar donde hay cierto movimiento cultural", aclara.

Ahora mismo, lo más trepidante que ocurre en el poblado es el regreso de esa "díscola" vecina que se había ido para La Habana "a hacer política", advierten algunos vecinos consultados.

El retorno "ha atrasado mi trabajo y otros planes personales y voy a tener que posponer o cambiar estrategias en los proyectos que estaba realizando", reconoce Columbié.

En la Academia independiente que dirige en La Habana se imparten nociones de activismo, derechos humanos y conocimientos legales, pero la opositora advierte que no hay límites geográficos que puedan detener su trabajo. "El primer ciclo de clases lo dirigí desde Céspedes, así que esto no va a cambiar la situación", sostiene.

Salir de Céspedes no es fácil. Hay tres ómnibus locales que parten hacia el cercano pueblo de Florida en la mañana, al mediodía y la noche. Los transportistas privados no brindan servicio después de la seis de la tarde y dentro del poblado todos se mueven en bicicleta y coches de caballos.

Columbié confía en que su regreso a La Habana "no tarde mucho" y pronuncia esas palabras con cierto dejo de picardía y misterio, a sabiendas de que su línea telefónica es un canal abierto a otros oídos. Aprovecha esa falta de privacidad para hacerles llegar el mensaje: "Volveré".

Al regreso forzado se le han sumado otras dificultades. A inicios de este año la vivienda de Columbié fue robada y muchas de sus pertenencias personales fueron saqueadas. La policía nunca encontró a los perpetradores. Ahora se ve obligada a habitar bajo un techo donde faltan hasta las sábanas sobre las que dormir.

Por suerte los ladrones no pudieron llevarse los sembrados de plátano, aguacate y guayaba que se levantan en su jardín. Esos cultivos y todas las experiencias que ha vivido en los últimos meses son el refugio cuando se indigna por la injusticia de la que ha sido víctima.

Después de su encierro en El Vivac la policía le levantó un acta de advertencia por actividad subversiva y propaganda enemiga. Este último delito puede acarrear una sanción de privación de libertad de uno a ocho años

Después de su encierro en El Vivac la policía le levantó un acta de advertencia por actividad subversiva y propaganda enemiga. Este último delito puede acarrear una sanción de privación de libertad de uno a ocho años, según el Código Penal.

A quienes conocían a Joanna cuando trabajaba en Educación y era una aplicada metodóloga que evaluaba profesores y planes de estudio, les cuesta trabajo entender su transformación. Durante 14 años fue investigadora y tutora de tesis de diploma. Recuerda haberse sentido "muy satisfecha" en su empleo y lamenta que la hayan expulsado "por las razones que lo hicieron".

Con frecuencia se encuentra con excolegas y estudiantes de aquella época. "Siguen en internet lo que está pasando con el Movimiento Somos+ y le dan un like en Facebook a algunas de nuestras publicaciones porque la juventud está pensando un poco diferente", dice Columbié.

A estos jóvenes destina su trabajo en la Academia 1010 porque "Cuba necesita líderes preparados para un proceso de democratización", advierte. Una labor que ahora tendrá que hacer desde su encierro en Céspedes, ese pueblo camagüeyano del que no puede salir.

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