Boceto para un debate sobre la desigualdad

Diferencias sociales (Foto Reinaldo Escobar/14ymedio)
Diferencias sociales (Foto Reinaldo Escobar/14ymedio)
Regina Coyula

05 de septiembre 2015 - 18:22

La Habana/El destacado investigador Pedro Monreal en su interesante trabajo Desigualdad social en Cuba, ¿marcha triunfal? cuya lectura recomiendo, señala que no existe comprobación científica para afirmar que la descentralización económica acarrea desigualdad. Las desigualdades no son consecuencia de los reajustes económicos implementados en los últimos años. Son anteriores; solo que ahora son más, son mayores y más visibles. Si bien no poseo una fórmula científica, la observación del entorno permite diagnosticar también con bastante lógica empírica que la sociedad cubana transita por una desigualdad en ascenso.

La política económica ha actuado profundizando la brecha entre los diferentes niveles de ingresos, más evidente desde la ampliación del trabajo por cuenta propia. Políticas anteriores en su afán por reducir dicha brecha, tuvieron el discutible logro de hacer tabla rasa hacia abajo, es decir, empobreciendo. La improvisación y el voluntarismo todavía hacen de las suyas y han sido una constante con la que han tenido que lidiar economistas y planificadores.

Privilegiar el término justicia social antes que el de igualdad ofrece mejores perspectivas

La igualdad social, la libertad y la dignidad plenas de los que tanto se habla, son conceptos relativos en nuestra sociedad; la llamada “necesidad coyuntural” de la desigualdad parece mucho más permanente y la igualdad social se queda en igualdad de oportunidades, pero no de posibilidades. Privilegiar el término justicia social antes que el de igualdad ofrece mejores perspectivas.

Si entendí correctamente el coeficiente Palma como indicador del grado de desigualdad comparando el 10% más rico de la sociedad y el 40% más pobre; en el estudio de las estadísticas (si las hubiera, Monreal se refiere a ello), no puede dejarse fuera un análisis comparativo con los estratos similares de la sociedad antes de la crisis económica de los 90 y también antes de 1959.

Más allá de la producción y la productividad, una fuente de ingresos que nada tiene que ver con el trabajo es la remesa. Cualquier ciudadano vive notablemente mejor que la inmensa mayoría con solo recibir 100 cuc al mes. Tampoco se debe perder de vista que la remesa es mayoritariamente capitalina y blanca, y los términos de este párrafo son muy a tomar en cuenta al hablar de desigualdad.

Que la pasión no ciegue a nadie: la mala administración de la economía ha sido responsabilidad del gobierno socialista, no importa cuántos ataques, “bloqueos” y “campañas mediáticas contra Cuba” se hayan generado desde el exterior. No basta con haber garantizado salud, educación y seguridad social hasta cuando tocamos fondo en la crisis de los 90. La desaparición de las subvenciones soviéticas puso de manifiesto la vulnerabilidad e inoperancia de la economía interna; no solo el proyecto que aportaría bienestar y justicia no se había logrado, sino que en el camino, el coste social significó pérdida de libertades, empobrecimiento moral y material, masiva emigración. Esa no es la idea de un proyecto exitoso.

los cambios de política crean expectativas que terminan siendo defraudadas

Monreal señala cómo se solapa el análisis político de la desigualdad en el análisis económico. Como el propio académico aventura, muchas veces los cambios de política crean expectativas que terminan siendo defraudadas. Creo que ese elemento, que remite directamente a una crítica hacia el gobierno, es el que este pretende evitar dejando el análisis en la cancha de los economistas.

Mencionar la “Batalla de Ideas” suena disonante en un trabajo sobre la desigualdad, pues ese plan enajenó cuantiosos recursos económicos con un objetivo exclusivamente político. Esas cifras desconocidas y difícilmente mensurables, impiden hacer un balance costo-beneficio, pero no me cabe la menor duda de que habrían estado mucho mejor empleadas de haberse destinado a la construcción y reparación de viviendas, pongamos por caso.

Será muy duro para la visión socialista ver a los obreros felices de ofrecer su pellejo para curtir –según la alegoría marxista citada por Monreal–, si con ello pueden completar el mes sin “producir faltantes” o “desvío de recursos”. Eso sucederá con la llegada de empresas extranjeras que paguen salarios de miseria en relación a sus países de origen, pero muy superiores a los del cubano actual. Es lo que ha sucedido en Vietnam y China, unos “revisionistas” (palabra en el olvido y tan en boga en los sesenta y setenta del siglo pasado) respecto a la teoría.

Sin sustentar lo que digo más que en la observación y el sentido común, mi impresión es que los cubanos no están del todo conformes con la máxima de más vale malo conocido… y se sienten proclives a arriesgarse y probar fuerzas en los vaivenes de una economía abierta, y tal vez así, sentirse menos desiguales.

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