Día 18: En cuarentena y jugando fútbol

Un hotel construido para acoger a los pacientes de la llamada Misión Milagro hoy aloja a casos sospechosos de covid-19

En el Hotel Tulipán, del municipio Plaza de la Revolución en La Habana, están recluidos muchos de los sospechosos de tener covid-19. (14ymedio)
En el Hotel Tulipán, del municipio Plaza de la Revolución en La Habana, están recluidos muchos de los sospechosos de tener covid-19. (14ymedio)
Yoani Sánchez

08 de abril 2020 - 01:10

La Habana/En mi barrio hace años edificaron un hotel para acoger a los pacientes de la llamada Misión Milagro, pero hoy aloja a casos sospechosos de covid-19. El edificio, construido en los años del subsidio petrolero venezolano, se había convertido en un lugar para recibir a los diputados del Parlamento y los deportistas de la Serie Nacional de Béisbol.

"¡Alcánzame la pelota!", me grita un joven sin camisa que está al otro lado de la cerca que da hacia la calle Tulipán, en el municipio habanero de Plaza de la Revolución. La bola ha sobrepasado la alambrada y caído a pocos metros de donde paso con mi mascarilla, camino a buscar pan. "¡No la toques mucho!", me dice, una recomendación absurda.

Es un grupo de jóvenes, sin mascarilla, que se mueven a toda velocidad por el césped que separa la fea edificación de la calle

Es un grupo de jóvenes, sin mascarilla, que se mueven a toda velocidad por el césped que separa la fea edificación de la calle. Están aislados y viven su propia cuarentena entre gritos con acento argentino y cubano, según logro discernir. Al otro lado, nada se mueve, todo está muerto. Irónicamente, hay más animación dentro de ese perímetro donde están recluidas los contagiados.

El vacío alrededor del lugar tiene su explicación.

Como siempre que "el hotelito" -como lo llaman mis vecinos- está lleno con alguna delegación o grupo oficial, los custodios que vigilan el lugar le hacen saber a los transeúntes que no se puede acceder a la tienda interior, tampoco a la cafetería y mucho menos usar la zona wifi de pago suministrada por la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba. Sin eso, el lugar pierde toda gracia y queda como una mole fea en el paisaje.

La segunda razón para tanto vacío es que las autoridades han decidido cerrar la cafetería situada del otro lado de la calle, conocida como El Trencito. El local estatal de venta está ubicado en la Estación 19 de Noviembre que conmemora aquel día de 1837 en que se abrió a la explotación el primer tramo de ferrocarril cubano. Para mí, que vengo de una familia de guardagujas, fogoneros y maquinistas la muerte lenta del lugar me lastima.

Hace una década barrieron a los vendedores privados que esperaban con sus fritangas y sus golosinas a los pasajeros; después disminuyeron la salida de trenes y ahora, por último, han cerrado la mustia cafetería que seguía vendiendo refrescos, helados y bebidas a la gente del barrio. La razón actual, según cuentan los vecinos, es que quieren evitar que las personas en cuarentena salgan del hotel, crucen la calle e intenten comprar bebidas alcohólicas al otro lado.

A eso le decimos en Cuba botar el sofá. Cuando para solucionar un pequeño problema se eliminan otras situaciones y servicios que nada tenían que ver con la dificultad. Es como lanzar toda la sala de estar por la ventana. Más o menos lo que está pasando en mi barrio.

Así que recogí la pelota. La lancé de vuelta al otro lado de la cerca, me limpié las manos con un paño con alcohol que llevo en las pocas incursiones que ahora mismo hago a la calle

Así que recogí la pelota. La lancé de vuelta al otro lado de la cerca, me limpié las manos con un paño con alcohol que llevo en las pocas incursiones que ahora mismo hago a la calle. Seguí hacia la panadería pero ya había cerrado. Regresé a casa.

Cuando entré, después de quitarme los zapatos en el pasillo y lavarme las manos, revisé las últimas estadísticas oficiales: 11 muertos por covid-19 en Cuba, 396 casos positivos y 1.752 ingresados. Números que, incluso maquillados, son profundamente alarmantes.

Aún me quedaba un poco de harina e improvisé unas galletas. Duras, pero suficientes para "entretenerse" como diría mi abuela. Estamos bien, mucho mejor que esos jóvenes que he visto esta mañana jugando fútbol pero con un signo de interrogación sobre sus cabezas. Ellos están en aislamiento médico en nuestro barrio, nosotros vivimos en un país en permanente cuarentena.

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