Los vecinos de Zulueta 505 siguen sin respuesta institucional

La última de las esperanzas de los residentes pasa por una carta enviada a la Asamblea Nacional, cuya respuesta puede tardar hasta dos meses

Marcelo Hernández

08 de septiembre 2018 - 15:09

La Habana/Si llueve, mal; si sale el sol, también. Para los vecinos del semiderruido edificio de Zulueta 505, en La Habana, no hay paz con el clima. Los ciclones los ponen nerviosos y los largos periodos muy secos hacen crujir toda la estructura. Después de más de dos décadas viviendo entre ruinas sin que llegue una respuesta institucional, su paciencia se agota.

El antiguo hotel Gran Vía está habitado actualmente por ocho familias, ocho de ellas en las plantas altas. Los problemas comenzaron hace ya 40 años, cuando en 1978 el inmueble fue declarado inhabitable, pero la situación se agravó a principios de los 90. La estructura empezó a ceder y desplomarse en distintos rincones.

A la espera de que las instituciones estatales les ofrezcan una alternativa habitacional, algunos pocos vecinos resisten dentro del edificio. "Casi la mitad está en derrumbe completo", explica Miroslaba Camilleri, una de las residentes, a 14ymedio.

Recientemente, un apartamento del primer piso colapsó dejando a todos los vecinos sin la cisterna, sobre la que cayó el inmueble

Recientemente, un apartamento del primer piso colapsó dejando a todos los vecinos sin la cisterna, sobre la que cayó el inmueble. Ahora deben traer el agua desde las edificaciones vecinas, una labor de acarreo que se vuelve muy complicada por el daño que muestra la escalera.

“Desde los años 80 tenían que haber evacuado para reparar, pero en los 90 aquí nacieron niños que ya son hombres y mujeres que también han tenido hijos y siguen aquí”, denuncia Ricardo Frómeta, otro de los que se juega la vida cada día viviendo bajo las ruinas.

La mayoría de los vecinos sospecha que las autoridades aguardan a que todos abandonen el local para “repararlo y convertirlo en un hotel”. “No quieren invertir todos los recursos que lleva una reparación si es para que vivan familias”, lamenta una de las residentes, que pidió el anonimato.

“Desde los años 80 tenían que haber evacuado para reparar, pero en los 90 aquí nacieron niños que ya son hombres y mujeres que también han tenido hijos y siguen aquí”

La Oficina del Historiador de la Ciudad ha incluido el antiguo hotel Gran Vía entre sus proyectos futuros, pero ningún empleado de la entidad, liderada por Eusebio Leal, pudo precisar a este diario si la edificación volverá a tener una función residencial o se dedicará al turismo.

Con el paso de los años las familias han debido sortear los huecos, los troncos de madera que sostienen parte del techo y los escalones que se han ido cayendo. No han faltado los accidentes y las heridas, pero, aunque afortunadamente no ha habido que lamentar víctimas, muchos temen que la suerte deje de acompañarlos en cualquier momento.

Hace unos meses los vecinos se reunieron con representantes del Gobierno municipal y provincial, además de con funcionarios de la Oficina del Historiador, cuenta Liubis Garlobo, otra de los residentes. “Nadie nos ha dado respuesta, no nos dicen si van a dejar que nos matemos aquí”, se queja.

La última de las esperanzas de los vecinos pasa por una carta enviada a la Asamblea Nacional, pero la respuesta puede tardar hasta dos meses, un tiempo que Miroslaba Camilleri cree que no le queda a la edificación en pie.

La última de las esperanzas de los vecinos pasa por una carta enviada a la Asamblea Nacional, pero la respuesta puede tardar hasta dos meses, un tiempo que Miroslaba Camilleri cree que no le queda a la edificación en pie

“Aquí nadie ha venido a preocuparse”, lamenta Garlobo, quien subraya que en La Habana Vieja se están haciendo muchísimas edificaciones, la mayoría enfocadas en el sector turístico. La única alternativa que las autoridades han ofrecido ha sido invitar a los vecinos a alojarse en la Casa de Cultura, pero fue rechazada por éstos, que consideraron la medida más semejante al concepto de albergue común, sin privacidad ni espacios divididos.

En mayo pasado, durante las intensas lluvias de la tormenta subtropical Alberto, la familia que vive en los bajos del deteriorado inmueble sacó para el portal una cuna, una cama amplia y un cochecito de bebé ante el temor de que el techo se derrumbara sobre ellos mientras dormían. Pasaron varios días a la intemperie, pero debieron volver a la vivienda ante la falta de alternativas.

"Este edificio tiene 23 derrumbes parciales. Encima de nuestra casa viven ocho familias, aunque algunas se han ido a albergues", contó entonces a este diario Iraida Alberto, abuela de una niña de cuatro años y otra de dos meses que residen en el antiguo Gran Vía.

En 2009 una gran parte del lugar se desplomó y las autoridades ofrecieron un local en la calle Muralla a las familias para que pudieran construir sus propias viviendas

En 2009 una gran parte del lugar se desplomó y las autoridades ofrecieron un local en la calle Muralla a las familias para que pudieran construir sus propias viviendas. Inicialmente la obra iba a durar solo 18 meses, pero después de 8 años solo lograron una vivienda los que renunciaron a sus trabajos y pudieron dedicarse en cuerpo y alma a erigir los nuevos hogares.

El resto, especialmente las familias con madres divorciadas o ancianos sin hijos, no tuvo otra opción que quedarse en Zulueta 505, donde todavía aguardan por una solución.

Cuba tiene un déficit habitacional de más de 800.000 viviendas. De los 3,8 millones de inmuebles residenciales que hay en la Isla, al menos un tercio de ellos presenta un estado constructivo entre regular y malo, según datos oficiales.

Cuando una familia sufre la pérdida o el derrumbe de su vivienda es a menudo recolocada en un albergue, una opción rechazada por los residentes del viejo hotel Gran Vía. La permanencia en esos sitios es de un promedio de 20 años y en los 120 de estos alojamientos ubicados en la capital, la mayoría de ellos en antiguas posadas o naves industriales, viven hacinadas más de 126.000 personas, mientras otras 34.000 luchan por hacerse con un lugar dentro de ellos.

“Para las autoridades es como si no existiera nadie en este edificio”, lamenta otra vecina del inmueble que todas las noches se acuesta atenta a cualquier crujido que provenga del techo.

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