Guayabita del Pinar: la tradición que resiste

Entrada de turistas a la fábrica de Guayabita del Pinar. (Juan Carlos Fernández/14ymedio)
Entrada de turistas a la fábrica de Guayabita del Pinar. (Juan Carlos Fernández/14ymedio)
Juan Carlos Fernández

01 de octubre 2015 - 12:26

Pinar del Río/Los bebedores la respetan y los pinareños la consideran su licor regional. Sin embargo, la Guayabita del Pinar es sobre todo el resultado final de una secuencia de nostalgia, emprendimiento y tesón que lucha por resistir a pesar de las dificultades con el envasado y el deterioro de su infraestructura.

Aún se conoce como La Casa Garay a la industria que fue nacionalizada en 1962 por el Gobierno cubano y que la burocracia insiste en designar como Fábrica Ceferino Fernández Viñas.

La tradición vinícola española se instaló en las tierras vueltabajeras y trajo parte de su testarudez y de su sabor. El influjo del antiguo dueño de la fábrica, Lucio Garay Zabala, aún se siente en este lugar en el que actualmente trabajan 33 obreros vinculados a la producción. Su empuje para los negocios aún corre de boca en boca por Pinar del Río pese a que han pasado más de 120 años desde que este vizcaíno llegó a la ciudad junto a su hermano Fulgencio, después de emigrar desde el lejano Bakio, cerca de Bilbao.

Lucio patentó la producción de Guayabita del Pinar movido por un buen olfato para encontrar un nicho de mercado unido a la observación de las costumbres locales, sobre todo después de ver cómo los vegueros locales colocaban la pequeña fruta de un arbusto dentro de las botellas de aguardiente, para obtener un alcohol de sabor más fuerte.

Las irregularidades en el abastecimiento de Guayabita del Pinar durante los primeros meses de este año hicieron saltar las alarmas de los consumidores

Mucho ha llovido y miles de tragos de Guayabita han pasado por la garganta de los pinareños desde entonces. Ahora, un símbolo de la región se enfrenta a los problemas de eficiencia que recorren al resto de las producciones del país.

Georgina ha pasado buena parte de su vida laboral en La Casa Garay y asegura que el licor no falta pero que estuvieron parados por falta de botellas "que vienen de importación". Ahora desea, no sin expresar con cierta dosis de incredulidad, que "se mantenga el suministro".

Las irregularidades en el abastecimiento de Guayabita del Pinar durante los primeros meses de este año hicieron saltar las alarmas de los consumidores. Entre ellos Ovidio, que define esta bebida como "una dama peligrosa". "Las mujeres más bellas, agradables y finas parecen inofensivas, pero cuando menos lo imaginas, ¡zas!, te sacan de circulación. La Guayabita es igual", opina.

La bebida, también conocida como el "coñac cubano", se presenta en dos variantes: dulce y seca. Su elaboración hoy en día difiere muy poco de cómo se hacía a finales del siglo XIX. "Casi todo el proceso continúa siendo manual, excepto el llenado y el tapado de las botellas que van a exportación o a las tiendas en moneda convertible", afirma Eladio, otro trabajador de la fábrica.

"Se han hecho algunas mejoras en maquinarias, pero la falta de piezas de repuesto las han paralizado", explica Eladio, que mantiene la esperanza en que la empresa invierta de nuevo en tecnología, como ha asegurado a los trabajadores. Cada día decenas de turistas llegan para recorrer, en una visita pagada, los salones donde se materializó el emprendimiento de Garay Zabala.

La mayoría de los bebedores de Guayabita en la ciudad pinareña, sin embargo, se reúnen en la Asociación Culinaria Provincial. En una modesta terraza de la calle Recreo, se vende este licor a granel, "pero de muy buena calidad", en opinión de los empedernidos guayaberos. Un vaso pequeño cuesta cinco pesos cubanos y los habituales recomiendan no tomar más de dos. "Si no, te vas del parque", advierte el cantinero.

Es una de las bebidas más baratas que se pueden comprar en toda Cuba en la red estatal de comercio, donde se llega a encontrar a un precio de entre 20 y 30 pesos cubanos la botella

Quienes llegan al céntrico lugar y lo consumen por primera vez, se distinguen enseguida de los parroquianos frecuentes. Dionisio Herrera saborea un trago y diserta: "la tomo para degustarla, percibirla, deleitarla; siempre en pequeñas cantidades, no más de un vaso". "La Guayabita es única, no tiene nada que ver con el ron. Cuando se ve a alguien tratando de tomarse una botella entera, ese no es conocedor", considera.

La variante seca es la más popular y vendida entre la población, por su similitud al brandy o al coñac. Además, es una de las bebidas más baratas que se pueden comprar en toda Cuba en la red estatal de comercio, donde se llega a encontrar a un precio de entre 20 y 30 pesos cubanos la botella.

Dentro del envase de cristal, una diminuta fruta reta al bebedor a captar cada detalle de su esencia. Como si en su pequeñez guardará la historia de más de un siglo que ha convertido a la Guayabita del Pinar en algo tan pinareño como los mogotes de Viñales.

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