La bulla, parte del estatus social de los cubanos

El estatus social se mide también en Cuba por la cantidad de ruido que pueden generar las personas en los espacios públicos. (14ymedio)
El estatus social se mide también en Cuba por la cantidad de ruido que pueden generar las personas en los espacios públicos. (14ymedio)
Marcelo Hernández

15 de junio 2017 - 18:28

La Habana/El estatus social no solo se mide en Cuba con una buena casa, un automóvil moderno, ropa de marca o una gruesa cadena de oro. La cantidad de ruido que pueda producir una persona también lo ubica en la escala económica. A muchas personas no les puede faltar su imponente equipo de audio con enormes bocinas que apuntan hacia la vía pública. Sus festejos particulares se convierten así en fiestas obligatorias para los impotentes residentes de la cuadra.

Los altavoces inalámbricos y portátiles, conectados mediante wifi o bluetooth, han ampliado la omnipresencia del fenómeno, hasta el punto de que el ruido ambiental en barrios y lugares públicos se ha colado en la lista de los problemas más planteados en las más recientes reuniones de Rendición de Cuentas del Poder Popular.

La contaminación acústica se ha vuelto insoportable en muchas zonas del país y especialmente en las mayores ciudades, a pesar de que desde el año 2000 un decreto ley sanciona este tipo de transgresiones

La contaminación acústica se ha vuelto insoportable en muchas zonas del país y especialmente en las mayores ciudades, a pesar de que desde el año 2000 un decreto ley sanciona este tipo de transgresiones con multas y otras medidas como el decomiso del equipo.

Los médicos también están preocupados por este fenómeno, ya que según dijo a medios oficiales el doctor del MINSAP Manuel Marrero, entre el 70 y el 80% de los cubanos están sometidos a altos niveles de ruido. Esto puede suponer la aparición de trastornos como la disminución de la capacidad auditiva, la irritabilidad o la fatiga sonora.

Lo más preocupante es que muchos ni siquiera se percatan del peligro y miran con simpatía al joven que, bocina en mano y a todo volumen, se sube en el ómnibus. Socialmente hay cierta aceptación y hasta complicidad con esas actitudes porque en el fondo muchos cubanos quisieran poder hacer lo mismo: mostrar a través de la potencia de los watts su solvencia económica.

El Doctor Manuel Romero, del Minsap, explicó que entre un 70 u 80 por ciento de los cubanos que se someten a altos decibeles pueden presentar trastornos auditivos como la hipoacusia, la irritabilidad o la fatiga auditiva.

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