¿Cuba Dice o Cuba Hace?

Hombre lee la prensa en un parque de La Habana. (Luz Escobar)
Hombre lee la prensa en un parque de La Habana. (Luz Escobar)
Ignacio Varona

16 de julio 2014 - 17:30

La Habana/Transcurrido un año del noveno Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la prensa oficial hace balance de su trabajo. En el espacio Cuba Dice del noticiero estelar, varios reporteros indagaron este martes sobre cómo la población ve el papel de los medios nacionales. Las respuestas mostraron inconformidad no sólo con la labor de los periodistas, sino también con la falta de transparencia de instituciones y organismos estatales.

La principal queja de la población reside en la pobre respuesta y escasa solución de los problemas que ha tratado la prensa nacional. Según refirieron varios de los entrevistados, las entidades desoyen las críticas que se les hacen o responden con evasivas. Este problema no es privativo del periodismo oficial, pues el secretismo y la falta de autocrítica institucional afecta fundamentalmente al ciudadano.

Basta llamar a un ministerio para preguntar alguna información que debería ser de dominio público, como el resultado de la última zafra o la cantidad de consultorios médicos que tiene el país, para que inmediatamente una voz al otro lado de la línea nos pregunte: "¿Y usted a qué organismo pertenece?". La burocracia cubana se ha acostumbrado a actuar sin rendir cuentas y el periodismo oficial ha sido, por décadas, cómplice de esa situación.

El propio espacio informativo Cuba Dice es blanco también de fuertes críticas que se centran en la falta de continuidad de algunos temas y el estrecho marco de lo que se crítica o denuncia. "Siempre hablan de lo mismo, que si el funcionario tal, que si el administrador más cuál,... Nunca señalan al sistema como fuente de los problemas", refiere Víctor Chapman asiduo televidente.

Una broma popular inspirada en el nombre del programa televisivo refiere que "sí, ahora existe ya Cuba Dice, pero vamos a ver cuándo va a aparecer Cuba Hace". De reproches como ese se defendió el subdirector de Granma, Óscar Sánchez, quien aseguró que "a la prensa le toca decir, denunciar, no le toca hacer; hacer le toca a otros".

"El periodismo cubano está siendo desafiado por una sociedad que se descentraliza, especialmente por los cambios que está experimentando nuestro socialismo", asegura José Alejandro Rodríguez, quien lleva la sección Acuse de Recibo en el periódico Juventud Rebelde. Este periodista publica cartas enviadas por lectores donde manifiestan problemas que incluyen desde una fosa albañal rota en su barrio hasta la pérdida de un bulto postal.

A pesar de todas estas limitaciones la prensa oficial se ha esforzado en el último año por abordar temas más cercanos a la población y elevar el grado de la crítica de sus materiales. Esta urgencia ha estado dada en parte por la fuerte competencia que están representando los llamados "paquetes" o "combos" con compilaciones de series, programas televisivos y filmes, que circulan en el mercado informal. El aumento de los medios independientes, la aparición de las nuevas tecnologías que han potenciado el periodismo ciudadano y la denuncia cívica, espolean también a los disfuncionales medios nacionales.

La disyuntiva para el periodismo partidista ha sido comenzar a tocar ciertos espinosos asuntos o perder el control sobre la audiencia. Para ello ha traído nuevos rostros a la pantalla chica, comentaristas nacionales e internacionales más jóvenes, ha abierto programas de debate y ampliado los temas de la anquilosada Mesa Redonda, que entre uno y otro ataque a Estados Unidos, ahora desliza también especiales sobre el cáncer, las adicciones o el nuevo código del trabajo.

Las cartas de los lectores del periódico Granma se han constituido en espacio de catarsis sobre el mal trabajo de burócratas, funcionarios y entidades estatales. Los límites de lo permitido quedan claros: nada de cuestionamientos a la legitimidad de quienes dirigen el país, ni a la viabilidad del sistema, las instituciones policiales, la Seguridad del Estado, ni la política migratoria, las relaciones internacionales, las inversiones extranjeras o la gestión del presupuesto nacional, entre otros temas tabú.

La prensa oficial no puede desembarazarse de su principal limitación, la de constituir una herramienta periodística subordinada a un poder ideológico. De ahí que no pueda transitar la ruta del cuestionamiento a las decisiones gubernamentales. Su labor es mantener el status quo, no cambiarlo; justificar al poder, no colocarlo bajo el escrutinio público. Por esa larga subordinación política y financiera al Partido Comunista, ha perdido todo el carácter atrevido, reformador y cuestionador que debe tener cualquier periodismo.

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