Carne de pollo ¿producirla o importarla?

14ymedio

24 de junio 2014 - 18:18

La Habana/Cuba se encuentra ante el dilema de seguir importando la carne de pollo que consume o reactivar su producción nacional. Cada año se compran en el mercado internacional más de 120 mil toneladas de este producto y la mayoría son cuartos traseros, las también llamadas "partes oscuras".

La avicultura cubana ha sido uno de los sectores más afectados por el deterioro económico de los últimos años. El daño producido por los huracanes a las naves de cría y engorde, unido a la poca producción local de pienso y a la ineficiencia de las granjas estatales, han causado la actual situación. Creado en 1964, el Combinado Avícola Nacional debería llevar el peso fundamental en la producción de carne de pollo, pero se dedica casi exclusivamente a la obtención de huevos.

El objetivo gubernamental de sustituir importaciones, especialmente en el tema alimentario, no se ha logrado en el sector avícola. Por el contrario, cada año la cifra de pollo importado crece. Los expertos coinciden en que para reactivar la producción nacional se necesitarán grandes inversiones, no sólo en naves de cría y engorde, sino también en fábricas de pienso.

En enero pasado, cuando Dilma Rousseff y Raúl Castro inauguraban el nuevo muelle en el Puerto del Mariel, el primer barco que entró provenía de Estados Unidos y transportaba pollo congelado para el mercado cubano.

En declaraciones a la prensa oficial, Alberto Ramírez, presidente de la Sociedad Cubana de Productores Avícolas (SOCPA), consideró que actualmente "la producción de carne es prácticamente nula". Ramírez opina que la erogación anual para importar pollo congelado "podría invertirse de manera paulatina en el país" para reactivar la producción nacional de carne de ave.

La Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) indica que, si en 2012 el peso en pie de las aves entregadas era de 44,9 mil toneladas, esa cifra cayó en 2013 a 41,6 mil toneladas. La diferencia debió ser compensada con más importaciones, sobre todo desde Estados Unidos, Brasil y Argentina.

Los consumidores cubanos siguen prefiriendo, sin embargo, el llamado "pollo criollo" porque, según las personas consultadas por este diario, no pasa tanto tiempo entre el sacrificio y el consumo. "No estaría tantos días congelado y tendría mejor sabor" dice Josefina Peláez, una cliente que aguardaba por comprar un kilogramo de pollo en la tienda La Alborada, en el municipio Cerro.

A eso hay que agregarle la manipulación de que es objeto el producto importado en muchas tiendas de la red minorista. La mala refrigeración o la incorporación de hielo al paquete para que pese más son algunas de las inconformidades que relatan los compradores. "Ahora está entrando un pollo un poco mejor que viene de Brasil, pero los precios siguen por las nubes", comenta Mario Zuñiga un jubilado que hace las compras de alimentos para su familia.

Ante la carencia y los elevados precios de otros productos cárnicos, el pollo es la proteína animal que más se encuentra en el mercado nacional. "Mis hijos ya no pueden verlo de tanto que han tenido que comer últimamente", cuenta Margarita Guzmán, quien explica que le "da más negocio el pollo que la carne de cerdo". El precio de esta última oscila entre 25 y 40 pesos cubanos según la calidad y si se incluyen o no los huesos. En cambio, una libra de muslo de pollo cuesta unos 30 pesos cubanos, pero "se aprovecha más, porque puedo hacer sopas y arroces", asegura Margarita.

Existe la opinión generalizada de que el productor privado atiende mejor los pollos, pero el gran problema sigue siendo su alimentación. Gregorio tiene una finca en San Juan y Martínez, municipio de Pinar del Río, donde confecciona él mismo el pienso que comen sus animales. "Reutilizo mucho de la finca, pero no es fácil" y cuenta cómo lo hace. "Tengo una maquinita trituradora que inventé, donde puedo colocar cáscaras secas y viandas. Eso lo mezclo con harina de maíz, algo de arroz picado y cualquier otra cosa que aparezca".

Existe también un mercado ilegal de pienso. Los sacos son desviados desde las granjas estatales, destinadas a gallinas ponedoras, y terminan en las redes de comercio informal. "No es lo ideal para el engorde, pero al menos lo mezclo con el pienso que yo hago y así lo estiro un poco", explica Gregorio.

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