Castro y el Refranero

Fidel Castro en la Sierra Maestra. (CC)
Fidel Castro en la Sierra Maestra (CC)
José Prats Sariol

18 de enero 2015 - 19:40

Se avecina o ya ocurrió la muerte de Fidel Castro, aunque hoy sea irrelevante para los destinos del país. Otra evidencia de que el refrán –“El que la hace la paga”-- es puro deseo, aquí justa ofuscación cubana.

Los refranes para pocas entendederas, sobre todo los ingenuamente optimistas, acumulan muchos disparates. “Siempre que llueve escampa”, por ejemplo, alberga otra ilusión. Porque cuando llueve y llueve más, hay inundaciones, ahogados, derrumbes, cosechas arrasadas, deslaves...

Muchos que la deben, que la han hecho –y en grande– han muerto sin pagar nada. Fue el caso de Valeriano Weyler, que muere venerado por su condena a la dictadura de Primo de Rivera y apoyo constitucional, mientras se oculta que cuando gobernó Cuba, su orden perversa de reconcentrar los campesinos en pueblos y ciudades, causó decenas de miles de muertos. Tranquilos, sin juicios y disfrutando sus fortunas –¿salieron del erario público?–, murieron los dictadores Gerardo Machado y Fulgencio Batista, aunque en el exilio.

Sin ser conducido por sus delitos a la Corte Penal Internacional de La Haya, cuya misión es juzgar a los presuntos autores de genocidio, de crímenes de guerra y de lesa humanidad, ahora le tocará al que le decían Comandante en Jefe. Cuyo largo mandato avergüenza la historia de Cuba y embarra principalmente la de los Estados Unidos y México, Rusia y Venezuela, España y el Vaticano.

Fidel Castro se va sin pagar –ni siquiera rendir– cuenta alguna. Sancho Panza sacaría otro refrán, aunque de doble lectura: “El crimen no paga”. Y uno de consuelo: “Muerto el perro, se acabó la rabia”. Pero don Quijote de inmediato le reprocharía que no viene a cuento, porque la rabia continúa, disfrazada, casi como si el Cagalitroso –tiene apodos más crueles– estuviera vivo o cuerdo.

Por eso –porque el daño está hecho y continúa– es sensato recurrir a un proverbio de Federico Nietzsche, no refrán pero cortante, de implicaciones tan cubanas como el oportunismo y la consecuente hipocresía colectiva. Dice: “Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.

"Se va Fidel Castro –o ya se fue y lo mantienen congelado hasta que convenga anunciarlo–, pero su herencia estremece: ¿Qué cubano volverá a creer en algún político?"

Invito a que cada lector piense en los abismos que ha mirado en la revolución y que la revolución le ha introducido, a los efectos de desechar cualquier muchedumbre de refranes –la frase es de Cervantes– portadores de una esperanza que no se corresponde con la realidad cubana en 2015, que exhibe más inverosimilitudes que una telenovela mexicana.

Enuncio abismos cercanos. Aguijones difíciles de extirpar, como explica Elías Canetti en Masa y poder. Quizás el primero por orden de daño causado sea cómo nos estafó y por cuánto tiempo. Abismo que cada cubano –abro a confesiones— padeció hasta hartarse, emigrar o simular, pocas veces denunciar.

Un segundo abismo-aguijón impagable por el Cagalitroso y sus soportes ideológicos y políticos, se halla en las mohosas furnias de la amoralidad, a consecuencia del miedo generado por las represiones –en todas sus formas, hasta venganzas con hijos y nietos– y los mecanismos de sobrevivencia, que ahora mismo pueden evidenciarse en una licencia o un estipendio en CUC, ejemplos entre cientos.

La corrupción también es hipocresía. Robar llega también a sentimientos y actitudes sociales y familiares. El legado del Cagalitroso –hay que admitirlo– parece en este aspecto parte del patrimonio nacional.

Se va Fidel Castro –o ya se fue y lo mantienen congelado hasta que convenga anunciarlo–, pero su herencia estremece: ¿Qué cubano volverá a creer en algún político? Extirpar este abismo-aguijón –entre otros– exigirá una cirugía no sólo de orfebre sino de monje budista.

Quizás aún se dé cuenta de que la historia lo absorbió y ahora lo escupe, aunque ese tipo de paranoia suele ocultarse las evidencias ingratas. Dicen que hoy parece una ameba –debe sentirse así–, pero nunca pagará lo que ha hecho.

Hace más de un año que no aparece en público y no ha dicho nada de los acuerdos con Obama, ponen a punto su tumba de mármol rosa en Santa Efigenia y aparece una supuesta carta suya a Maradona... Da igual: “Hay gente tan mala que muerde con la boca cerrada”.

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