La generación histórica ya es cosa del pasado

No existe una tesis oficial para determinar la expresión “generación histórica de la revolución cubana”

A partir de ahora, numerosas leyes deberán pasar al Parlamento para cumplir con los plazos previstos por la nueva Constitución. (Granma)
Si resulta correcta la hipótesis de que aquella legión de fieles es la materia humana que compone la renombrada generación histórica se puede concluir que dicho grupo ya es cosa del pasado. (Granma)
Reinaldo Escobar

12 de julio 2019 - 22:17

La Habana/Aunque la expresión “generación histórica de la revolución cubana” se ha venido usando para definir a un grupo específico de personas, no existe una tesis oficial a través de la cual pueda determinarse quiénes merecen estar incluidos en esa lista y cuáles formalidades debe alguien cumplir para aparecer y permanecer en ella.

Si se tratara de una definición académica sin conexión con la realidad del poder político, el título en cuestión podría tratarse en su condición meramente etaria y se le podría aplicar a cualquier persona nacida durante la primera mitad del pasado siglo con un mínimo rango de error.

Para los cubanos “indiscutiblemente jóvenes” nacidos en el siglo XXI, muchos de los que ostentan cargos importantes son considerados simplemente viejos. Es el caso de Esteban Lazo, actual presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, nacido en 1944, un hombre bisagra desde el punto de vista generacional, quien siendo joven cumplió todas las tareas y maduró entre los escabrosos peldaños de la dirigencia intermedia, pero que no es incluible en el parnaso político de la generación histórica.

Para ser reconocido como miembro de esta elite se requieren al menos tres requisitos adicionales: haber participado en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, abrazar la ideología comunista y, lo que parece más importante, haber demostrado una probada fidelidad a la cúpula de dicha generación.

Para los cubanos “indiscutiblemente jóvenes” nacidos en el siglo XXI, muchos de los que ostentan cargos importantes son considerados simplemente viejos

En su discurso para conmemorar el 9º aniversario del asalto al cuartel Moncada, pronunciado el 26 de julio de 1961 en la Ciudad Deportiva de Santiago de Cuba, Fidel Castro mencionó por primera vez en público la idea de crear una entidad unitaria que agrupara a las fuerzas que habían combatido contra la tiranía de Batista: el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular.

Con esta decisión se dejó fuera del reparto del poder a otros grupos, entre ellos la llamada Triple A, que era una derivación del Partido Auténtico liderado por el derrocado presidente Carlos Prío Socarrás, y a todos aquellos que pretendieron encontrar una salida pacífica a la dictadura.

Con las entidades elegidas por el comandante en jefe se fundaría las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) como base previa para la creación de una agrupación política más estrecha que se denominaría el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC).

Apenas transcurridos dos meses se inició el proceso de disolución de las organizaciones implicadas, pero no fue hasta el 8 de marzo de 1962 que se presentó la Dirección Nacional de las ORI con 24 integrantes de las tres organizaciones mencionadas. Tras una aguda crisis, el 26 de marzo de ese propio año, Fidel Castro decidió no esperar más y convirtió las ORI en el PURSC y de paso se colocó a la cabeza del nuevo partido.

Finalmente, el 3 de octubre de 1965, fue presentada una lista de cien personas que conformaban el Comité Central del recién nombrado Partido Comunista de Cuba. Este centenar de protagonistas son los únicos con satisfactorias credenciales para presentarse como la generación histórica de la revolución.

El de mayor edad de la lista era un militante del antiguo Partido Socialista Popular, Juan Marinello, ya fallecido, que nació en 1898; los más jóvenes, un grupo de cinco combatientes de la Sierra Maestra nacidos después de 1940 cuyo único sobreviviente en activo es Leopoldo Cintra Frías, a quien solo le faltan dos años para entrar en el club de los octogenarios y es hoy el actual ministro de las Fuerzas Armadas.

De esa generación solo permanecen en activo otros siete hombres, el 60 por ciento ha fallecido, más de 20 fueron defenestrados, el resto vegeta en una oscura jubilación

De aquella lista solo permanecen en activo otros siete hombres, el 60 por ciento ha fallecido, más de 20 fueron defenestrados, el resto vegeta en una oscura jubilación. Hay al menos una docena de nombres que ni siquiera tienen un archivo en Ecured, “la Wikipedia cubana”. Si resulta correcta la hipótesis de que aquella legión de fieles es la materia humana que compone la renombrada generación histórica se puede concluir que dicho grupo ya es cosa del pasado.

Todavía Raúl Castro es el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, su segundo al mando en esta organización es José Ramón Machado Ventura, detrás de ellos solo tiene un poder real, como vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, el legendario comandante Ramiro Valdés, el único de todos ellos que fue asaltante al cuartel Moncada, expedicionario del Granma y participante de la Invasión a Occidente. Tiene reputación de ser un hombre cruel y astuto y conserva una forma física envidiable para sus 87 años.

Si todo transcurre como está planificado, en abril de 2021 se realizará el 8º Congreso del PCC. Ya se ha nombrado a Miguel Díaz-Canel como seguro sucesor de Raúl Castro al frente del partido. A partir de ese momento la generación histórica ya no tendrá la capacidad física ni mental ni legal de firmar leyes o emitir decretos. Ni siquiera tendrá derecho a la voz o al voto.

Se puede especular hasta el infinito sobre lo que puede pasar por la mente de quienes, sentados alrededor de la mesa donde se toman las decisiones, se miren los unos a los otros sabiendo que estarán pensando lo mismo: que ya los históricos no están allí para fruncir el ceño y que toda una nación aguarda ansiosa un nuevo rumbo, una impronta diferente.

Pero ni siquiera existe la certeza de que se cumpla el plan.

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Nota de la Redacción: Este artículo ha sido publicado originalmente en el Anuario Internacional dedicado a Cuba por el centro de estudios de Barcelona CIDOB.

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