Putin: el viejo aliado que regresa

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Raúl Castro y Vladímir Putin durante un encuentro en 2012
Michael González

11 de julio 2014 - 10:00

La Habana/Un oso de rugido disminuido, pero aún peligroso, llega a Cuba. Vladimir Putin bajará la escalerilla del avión, como hace cuarenta años lo hizo su compatriota Leonid Brézhnev. En aquel entonces, la URSS era el soporte material y político del régimen que se instaló en la Plaza de la Revolución desde 1959. Hoy, el antiguo miembro de la KGB y el General Presidente se estrecharán las manos en un escenario mundial muy diferente pero igual de peligroso.

Desde principio de los años sesenta Cuba se convirtió en una suerte de avanzadilla en Occidente del Pacto de Varsovia. La Guerra Fría estaba en pleno apogeo y nuestra posición, a sólo 90 millas de Estados Unidos, resultó muy tentadora para Moscú. El Kremlin brindó un significativo apoyo a cambio de una plataforma geopolítica y de la lealtad de los rebeldes en el poder.

Las relaciones ruso-cubanas en cierto período se tornaron tan estrechas que la gran potencia euroasiática ocupó un lugar muy especial dentro de la propia Constitución de la República. La "lealtad a la Unión Soviética" fue una consideración legal. No sólo los bolos pasaron a ser parte de nuestras vidas, sino que durante décadas el subsidio multimillonario y el apoyo de la URSS sostuvieron al ineficiente sistema político económico cubano.

La cooperación militar, aspecto importante de las relaciones bilaterales, no se limitó a la importación de pertrechos bélicos o al envío y sacrificio de cubanos en guerras como las de Angola o Etiopía, sino que incluyó además asesoría y unidades de combate soviéticas acantonadas permanentemente en Cuba.

Entre esas unidades cabe mencionar la base Lourdes de radares soviéticos, que habría servido para monitorear los movimientos y comunicaciones de Estados Unidos en la región. A este enclave se le denominaba oficial y eufemísticamente como "Centro de Exploración Radioelectrónica".

Lourdes, surgida dos años después de la crisis de los misiles nucleares de 1962, fue desmantelada una década después de la desintegración de la URSS. De manera unilateral, Moscú decidió retirar el contingente militar que quedaba en Cuba y cerrar la base, una decisión que el oficialismo cubano calificó de "inexplicable" e "injustificable".

La Isla continúa teniendo para Rusia un gran interés geoestratégico. La administración de La Habana lo sabe y trata de sacarle partido

Sin embargo, los caminos del Kremlin y la Plaza de la Revolución han vuelto a encontrarse de un tiempo a esta parte. Aunque no se han retomado megaproyectos como la Central Electronuclear de Juraguá o el parque Metropolitano de La Habana, Rusia ha condonado el 90% de la deuda de 35.000 millones de dólares que tenía la Isla con la extinta Unión Soviética. De esa manera se ha eliminado el último obstáculo que aún quedaba entre ambos.

Moscú se perfila ahora como un importante aliado para el régimen de La Habana, si bien jamás dejó de serlo del todo. La visita de Putin a Cuba viene a ser una señal clara del reencuentro de estos viejos "camaradas". Hoy Raúl Castro recibirá a su homólogo ruso entre abrazos y gestos de simpatía, para mandarle también un mensaje de desafío a Occidente y especialmente a la Casa Blanca.

El apoyo que el castrismo le ha dado a la intromisión rusa en Ucrania es la más reciente expresión de esa colaboración. En opinión del Gobierno cubano las tropas injerencistas rusas son en realidad de "pacificación" y tratan de "neutralizar el caos por la llegada al poder en Kiev de un gobierno manipulado por Occidente". En la votación de la Asamblea General de la ONU sobre la legalidad del referéndum secesionista que finalmente anexó Crimea a la Federación Rusa, Cuba fue uno de los escasos 11 países que se mantuvieron al lado de Moscú.

Asimismo, la Isla continúa teniendo para Rusia un gran interés geoestratégico. La administración de La Habana lo sabe y trata de sacarle partido. Así que en los tiempos donde los aires de la Guerra Fría parecen haber vuelto como fantasmas, y que los escándalos de Wikileaks y el caso Snowden han estimulado los resquemores entre potencias globales, Rusia y Cuba desempolvan una amistad utilitaria.

Lealtad a cambio de apoyo militar, político y económico. Esta parece ser la apuesta de Raúl Castro. En un momento en que el subsidio de Venezuela peligra, Raúl Castro vuelve a mirar hacia Moscú. Sin embargo, el viejo oso ruso ya no está dispuesto a abrir la cartera por migajas, quiere más y ha venido a La Habana a buscarlo.

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