Concilio Cubano, la semilla que no germinó

Hace 20 años, Leonel Morejón Almagro fraguó la idea de un evento que aglutinara a la oposición, pero nunca llegó a ocurrir

Miembros de la Comisión Política de Concilio Cubano reunidos en 2010. (conciliocubanopolitica)
Miembros de la Comisión Política de Concilio Cubano reunidos en 2010. (conciliocubanopolitica)
Reinaldo Escobar

24 de febrero 2016 - 10:25

La Habana/Pocos meses después de la crisis de los balseros de 1994, un joven abogado gestionaba un proyecto independiente de corte ecologista. Leonel Morejón Almagro iría más allá de su grupo Naturpaz para fraguar la idea de un evento que aglutinara a la oposición. Lo bautizó como Concilio Cubano, debió realizarse el 24 de febrero de 1996, hace veinte años, pero nunca llegó a ocurrir.

Los participantes de aquella iniciativa que aún viven en Cuba recuerdan que Morejón Almagro tocó las puertas de los principales figuras de la oposición para formar parte del grupo de apoyo a Concilio. Su falta de pedigrí en las lides políticas ayudó al jurista a ganar la confianza de muchos líderes de la disidencia cubana que mantenían reservas entre ellos. La novatada de querer unir allí donde la división había hecho mella, jugó a favor suyo y le permitió saltarse los caudillismos y los prejuicios.

Hoy, Morejón Almagro, radicado en Estados Unidos, refiere a este diario que la idea de aquella concertación le había surgido "como una respuesta inclusiva a la convocatoria del entonces canciller Roberto Robaina a la primera Conferencia la Nación y la Emigración". En la convocatoria oficial "solo invitaba a los grupos considerados por el propio Gobierno cubano como moderados" que eran en realidad "simpatizantes" del proceso, detalla.

El sueño de la unidad nunca estuvo más cerca de concretarse, opinan varios de los participantes de aquella idea

El 10 de octubre de 1995, en un aniversario del inicio de las guerras de independencia, se dio a conocer el llamamiento para realizar Concilio Cubano. La convocatoria aprovechó el efecto que la desintegración del campo socialista y el fracaso de la perestroika soviética habían provocado en la disidencia cubana. Muchos en el sector crítico compartían la esperanza de un cambio a corto plazo, y los sucesos del Maleconazo, en agosto de 1994, habían mostrado al mundo la insatisfacción social que crecía en la Isla.

En ese entorno maduró el objetivo de alcanzar la unidad de la oposición. La propuesta del abogado fue acogida con inusitado entusiasmo para un sector muy lastimado por las infiltraciones de la policía política y las continuas delaciones. A pesar de las reticencias iniciales, el proyecto avanzó y se creó un consejo nacional coordinador en el que Morejón Almagro ocupó el cargo de delegado y Lázaro González Valdés como vicedelegado.

En aquella fase preparatoria, rodeados de la más férrea vigilancia y en una sociedad donde el simple hecho de hacer una llamada telefónica constituía un problema, los gestores de la iniciativa fueron tejiendo una red frágil pero de figuras muy comprometidas con un cambio democrático en la Isla. Entraron en contacto activistas de disímiles tendencias, entre ellas Oswaldo Payá Sardiñas, del Movimiento Cristiano de Liberación (MCL), y Gustavo Arcos Bergnes, un asaltante al cuartel Moncada que lideraba la primera organización cubana defensora de los derechos humanos.

El sueño de la unidad nunca estuvo más cerca de concretarse, opinan varios de los participantes de aquella idea. Nombres como el del abogado René Gómez Manzano; la economista Martha Beatriz Roque; el socialdemócrata Vladimiro Roca; el profesor universitario Félix Bonne Carcasés; Elizardo Sánchez, fundador del Comité Cubano de Derechos Humanos; y Jesús Yáñez Pelletier, se unieron al intento de confluencia conocedores de los estragos que había traído la distancia entre proyectos y movimientos.

A finales de noviembre de ese año se hizo pública una declaración donde se enfatizaba que el objetivo de Concilio era preciso: "Crear un marco apropiado para el debate y el diseño de estrategias comunes". En aquel documento se reunían cuatro principios de sorprendente vigencia.

La represión del Gobierno sería el factor determinante para que no se lograra siquiera el primer encuentro entre todas las partes

"La determinación de trabajar por una transición absolutamente pacífica", una "amnistía incondicional para todos los prisioneros por motivos políticos", un "proceso de transformaciones jurídicas (...) para garantizar el respeto integral de los derechos humanos" y la necesidad de ofrecer garantías para que todos los cubanos "participen, sin exclusiones de clase alguna" en las decisiones del país. Estos eran los mínimos puntos en los que podían estar de acuerdo. Ir más allá hubiera significado dinamitar la unidad antes de siquiera asomarse a ella.

Morejón Almagro refiere a 14ymedio que como asesor jurídico del Partido Pro-Derechos Humanos de Cuba había podido "observar que las divisiones, fracciones, y las diferencias en tácticas y estrategias que los separaban dañaban la eficacia en la lucha pro-democracia". Consideraba que las fuerzas disidentes estaba en "la obligación de concertar las tácticas y estrategias"a lo que llamaba "un empujón parejo."

En un inicio y ante la posibilidad de que la represión impidiera el evento, se pensó en hacer en Costa Rica. "A propuesta de Arcos Bergnes, se decidió que fuera en Cuba", recuerda Gómez Manzano en conversación con este diario. Para ese momento ya se contaba con la confirmación de que asistirían alrededor de 150 organizaciones y se creó un grupo de apoyo también en el exilio. Morejón Almagro confiesa que no tenían un local para reunirse y que aunque hizo "gestiones con el presidente, o el director de Los Pastores por la Paz" este "se negó a ayudar o facilitar el local".

Para los gestores era terreno nuevo, que hacían a veces con pasos certeros y otras fallidos. "Faltó experiencia para organizar eficientemente el trabajo", reconoce el abogado de la corriente agramontista. "Se crearon comisiones por cercanía geográfica" y "a la luz de la experiencia que tenemos hoy, creo que aquella no fue la mejor elección", puntualiza Gómez Manzano. Para dirigir aquellos grupos se optó por "colocar no a los líderes principales, sino a gente nueva en la disidencia para que tuviera una oportunidad de fogueo".

Sin embargo, no solo la inexperiencia lastró la idea de hacer confluir en un proyecto a la oposición cubana. La represión del Gobierno sería el factor determinante para que no se lograra siquiera el primer encuentro entre todas las partes. El activista y presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, considera que "como proyecto político social Concilio Cubano fue en su día una expresión singular de la vocación unitaria que siempre ha existido entre los opositores cubanos". Pero "eso terminó cuando el Gobierno decidió aplastar el proyecto", asegura de manera tajante.

El golpe policial "liquidó las estructuras y el liderazgo", opina quien es considerado por muchos como el decano de los opositores en la Isla. Aunque advierte que la idea dejó "un legado" en su aspiración de "convertirse en una especie de parlamento opositor donde los activistas tuvieran la oportunidad de manifestarse y proponer ideas".

Vladimiro Roca aclara que "desde el primer momento se hizo una convocatoria lo más amplia posible donde ya se mencionaban las comisiones de trabajo sobre temas que serían discutidos en el plenario". El opositor recuerda que "se solicitó de forma oficial a la policía un permiso para realizar el encuentro". Fue Arcos Bergnes quien recibió la denegación de la solicitud. "Pero acordamos que de todas formas mantendríamos la intención de realizarlo", apunta.

En un relato del fallecido periodista Julio Martínez de la agencia Habana Press, se cuenta que en la noche del 10 de febrero se produjo una importante reunión secreta donde participaron 28 personas elegidas por las más estrictas reglas de la clandestinidad. Ni uno solo de los integrantes del Grupo de Apoyo fue invitado. Es allí donde se tomó el acuerdo de que el cónclave se haría el 24 de febrero, en coincidencia con otra importante fecha del calendario nacional: el Grito de Baire que dio inicio a la guerra de 1895.

En total se producirían más de 250 detenciones y arrestos domiciliarios

Esa misma noche se transmitió por Radio Martí la noticia de que los opositores se reunirían durante la histórica jornada en La Habana, "con la aprobación o sin la aprobación del Gobierno". La ola represiva no se hizo esperar. A Morejón Almagro la policía lo detuvo el 15 de febrero en plena calle y fue procesado por cargos por resistencia al arresto. Horas después, ocurrió lo mismo con Lázaro González Valdés. En total se producirían más de 250 detenciones y arrestos domiciliarios.

Dos días antes de la fecha, el líder opositor Héctor Palacios hizo circular una carta en la que anunciaba la suspensión del encuentro, pero el documento apenas pudo ser distribuido a tiempo por el grado de incomunicación que sufrían en ese momento los implicados. Los tiempos de Twitter, los teléfonos móviles y la viralidad de Facebook faltaba por llegar al menos tres lustros.

El 24 de febrero fueron derribadas las avionetas de Hermanos al Rescate donde fallecieron Armando Alejandre, Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales. Vladimiro Roca apunta que aquel derribo "minimizó la noticia de que la represión había impedido el evento". A su juicio, se trató de "una macabra maniobra del régimen para destacar que el conflicto de Cuba era frente a Estados Unidos y no como realmente ha sido entre el Gobierno y el pueblo". El opositor no recuerda ninguna "coordinación previa con Hermanos al Rescate. Esa fue una iniciativa de ellos que realizaron de forma inconsulta con nosotros", reitera.

Martha Beatriz Roque tiene un enfoque aún más crítico. "Aunque Concilio dio la excepcional oportunidad de reunir en un mismo proyecto a personas que era difícil creer que estuvieran juntas en algo, hubo un momento en el que todo aquello se nos fue de las manos y comenzó a agudizarse la peor característica de nuestra oposición, que es el afán de liderazgo".

La opositora refiere que "algunos sectores del exilio empezaron a darle apoyo a personas" que no eran, a su juicio, "las más idóneas y eso dañó mucho el proyecto". Según refiere, el grupo de apoyo perdió protagonismo. "Un buen día, mientras estábamos reunidos concretando propuestas y temas para las ponencias, nos enteramos de la decisión de la fecha del 24 de febrero, porque vino un muchacho en bicicleta y nos entregó por escrito la decisión", dice.

"Se nos fue de las manos y comenzó a agudizarse la peor característica de nuestra oposición, que es el afán de liderazgo”

"No hubo la posibilidad de madurar las ideas y de pensar mejor las cosas entre todos", apunta Roque. "Otro día nos enteramos de que a nombre de Concilio, Morejón Almagro había ido a ver al cardenal, había visitado la sede de la Unión de Europea y la Oficina de Intereses de Estados Unidos. Aquello parecía un teatro lleno de lentejuelas donde brillaba una figura".

No menos crítico resulta Félix Bonne Carcassés. Asegura: "Tuvimos unas esperanzas excesivas sobre lo que pretendíamos lograr". Adjudica el fracaso al "enrarecimiento de la atmósfera que propició la Seguridad del Estado", aunque considera que "Leonel era una persona muy compleja. Muy avispado. Él inventó todo aquello, puso fecha y creó expectativas. Para algunos era un charlatán cuyo propósito era irse del país".

"Nosotros no éramos conspiradores profesionales y estábamos bastante desamparados frente a las técnicas" de la policía política reconoce Bonne Carcassés. "No tengo pruebas de nada, pero pudo haber ocurrido cualquier cosa. Habrá que esperar algún día a que la historia descifre todo lo ocurrido".

Los disidentes consultados por 14ymedio reconocen que reeditar la experiencia de Concilio Cubano será muy difícil. Para Vladimiro Roca aquella semilla de consenso "no volverá a germinar" porque "hay demasiado protagonismo en los actores actuales. Tenemos que aprender mucho todavía".

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