El reino de los jugos naturales

‘La Juguera’ de la calle 6 en el Vedado, La Habana, ofrece 96 combinaciones de frutas y vegetales. (14ymedio)
La Juguera de la calle 6 en el Vedado, La Habana, ofrece 97 combinaciones de frutas y vegetales. (14ymedio)
Luz Escobar

02 de abril 2016 - 13:20

La Habana/¿A qué sabe un anón? ¿Cuál es la diferencia entre una chirimoya y una guanábana? Muchos de los cubanos que pueden responder estas preguntas tienen más de 50 años. La caída en la producción de frutas experimentada en las últimas décadas hace que los jóvenes apenas conozcan la rica variedad de sabores provenientes del campo. Una situación que intenta revertir el nuevo local La Juguera abierto en la calle 6 entre 1ra y 3ra, en el Vedado.

En el habitual panorama de timbiriches y cafeterías de La Habana, donde abundan las pizzerías y los helados, pocos sitios se distancian de un repetitivo y habitual menú. Hace más de tres años, los administradores de La Juguera decidieron salirse de esta monotonía y ofrecer zumos y extractos naturales en una ciudad donde el ron, la cerveza y los refrescos azucarados protagonizan la mayor parte del consumo de bebidas.

Una osada tablilla de productos da la bienvenida a quienes llegan hasta el local atraídos por los rumores populares que catalogan el sitio como "único" e "inolvidable". La carta promete combinaciones de frutas y vegetales, pero el cliente tiene la opción de agregar a su antojo un poco de jengibre al jugo de guayaba o unas hojitas de albahaca al néctar de piña.

En la barra, el joven empleado se seca las manos antes de echar a andar la batidora donde un tomate es triturado junto a un pepino y el olor fresco se extiende por todo el lugar. "Tratamos de mantener una oferta variada, porque ya tenemos una clientela fija", explica. En medio del desabastecimiento y la subida de precios, que se ha agudizado desde comienzos de este año parece un milagro que La Juguera se vanaglorie de vender 97 diferentes mezclas de frutas y vegetales.

Sin embargo, el pequeño negocio no ha estado exento de tropiezos. "Lo más difícil es mantener los equipos funcionando, porque aquí trabajamos con batidoras domésticas que no están diseñadas para aguantar el ritmo que le damos", detalla el empleado mientras sirve un jugo de vegetales a una señora que lo beberá de un tirón.

La piña es un lujo y una guanábana podría agotar la cantidad correspondiente a una semana de pensión de un jubilado

El propietario del local "tiene buenos contactos con distintos proveedores que le venden frutas y vegetales frescos, adquiridos de primera mano", explica el joven, quien además garantiza que las materias primas que se emplean en La Juguera no están maduradas "con químicos", sino que todo es "cien por ciento natural".

Los consumidores agradecen esa práctica y también los precios que oscilan entre tres y ocho pesos cubanos por un vaso de jugo recién confeccionado, algo que atrae a clientes que llegan desde lejos, como Leticia, quien asegura haberse convertido en "adicta" al lugar. Ha venido por una combinación de tomate, apio y pepino. Aunque trabaja lejos, hace "un huequito" en su jornada laboral para saborear algo "refrescante y sano".

A mediados de 2013, el Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana (GNAUS) anunció que se destinarían más de 2.000 nuevas hectáreas a frutales, una medida que busca potenciar la siembra y consumo de estos saludables alimentos. Las áreas están localizadas en 96 cooperativas de distintos territorios, según detalló a la prensa oficial el director del GNAUS, Adolfo Rodríguez. Sin embargo, casi dos años después el suministro de frutas no ha aumentado en los mercados y los precios no han disminuído.

Consumir frutas se ha convertido en un lujo para muchas familias cubanas. Comprar una frutabomba en un mercado agrícola puede llegar a costar el salario de una jornada laboral y tres hermosas guayabas se llevan todo el dinero ganado por un profesional en ocho horas de trabajo. La piña es un lujo y una guanábana podría agotar la cantidad correspondiente a una semana de pensión de un jubilado.

En los planes del Ministerio de la Agricultura se espera que este año la producción de frutas alcance las 600.000 toneladas, lo que cubre apenas el 30% de la demanda nacional. Para mantener el suministro en los centros turísticos se necesita importar grandes cantidades desde otros países cercanos como República Dominicana y México.

El área total de frutales con la que cuenta el país es de 88.367 hectáreas y de ella la mayor extensión, cerca del 30%, está destinada a las plantaciones de mangos, según datos ofrecidos a la prensa oficial por Raixa Llauger, directora general del Instituto de Investigaciones en Fruticultura Tropical.

Para paliar las bajas cifras de producción de su principal materia prima, los empleados de La Juguera han echado mano del ingenio. "Compramos grandes cantidades de fruta, las cortamos en lascas y las congelamos, así podemos tener jugo de mango hasta en enero", explica el joven empleado de La Juguera, quien enumera las 14 frutas e igual número de vegetales que tienen disponibles.

Para mantener el suministro en los centros turísticos se necesita importar grandes cantidades de fruta desde otros países cercanos

En el país, hay unas 214 jugueras gestionadas por el Estado, de las cuales 86 están en hospitales o lugares cercanos. Su oferta ha ido languideciendo con los años y muchos clientes se quejan de malas prácticas higiénicas o adulteraciones en la preparación de los zumos. "No permito que el niño tome jugos en esos lugares porque le echan mucha azúcar y lo hacen con agua de la pila", comenta Carmela, quien este jueves visitaba la cafetería junto a su hijo pequeño.

Según anuncios oficiales, se espera que al cierre de 2016 se planten 2.458 hectáreas de frutales a lo largo de todo el país, sobre todo de guayaba, mango, papaya, piña y aguacate. También se trata de impulsar la producción de otras especies como mandarina y limón. Mientras las autoridades del sector agrícola se devanan los sesos para reactivar la producción de frutas, La Juguera parece haber encontrado la manera de devolverle a los cubanos el sabor de un anón y el aroma de una naranja.

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