EE UU ayuda a Raúl Castro a mantener la estabilidad en Cuba

El verdadero propósito de la "actualización" es transitar del capitalismo de Estado al privado bajo control de la alta burocracia en alianza con el gran capital extranjero

Barack Obama y Raúl Castro se dan la mano en la inauguración de la Cumbre de las Américas
Barack Obama y Raúl Castro se dan la mano en la inauguración de la Cumbre de las Américas
Pedro Campos

10 de junio 2015 - 07:25

La Habana/Aún cuando altos funcionarios de la administración Obama y el mismo presidente han dicho que la nueva política de Estados Unidos hacia Cuba no tiene como objetivo cambiar el régimen, los propagandistas del estalinismo criollo insisten en que esa sigue siendo la verdadera pretensión estadounidense.

Desde luego el propósito es decir que nada ha cambiado y continuar levantando la cortina de humo del bloqueo y los planes "enemigos" para tratar de continuar ocultando las verdaderas causas del desastre económico y justificar la ausencia de democracia y la represión de la diferencia.

Es elemental que EE UU quisiera en Cuba un régimen de economía de mercado libre, con un Gobierno que le ayude a preservar sus intereses en la Isla y la región. Pero para eso no hay que subvertir el Gobierno cubano.

Sin embargo, de ahí a pretender imponer un Gobierno a su antojo, en las nuevas condiciones internacionales, va un buen trecho, pues saben muy bien que un intento deliberado en ese sentido chocaría con una gran resistencia en el país y en la región. Además, ¿porqué caer en aventuras peligrosas, si por otras vías "inteligentes" se pueden conseguir iguales resultados?

No. Hoy el objetivo de EE UU no es "destruir la Revolución". De eso se han encargado los "revolucionarios" en el poder, como dijo el propio Fidel Castro el 5 de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana. Él y su grupo impidieron, primero, el triunfo de la revolución democrática en el 59-60 y después, en nombre de la Revolución, el socialismo y la clase obrera han evitado las transformaciones socialistas.

Ni revolución democrática, ni revolución socialista hemos tenido en Cuba.

Ni revolución democrática, ni revolución socialista hemos tenido en Cuba

Estados Unidos vio transitar las economías "socialistas" centralizadas en la Unión Soviética, Europa Oriental, China y Vietnam, a otras más o menos de mercado libre, de manos de muchos de sus mismos antiguos dirigentes. Yeltsin, ex miembro del buró Político del PCUS en la URSS o Deng Xiaoping miembro también del buró político del PCCH en China y así por el estilo los demás.

Con aquel desastre se evidenció que el "socialismo de Estado" nunca llega a término, por sus inconsecuencias entre fines socialistas y medios capitalistas (el trabajo asalariado y la centralización de la propiedad) que, más tarde o más temprano, lo mueven económicamente de forma natural hacia el capitalismo privado.

Ese es el resultado de no haber socializado la economía ni democratizado el poder político, léase entregar el poder real ‒el económico y la gobernanza‒ a los trabajadores y al pueblo.

Hasta entonces, los objetivos que perseguía EE UU en Cuba eran evitar la consolidación de un régimen "socialista", su eventual reversión y su propagación en la región¨. Pero con la caída de su soporte internacional, la experiencia "castrista" caía en crisis, se terminaba la exportación de la Revolución y nadie en el continente se animaba a seguir el modelo cubano.

Llegados a esas metas, sin invasión alguna, y demostrada la endógena inviabilidad del modelo socialista estatal cubano (ni socialista, ni cubano), EE UU creyó que su implosión sería cuestión de poco tiempo. No comprendió hasta hoy que, a pesar de sus inconsecuencias y déficits económicos, el "enfrentamiento al imperialismo", la ayuda de Venezuela, la hiperexplotación de los trabajadores por el Estado, la permanencia del líder histórico y algunas medidas populistas brindaban ciertas reservas de tiempo al experimento "castrista".

Con la caída de su soporte internacional, la experiencia “castrista” caía en crisis, se terminaba la exportación de la Revolución y nadie en el continente se animaba a seguir el modelo cubano

Paralelamente, a partir de 1994, fue creciendo en el establishment estadounidense la preocupación por una complicada crisis interna que generara otro éxodo migratorio tipo balseros, convirtiera a Cuba en un estado fallido y llevara a EE UU a tener que realizar algún tipo de intervención. Esto sí pondría en peligro sus intereses estratégicos en la región.

Esto quedó ya más definido por la Comunidad de Inteligencia, tal y como expusieron sus diferentes representantes, cuando se hizo evidente la transmisión de poder en Cuba de Fidel Castro a su hermano. Entonces precisaron que a tales efectos convenía la existencia de un Gobierno manu militari como el de Raúl Castro que realizara pacíficamente la transición económica y política en Cuba (1).

Fue en aquel tiempo que en EE UU empezaron a comprender la inutilidad política del bloqueo-embargo y a delinear una nueva política. Todavía Obama no era presidente.

Una vez transmitido el poder a Raúl y con otra administración en Washington, una nueva intención se fue haciendo más evidente: ayudar al Gobierno del General a aliviar económicamente la situación interna para evitar esa peligrosa crisis y, desde luego, aprovechar las oportunidades que abre la "apertura" al capital extranjero y establecer todos los vínculos y compromisos permisibles para tener lo más cerca posible al Gobierno cubano.

Y es eso lo que en primera instancia explica el cambio de política que tuvo antecedentes incluso en el Gobierno de Bush, cuando se permitió la importación de alimentos y se realizaban conversaciones y compromisos sobre problemas migratorios.

El cambio de política tuvo antecedentes incluso en el Gobierno de Bush, cuando se permitió la importación de alimentos y se realizaban conversaciones y compromisos sobre problemas migratorios

Otro elemento básico en esta nueva proyección es que la innecesaria extensión del absurdo bloqueo-embargo se convirtió en un boomerang para la política exterior norteamericana, particularmente en América Latina. Recomponer sus relaciones con Cuba parecería precondición para revertir esa situación y crear un ambiente más favorable para una ampliación de las relaciones políticas y económicas en la región de cara a la ofensiva de China y Rusia.

No hay que olvidar que el ALCA (Asociación de Libre Comercio de las Américas), con la que EE UU pretendía crear una zona económica en el continente para tratar de preservarla de la competencia extra-continental, fue saboteada por iniciativa de Fidel Castro con la ayuda de Chávez.

Con la "normalización", EE UU se propone neutralizar el antiimperialismo a ultranza de la "dirección histórica", que tantos problemas le ha traído en todo el mundo.

Parte de la nueva política es la continuación de la Ley de Ajuste Cubano que constituye una permanente válvula de escape para los inconformes, ahora con más posibilidades de salir del país con la nueva ley migratoria, nada ajena a la necesidad de sacar de la Isla el creciente descontento generado por la propia "actualización".

¿Muestra de descontento? Un viejo del barrio, de 80 años, fidelista, molesto porque la libreta de racionamiento casi no trae nada y la jubilación no le alcanza, me dijo: "Si Fidel sabe que Raúl le ha quitado la comida al pueblo, lo manda a fusilar. Fin del cuento".

Desde luego, un alivio mayor sería que se realicen cambios políticos que aflojen las tensiones internas. Pero EE UU sabe que esa parte corresponde a los cubanos.

Con la “normalización”, EE UU se propone neutralizar el antiimperialismo a ultranza de la “dirección histórica”, que tantos problemas le ha traído en todo el mundo

A la extrema estalinista atornillada en las estructuras del Partido Comunista, a los efectos de su imagen intransigente antiimperialista, no le conviene aceptar que el objetivo estratégico de EE UU en Cuba es la estabilidad para evitar una crisis, ni que ayudar al Gobierno de Raúl Castro es parte de la táctica para conseguirlo.

Tal enfoque dejaría sin base alguna el "enfrentamiento al imperialismo", su propaganda y la filosofía de ciudadela sitiada que pretende justificar la represión interna de la disidencia y el pensamiento diferente o los déficit democráticos del "modelo" (modelo de lo que no debe hacerse en nombre del socialismo).

Los verdaderos propósitos de la "actualización" ya no son construir el "socialismo", sino transitar del capitalismo monopolista de Estado a la restauración del capitalismo privado pero bajo control de la alta burocracia en alianza con el gran capital extranjero.

(1) Ver artículo de Soren Triff en el Nuevo Herald del 18 de enero de 2007.

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