Geopolítica vs democracia

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo cubano, Raúl Castro, en la sede de las Naciones Unidas. (EFE)
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo cubano, Raúl Castro, en la sede de las Naciones Unidas. (EFE)
Manuel Cuesta Morúa

07 de octubre 2015 - 10:03

La Habana/Queda más claro después del 17 de diciembre, con el cambio de política norteamericana hacia Cuba. Se confirma mejor con posterioridad al 21 de septiembre con la visita del papa Francisco. ¿Qué? Lo siguiente: es preciso tener en cuenta la geopolítica, sus tendencias y sus conceptos si queremos tener aunque sea un mínimo de influencia en los acontecimientos internos. Esto vale para cualquier parte del mundo; vale más para el proceso de democratización de Cuba, que compromete la convivencia política desde sus fundamentos.

Hay ahora mismo dos realidades geopolíticas respecto a nuestro país que no deberían ser obviadas por los demócratas cubanos. La primera es que la comunidad internacional promueve y quiere, ante todo, estabilidad. La segunda, que el gobierno cubano se ha posicionado como un factor de estabilidad regional.

Después de la ilusión de una Primavera Árabe, que resultó fallida, de la porosidad de las fronteras para el terrorismo, el narcotráfico y el tráfico de personas, el deseo de estabilidad no cesa de fundamentarse en análisis, posturas de gobiernos, organismos internacionales y en exigencia de la comunidad inversora global. Las últimas revoluciones han fallado y los poderes fácticos se muestran remisos a los experimentos políticos.

El ciclo revolucionario termina no solo en el mal llamado Tercer Mundo, con la estafa del socialismo del siglo XXI y la deriva árabe hacia ningún lugar, sino incluso en el Primer Mundo, después que un partido como Podemos en España es ya uno más del establishment que critica.

De desestabilizador regional durante décadas, el Gobierno se convierte en un factor imprescindible en la estabilización

Esta primera realidad geopolítica global se ha traducido aquí en dos sentidos: búsqueda de cooperación entre Estados para reforzar la estabilidad, y apoyo a transiciones en ámbitos seguros y que no tengan, de fallar, consecuencias desestabilizadoras.

En cuanto a la segunda realidad geopolítica, el Gobierno cubano se ha posicionado como un factor de estabilidad regional de dos maneras estratégicas: para los nuevos esfuerzos de concertación hemisférica y para garantizar la paz regional tras conflictos enquistados. Aquí el juego de la realpolitk es clásicamente cínico: el Gobierno pasa de ser un factor desestabilizador de la región durante décadas a convertirse en un elemento imprescindible en la estabilización. Como esas vacunas cuya efectividad consiste en inocular el mismo virus a combatir.

Que el papa Francisco haya agradecido públicamente a Raúl Castro, en medio de una misa, su papel en el conflicto colombiano es una prueba de que la suya fue una visita política con fines estrictamente diplomáticos. Si se contrasta con sus llamados casi revolucionarios en Estados Unidos, se confirma el dato: la estabilidad es el nuevo mantra global, que solo parece favorecer, si se dan las condiciones, transiciones tranquilas.

Hay detrás de todo esto un nuevo paradigma en las relaciones internacionales, proveniente de círculos académicos y de poder en Estados Unidos, que entronca con la tradición diplomática de Europa occidental, el otro polo, algo desimantado, de poder global.

La estabilidad es el nuevo mantra global, que solo parece favorecer, si se dan las condiciones, transiciones tranquilas

Hay un texto que teoriza el nuevo enfoque, y su título traduce el concepto: How Enemies become Friends ("Cómo convertir a los enemigos en amigos"), del profesor de la Universidad de Georgetown Charles A. Kupchan, que no es más que una explicación, entre histórica y política, de cuáles deben ser, a su juicio, los conceptos que deben guiar la política exterior estadounidense. La política exterior de Obama busca detener la anarquía internacional para substituirla por una "sociedad internacional". Y no parece que el partido demócrata y sectores moderados del partido republicano se vayan a desviarse mucho de este objetivo luego de sus fracasos tanto en el Medio Oriente como en Cuba.

El acercamiento hacia Irán, China y Cuba, es muestra de la puesta en práctica de un nuevo sentido y una nueva razón para la estabilidad global, que no se desentiende de los valores, pero que cree más en la fuerza del poder blando para generar cambios positivos y controlables en sus efectos globales.

Deberíamos leer ese libro. Al menos para entender por dónde van las relaciones internacionales en una época global: Estados Unidos quiere convertir a los enemigos en amigos, Europa occidental intenta evitar la conversión de los amigos en enemigos, mientras que América Latina simplemente no quiere enemigos.

Entender con claridad este enroque internacional es un imperativo para nosotros porque, sin apoyo de la comunidad internacional, no hay transición democrática posible en Cuba.. La comunidad internacional ya no está en el negocio de las revoluciones políticas, que casi nunca tienen con qué llenar el vacío que generan.

Simplemente así: para las formas tradicionales del cambio, no tenemos aliados visibles. Mucho menos que marquen la diferencia en la escena mundial.

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