Carta de un cubano dirigida a la izquierda de todo el mundo

Es hora de echar abajo las mentiras levantadas durante muchos años sobre eso que aún llaman "Revolución cubana"

"Las tiranías no dejan de ser lo que son porque se autodefinan de izquierda o de derecha", asegura Hidalgo. (Archivo)
"Las tiranías no dejan de ser lo que son porque se autodefinan de izquierda o de derecha", asegura Hidalgo. (Archivo)
Ariel Hidalgo

06 de marzo 2022 - 18:14

Miami/Quien les escribe, ex profesor de Filosofía Marxista en los institutos de bachillerato en La Habana y autor de un libro que fuera escogido como bibliografía suplementaria para todas las carreras de letra sobre la historia del movimiento obrero en Cuba y los primeros socialistas cubanos, desea alertarles del error en que, por ignorancia o fanatismo, podrían empañar sus nombres ante el posible juicio condenatorio de las generaciones venideras por colocarse en el lado equivocado de la historia.

No pongo en duda sus buenas intenciones, su lealtad a la causa de la justicia social y sus compromisos con todos aquellos seres humanos que en este mundo sufren miseria, explotación y opresión, pero el régimen cubano no es lo que ustedes han creído que es, y es preciso que les advierta, con palabras pronunciadas por quien fuera el numen de la independencia cubana, José Martí, acerca "de la violencia y rabia disimulada de los ambiciosos que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados", lo cual no significaba la renuncia a ese ideal, pues él mismo aseguraba que tales actitudes "no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa".

No pongo en duda sus buenas intenciones, su lealtad a la causa de la justicia social y sus compromisos con todos aquellos seres humanos que en este mundo sufren miseria, explotación y opresión

En septiembre 23 de 2019 New Politics Journal, considerado como un "forum socialista independiente", publicó un texto mío, dirigido a los Socialistas Democráticos de América, quienes en la Convención de Atlanta habían expresado su respaldo al Gobierno cubano. En ella les expresaba que "el sistema económico social instaurado en Cuba sin una consulta plebiscitaria fue copiado del modelo estalinista ruso, una interpretación arbitraria y oportunista de la teoría marxista de la revolución socialista, que retornó a los aspectos más reaccionarios del pensamiento hegeliano plasmados en La filosofía del derecho acerca de un Estado que debía absorber a toda la sociedad civil y a todas las voluntades individuales".

Impartiendo clases a los trabajadores en las llamadas facultades obreras en los años 70, recibía de mis alumnos numerosos testimonios de reiterados conflictos de intereses entre las administraciones designadas por el Estado y los trabajadores de base, lo cual me hizo cuestionar la afirmación tan reiterada de que estos eran dueños de los medios de producción, y me motivó a realizar la investigación del sistema económico-social cubano que concluyó, siendo ya profesor en un instituto preuniversitario, con un manuscrito donde expresaba mi inconformidad con la política y el modelo económico instaurado en Cuba, que años después sería publicado en el exterior con el título de Cuba, el Estado marxista y la nueva clase.

Yo solo estaba proponiendo un modelo diferente de socialismo. Sin embargo, las consecuencias fueron mi expulsión del sistema educativo del país en 1981 y, luego, bajo acusación de "revisionista de izquierda", condenado a ocho años de privación de libertad en una sentencia donde se agregaba: "y en cuanto a sus obras, destrúyanse mediante el fuego". No bastando con todo esto, fui incomunicado en una estrecha celda tapiada en los pabellones de la muerte de la prisión Combinado del Este durante más de un año. Tal era el miedo a las palabras de un hombre casi desnudo pero dispuesto a no callar la verdad.

Yo solo estaba proponiendo un modelo diferente de socialismo. Sin embargo, las consecuencias fueron mi expulsión del sistema educativo del país en 1981

Las brutalidades carcelarias de las que sería testigo, así como mi posterior encuentro con otros muchos convictos inocentes condenados solo por manifestar sus ideas, me llevaron, junto a otros cinco prisioneros políticos prominentes, a integrar lo que sería el primer grupo de defensa de los derechos humanos, lo que puede considerarse como núcleo matriz del actual movimiento disidente extendido hoy por todo el país.

No he agradecido aún como se merecen a muchos intelectuales de izquierda como Noam Chomsky y otros muchos, tanto en Estados Unidos como en América Latina, por haber firmado cartas solicitando mi libertad, así como las campañas de instituciones internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, gracias a los cuales fui liberado en 1988 tras siete años de cárcel.

Pero la izquierda debe reevaluar su visión y su posición con el régimen cubano, y sus pariguales en Venezuela y Nicaragua, así como antes condenaron al pinochetismo en Chile y al franquismo en España. Las tiranías no dejan de ser lo que son porque se autodefinan de izquierda o de derecha. Por el contrario, contribuyen, como hiciera Stalin en la Unión Soviética, a propagar una imagen denigrante de las causas justas, por lo que deben liberarse de ese lastre difamante.

He condenado en muchos artículos al embargo impuesto por los Estados Unidos a Cuba, sobre todo porque ha servido como coartada a la dirigencia histórica cubana para presentarse como víctima, lograr respaldo internacional y justificar todos los dislates económicos de su desgobierno, pues en realidad, Cuba es uno de los principales socios comerciales de los Estados Unidos, y más perjudicial ha sido otro tipo de bloqueo: el que esa dirigencia ha impuesto a su propio pueblo durante más de sesenta años.

Pero la izquierda debe reevaluar su visión y su posición con el régimen cubano, y sus pariguales en Venezuela y Nicaragua

Es hora de echar abajo las mentiras levantadas durante muchos años sobre eso que aún llaman "Revolución cubana", pues tal revolución terminó en 1968 para dar lugar a lo que he calificado como "socialismo a la inversa", pues en ese año, con la llamada "ofensiva revolucionaria", no solo no se empoderó a los trabajadores sino que, por el contrario, se les arrebató lo poco que tenían: bodegas, cafeterías, barberías, lavanderías, puestos de comestibles y viandas y hasta a los vendedores ambulantes, como carritos de helado y limpiabotas, entre otros.

Se dice que en Cuba ya no hay monopolios. En realidad, se ha levantado un monstruoso monopolio absoluto, el propio Estado, que lo ha devorado todo, del cual puede afirmarse lo que el propio Martí dijera de los monopolios: "un gigante implacable sentado a la puerta de todos los pobres". Las tierras no fueron repartidas entre campesinos desposeídos, ni los latifundios, eliminados, sino que fueron estatizados, por lo que el Estado se convirtió en el "supremo terrateniente" del que hablara Marx en el tomo 3 de El capital, el cual continuó explotando a los jornaleros del campo. Semejante suerte corrieron también los trabajadores de las ciudades en las diferentes empresas confiscadas: comercios, industrias, bancos y medios de prensa entre otros, al frente de los cuales fueron designados funcionarios, no por capacidad, sino por lealtad política, burócratas que por su incapacidad, y sobre todo su proclividad a la corrupción, han arrastrado al país a la miseria y plagado de calamidades sin fin a la población.

Muchos de los compañeros de lucha de esa dirigencia opuestos a este modelo fueron encarcelados o pasados por las armas. Decenas de miles de personas fueron a parar a las cárceles y alrededor de dos millones prefirieron afrontar los rigores del destierro.

Los miles de cubanos que se lanzaron a las calles en decenas de ciudades cubanas el pasado 11 de julio no protestaban por los problemas del coronavirus como dijeron algunos medios, sino que la palabra que más se repetía era "libertad".

La comparación es elocuente. Si llamamos dictadura al régimen de Batista, ¿cómo hay que llamar a este?

Los artífices del asalto al cuartel Moncada durante la dictadura de Batista que provocara la muerte de numerosas personas solo recibieron condenas de hasta 13 y 15 años y fueron amnistiados dos años después. En cambio, los manifestantes del 11 de julio no mataron a nadie ni hicieron uso de violencia alguna, sino que fue el régimen quien la inició con una brutal represión, con el resultado de al menos un muerto, muchos heridos y más de 1.300 detenidos, de los cuales más de 700 permanecen aún en las prisiones con peticiones fiscales de hasta 20 y 30 años de cárcel, entre ellos 32 menores de edad.

La comparación es elocuente. Si llamamos dictadura al régimen de Batista, ¿cómo hay que llamar a este?

No los canso con más detalles que podrían llenar muchas páginas. Solo les pido que razonen lo que les he expuesto sin apasionamiento y saquen sus propias conclusiones, y sobre todo, que tengan en cuenta de qué lado quieren que la historia los recuerde.

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