Cumbre de las Américas: oportunidad y reto

La sociedad civil cubana debe demostrar que es un interlocutor en los diálogos en los que se está trazando el destino de todos

Enrique Peña Nieto y Barack Obama hablaron de la Cumbre de las Américas en la reunión que mantuvieron el pasado 6 de enero en Washington. (EFE/Michael Reynolds)
Enrique Peña Nieto y Barack Obama hablaron de la Cumbre de las Américas en la reunión que mantuvieron el pasado 6 de enero en Washington. (EFE/Michael Reynolds)
Miriam Celaya

08 de enero 2015 - 12:30

La Habana/Uno de los temas más controversiales que tienen ante sí tanto el Gobierno cubano como la sociedad civil independiente es el que se desprende del discurso pronunciado por el Presidente Barack Obama el 17 de diciembre último, cuando expresó: "El próximo mes de abril estaremos preparados para que Cuba se una a otras naciones del hemisferio en la Cumbre de las Américas. Pero insistiremos que la sociedad civil se nos una para que sean los ciudadanos, y no solo los líderes, los que conformen nuestro futuro".

A renglón seguido, Obama añadió: "Y exhorto a todos mis colegas y líderes a que le den sentido al compromiso con la democracia y los derechos humanos, que es la esencia de la Carta Interamericana. Dejemos atrás el legado de la colonización y del comunismo, la tiranía de los carteles de la droga, los dictadores y las farsas electorales".

Pasados los primeros momentos de sorpresa y puestas sobre la mesa las posiciones de unos y otros acerca de la decisión del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU, la mayoría de los cubanos tenemos la absoluta certeza de que el régimen no está preparado para enfrentar de manera satisfactoria un debate franco sobre democracia y derechos humanos. Mucho menos estaría dispuesto a ceder en su tozuda negativa a reconocer espacios de libertad que inevitablemente desembocarían en el final de su poder.

Pero, con igual certeza y en aras de la honestidad, debemos reconocer que a la sociedad civil independiente también nos quedan importantes obstáculos por superar, empezando por el que será, sin dudas, una premisa esencial: ponernos de acuerdo desde los consensos dejando de lado las diferencias –derivadas de partidismos políticos, ideologías, caudillismos y otras agendas personalistas– que nos han dividido e impedido mayores avances a lo largo de décadas.

En política el tiempo es un capital fundamental con el que no solemos contar los cubanos, acostumbrados a medio siglo de inmovilismo

Dejar atrás la adolescencia política y ganar de golpe la mayoría de edad para lograr un frente común que amplifique los reclamos democráticos de los cubanos por los cuales varias generaciones han estado luchando en difíciles condiciones, no es imposible, como lo demuestran los espacios de debate y consenso que se han estado abriendo en el transcurso de los dos últimos años. No obstante, tampoco será tarea fácil alcanzar una agenda única capaz de cubrir las exigencias esenciales de todos los sectores de la sociedad civil, en particular las de aquellos que se muestran más reacios al diálogo y han optado por una postura de confrontación.

Quizás parezca prematuro poner sobre el tapete un tema que, en primer lugar, depende de la conjunción y coordinación de muchas cuestiones todavía desconocidas. Pero en política el tiempo es un capital fundamental con el que no solemos contar los cubanos, acostumbrados a medio siglo de inmovilismo.

Obviamente, la disposición del Presidente Obama de apoyar a la sociedad civil no implica –o al menos no debería implicar– una intervención directa de su Gobierno en la financiación o selección de los actores que participarían en el cónclave hemisférico. Cabe suponer, tomando como antecedente sus propias declaraciones cuando ha reconocido que los asuntos de Cuba competen en primer lugar a los cubanos, que el compromiso de su Gobierno sea apuntalar las propuestas que hagamos nosotros, incluyendo los que no viven en la Isla pero forman parte de la vibra de la nación.

En ese caso, sería recomendable iniciar desde ahora un proceso de debates y consultas a los actores de la sociedad civil independiente, líderes de grupos y de opinión, periodistas, activistas de todos los proyectos existentes, y aquellos individuos u organizaciones que –sea desde la oposición o desde cualquier espacio cívico– tienen ideas que aportar a la agenda.

Es tiempo de demostrar que somos interlocutores en los diálogos en los que se está trazando el destino de todos

No se trata de buscar unanimidad, sino consolidar la unidad en aquellos puntos esenciales en los cuales estamos de acuerdo y tener listas nuestras propuestas, tanto del probable memorándum a presentar en la Cumbre de las Américas como de la representación que pudiera abarcar de manera más inclusiva y justa todo el abanico de organizaciones y tendencias de la sociedad civil independiente. A la vez, es preciso renunciar a las presunciones y abrazar la modestia en aras del bien común.

Lamentablemente, en eventos recientes hemos comprobado la persistencia de posiciones de intolerancia, violencia verbal y de menosprecio por las ideas diferentes de las propias; algo inherente a una sociedad largamente crispada y controlada por un régimen que ha sembrado el totalitarismo y la intimidación como métodos válidos para imponerse, y que algunos pocos demócratas parecen querer perpetuar.

Tales hechos, que han atentado contra la imagen pública de una disidencia caracterizada mayoritariamente por sus posturas de luchas pacíficas y de respeto por las opiniones discrepantes, deben ser desterrados de los debates si queremos fortalecernos y alcanzar prestigio y reconocimiento dentro y fuera de Cuba. Es tiempo de demostrar que somos interlocutores en los diálogos en los que se está trazando el destino de todos.

Lo verdaderamente importante es, en definitiva, estar preparados para la ocasión que políticamente se nos ofrece. Se trata de un compromiso, no de una prebenda, y quienesquiera que nos representen en este u otro foro internacional deberá sentir la tremenda responsabilidad histórica que asume, así como ser digno de la confianza de todos los que han empeñado sus fuerzas y cifrado sus esperanzas en un futuro de democracia para Cuba.

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