Perdieron la casa y la libertad por culpa de 'María'

La vida de Yuris Gabir Garrote Rodríguez se torció cuando en 2015 fue condenado a diez años de prisión por llevar encima un cigarrillo con 0,38 gramos de marihuana. (14ymedio)(
La vida de Yuris Gabir Garrote Rodríguez se torció cuando en 2015 fue condenado a diez años de prisión por llevar encima un cigarrillo con 0,38 gramos de marihuana. (14ymedio)
Luz Escobar

22 de julio 2017 - 21:03

La Habana/El futuro solo podía traer cosas buenas. Su hijo crecía y su pasión por la fotografía le permitía codearse con numerosos artistas. Pero la vida de Yuris Gabir Garrote Rodríguez se torció cuando en 2015 fue condenado a diez años de prisión por llevar encima un cigarrillo con 0,38 gramos de marihuana. La estricta legalidad cubana destrozó todos sus proyectos.

Los incesantes controles y un código penal inflexible hacen de la Isla uno de los lugares del mundo donde se juzga con mayor severidad la tenencia o el tráfico de drogas. Cuba también se ubica en el sexto lugar por países en cuanto a cantidad de presos por habitantes y se estima que unas 60.000 personas viven tras las rejas en el territorio nacional.

Garrote tuvo muy mala suerte, aseguran sus amigos y familiares. Ya había tenido problemas varios años antes cuando la policía encontró en su casa dos números de la revista Cáñamo, una publicación española dedicada a la cultura del cannabis. Le decomisaron también un afiche con el dibujo de una hoja de la planta que adornaba su dormitorio con su silueta desafiante.

En el registro no se halló un solo gramo de hierba, pero fue juzgado porque estaba “adquiriendo suficiente cultura sobre la marihuana para llevar con éxito” un negocio, según el expediente judicial. Su detención ocurrió en medio de la llamada Operación Coraza, una vuelta de tuerca contra las “ilegalidades” que permitió a los tribunales aplicar condenas ejemplarizantes.

En Cuba la ley tiende a ser tan flexible como las circunstancias y el poder lo requieran. El abogado independiente Amado Calixto Gammalame, miembro de la Asociación Jurídica de Cuba, así lo reconoce. “El tratamiento judicial que se le da a cada persona puede ser un poco caprichoso”.

La lucha contra la marihuana ha sido por décadas una cuestión ideológica y la propaganda oficial describía a la Cuba republicana como un lugar donde proliferaban los vicios como la prostitución, el juego y las drogadicción

La lucha contra la marihuana también ha sido por décadas una cuestión ideológica y la propaganda oficial describía a la Cuba republicana como un lugar donde proliferaban los vicios como la prostitución, el juego y las drogadicción. María, como muchos en la Isla llaman al cannabis, era un símbolo de la decadencia capitalista.

Esa batalla con visos políticos se ha mantenido hasta la actualidad, a pesar de que otros países latinoamericanos, como Ecuador y Paraguay, han despenalizado su tenencia en espacios públicos para consumo personal, aunque sin llegar a liberalizarla del todo.

Si Cuba se halla en el extremo de la intransigencia en el continente, al otro lado está Uruguay que, tras la legalización definitiva de la venta y producción de marihuana en diciembre de 2013, este mes comenzó a comercializar pequeños sobres de 40 gramos en más de una decena de farmacias.

Esta decisión no le ha hecho ninguna gracia al Gobierno de la Isla. Recientemente las autoridades afirmaron que la liberalización del cannabis en algunos países de la región está nutriendo el narcotráfico.

El secretario de la Comisión Nacional de Drogas de Cuba, Antonio Israel Ibarra, aseguró que en lo que va de año se ha decomisado el triple de la droga que se confiscó en el mismo período de 2016. Para quienes esperaban una flexibilización, el funcionario lanzó una frase contundente: "Nosotros no la hemos legalizado (la marihuana), ni la vamos a legalizar".

Esta declaración está en consonancia con los comentarios de Raúl Castro en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizada en Chile en 2013, cuando remarcó que en la Isla la droga sería combatida “a sangre y fuego”.

Las guías para turistas advierten que la Isla “no es un buen lugar para fumarse un porro” y en las cárceles conviven asesinos y violadores con reclusos condenados por llevar unos pocos gramos de cannabis en el bolsillo

Las guías para turistas advierten que la Isla “no es un buen lugar para fumarse un porro” y en las cárceles conviven asesinos y violadores con reclusos condenados por llevar unos pocos gramos de cannabis en el bolsillo. La “mancha” que deja este antecedente penal en el historial de cualquier persona es un grave estigma a la hora de buscar empleo.

A pesar de los férreos castigos y los controles, el consumo de la hierba no ha sido erradicado. La marihuana se ha vuelto común en las fiestas de los artistas, emprendedores de éxito y la propia clase gobernante. Pero pocos de ellos se atreven a clamar en público por su despenalización, por temor a ser tenidos por delincuentes.

Una buena parte de la hierba llega a bordo de barcos que recalan en las costas. Su cultivo es también un jugoso negocio para quienes se atreven a sembrar la espigada planta, especialmente en la zona oriental de la Isla.

En septiembre de 2013 el joven músico Roberto Carcassés improvisó unos versos polémicos en medio de un acto oficial: “Yo quiero que liberen a los cinco héroes, y que liberen a María. Libre acceso a la información para tener yo mi propia opinión”, decía el pegajoso estribillo que hacía clara referencia a la marihuana.

Dos años después de aquella rima, el código penal se mantenía igual de férreo y Yuris Gabir Garrote Rodríguez volvió a la cárcel.

Para Iraiz Piña Gutiérrez, holguinera de 64 años, el castigo no fue solo estar encarcelada por seis años. El tribunal ordenó decomisar también su vivienda, una penalización que se aplica contra quien “produzca, trafique, adquiera, guarde o consuma” drogas ilícitas.

En un registro en su vivienda la policía halló diez bombones de chocolate “rellenos de marihuana”, cuenta la exreclusa.

Para Iraiz Piña Gutiérrez, holguinera de 64 años, el castigo fue seis años de cárcel y el decomiso de su vivienda donde la policía halló diez bombones de chocolate “rellenos de marihuana”

Envejecida y con solo la ropa que llevaba puesta, Piña salió de la cárcel tras cumplir su condena pero aún busca justicia para un caso que considera “fabricado” en su contra. Ha recorrido innumerables dependencias estatales para que le devuelvan su casa y su “prestigio”, pero pocos quieren escuchar o ayudar a una “marihuanera”, cuenta a 14ymedio.

A Lorenzo, un vecino de la Timba que prefiere cambiar su nombre para relatar su historia, la sensación de impotencia no lo deja dormir. Perdió la casa que heredó de su padre porque un hermano guardó varias matas de marihuana en una habitación que estaba bajo el mismo techo, pero que por años había tenido una entrada independiente.

“No nos llevábamos bien y dividimos el apartamento para que cada cual tuviera su parte”, explica. Lorenzo tenía una próspera cafetería pero todo terminó cuando un operativo encontró las pequeñas plantas de su hermano. Después de tramitar varias reclamaciones, le han dicho que la confiscación del inmueble es una decisión “inapelable” porque “con la marihuana es así, no hay términos medios”, le aclaró un abogado.

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