"San Western Union" construye casas en Cuba

Las remesas, que siguieron siendo elevadas en enero, marcan la diferencia principal también en la vivienda

Si las remesas son la sangre que mantiene con vida a cientos de miles de familias cubanas, los locales de Western Union son las venas que la reparten. (14ymedio)
Si las remesas son la sangre que mantiene con vida a cientos de miles de familias cubanas, los locales de la Western Union son los corazones que laten y expanden el vital recurso. (14ymedio)
Marcelo Hernández

05 de febrero 2020 - 15:48

La Habana/Se oye el sonido de los martillos y de una carretilla que entra cargada de mezcla para terminar de construir el baño. En la casa de Olivia, de 28 años, hay un movimiento incesante de constructores pero el sonido de las obras puede parar en cualquier momento.

"Estoy esperando un dinero que me va a mandar mi hermana, si no llega no tengo cómo pagar a los albañiles", asegura esta vecina del Cerro, en La Habana. Los "barrios Western Union" viven pendientes de la remesa, prosperan con los dólares que llegan desde el Norte y se hunden si estos faltan.

A pocos metros de donde vive Olivia, en la esquina de Ayestarán y Boyeros, está una de las más de 300 oficinas que tiene Western Union en Cuba. Si las remesas fueran la sangre que mantiene con vida a cientos de miles de familias cubanas, estos locales serían las venas que reparten el líquido.

El tema de la fila es vital, porque en otras oficinas más céntricas, como la ubicada en la Plaza de Carlos III, la gente puede esperar horas para cobrar la remesa

Olivia tiene suerte porque su casa está ubicada a escasas tres cuadras de ese local de la WU que "casi nunca tiene cola", asegura. El tema de la fila es vital, porque en otras oficinas más céntricas, como la ubicada en la Plaza de Carlos III, la gente puede esperar horas para cobrar la remesa. "Entre que mi hermana me llama para decirme que mandó los dólares y que yo cobro los pesos convertibles que me dan aquí no pasa ni una hora".

Por un acuerdo familiar, el segundo piso de la casa en construcción será para la hermana de Olivia, por eso envía un promedio de 200 dólares mensuales que le garantizan un lugar donde quedarse si visita La Habana o regresa a vivir a la Isla. La vivienda tiene el más claro estilo "Western Union": baño con azulejos negros y cenefa dorada, bañadera amplia, un diminuto balcón con una balaustrada con forma de pequeños torsos de mujer y un león de cemento a la entrada.

A diferencia del glamour arquitectónico de las zonas construidas al oeste de la ciudad en la primera mitad del siglo XX, los barrios retocados por las remesas combinan muchas veces marginalidad y coquetería; calles deterioradas por décadas sin asfaltar, con fachadas de colores encendidos y pisos que crecen sobre planas estrechas como torres que se estiran hacia el cielo. Algunas se quedan a medio hacer por años, si se corta el flujo de los dólares que necesitan para ser terminadas.

Aunque recientemente las autoridades estadounidenses impusieron un límite de 1.000 dólares por persona al trimestre para las remesas a Cuba, la mayoría de quienes viven de ese dinero en la Isla no necesitan superar esa cantidad. "Cuando empecé la construcción sí me tuvieron que mandar más dinero para comprar los materiales, pero es muy fácil, una parte me la mandó mi hermana, otra mi cuñado y la otra la madre de mi cuñado", explica Olivia.

En la barriada donde vive esta joven que "ni estudia ni trabaja", según afirma casi con orgullo, se puede intuir cuáles son las viviendas que reciben remesas. "Esta de acá al frente tiene dos hijos en Miami y en aquella de la esquina con el balcón recién pintado, solo quedan en Cuba los abuelos", repasa Olivia.

En este barrio no hay sonido más preciado que el de un teléfono que anuncia la remesa. "A veces estoy como loco esperando para poder pagar la electricidad o para comprar algo de comida y entonces me llama mi mamá y el alma me vuelve al cuerpo", cuenta Samuel, de 34 años, un ingeniero reconvertido en reparador de bicicletas que también reside en las cercanías de la oficina de remesas.

"Desde que mis hijos nacieron, la abuela les manda el dinero que hace falta para mantener el suministro de leche y alimentos. Son niños de la Western Union porque sin eso no sé cómo podríamos criarlos y desde chiquitos van con nosotros a cobrar el dinero, por lo que reconocen la oficina hasta con la luz apagada", bromea. "Esos colores amarillo y negro son aquí los colores del alivio económico".

Recorrer la calle calle Primelles, también en el Cerro, es como hacer una ruta por las remesas que brotan del cercano local de la WU. "Esta casa fue una maravilla pero los dueños no reciben dinero y se les está cayendo encima", explica como un peculiar cicerone, Damián, de 41 años y residente en la popular calzada. "Este cuarto es casi una gaveta porque solo puede vivir una persona pero lo tienen como una casita de muñecas con el dinero que le mandan al propietario", añade.

Fachada despintada: sin remesa; una puerta de madera recién barnizada: beneficiados por los dólares. Una reja llena de óxido: sin familia en el extranjero; un brillante tanque de plástico azul en una azotea: parientes en Miami. Podría transitarse toda la calle para identificar, con un gran porcentaje de acierto, quién sí y quién no va con frecuencia a la oficina a cobrar un envío de dinero.

Hemos seguido teniendo un buen flujo de llegadas de remesas y este local tiene clientes todo el tiempo que está abierto al público", asegura la empleada de una oficina de WU en La Habana Vieja

El gigante Western Union no solo es el líder global de envíos de dinero y un camino muy popular en América Latina para recibir las remesas de los migrantes radicados en Estados Unidos, sino que, en el caso cubano, a través de sus oficinas llega la mayor cantidad de los 3.500 millones de dólares que anualmente cruzan el Estrecho de Florida, según datos ofrecidos por The Havana Consulting Group, con sede en Miami. Sin embargo, resulta imposible tasar calcular el dinero total que llega a Cuba en forma de remesas, porque una gran parte lo hace de manera informal con los viajeros y las mulas que hacen con frecuencia el trayecto entre Cuba y Estados Unidos.

La campaña conocida como parón de enero, surgida desde el exilio, promovía un recorte temporal de remesas, viajes a la Isla y recargas telefónicas durante el primer mes del año, pero la iniciativa no parece haber dado los resultados esperados. "Hemos seguido teniendo un buen flujo de llegadas de remesas y este local tiene clientes todo el tiempo que está abierto al público", asegura la empleada de una oficina de WU en La Habana Vieja.

El barrio de Olivia, Damián y Samuel indica también que el flujo sanguíneo de la remesas no se ha detenido, un líquido vital que brota de la cercana oficina de Western Union, "San Western Union" como algunos la llaman con una mezcla de humor y resignación.

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