La Habana-Bruselas: un diálogo de sordos

Manuel Cuesta Morúa

11 de diciembre 2014 - 07:01

La Habana/El Gobierno cubano acaba de pedir el aplazamiento de la tercera ronda del diálogo que sostiene con la Unión Europea. Lo hizo en vísperas del 10 de diciembre, Día Internacional dedicado a los derechos humanos, que es precisamente el tema inscrito en la agenda de esa reunión.

El motivo esgrimido por las autoridades cubanas es la "falta de confianza". Lo que no debería ser tomado como un dato simple de naturaleza logística o de tiempos organizativos. Si hay fotos de un lituano en Bruselas que aluden a Cuba, asumidas como una ofensa para la sensibilidad de Estado, puede interpretarse que el pretexto va en busca de una verdad banal para enmascarar razones más profundas.

Christian Leffler, quien está al frente por la parte europea de las negociaciones entre Cuba y la UE, ha dejado claro recientemente en Bruselas a activistas cubanos de dentro y fuera de la Isla que el tema de los derechos humanos es uno de los núcleos pétreos de un posible acuerdo. José Manuel García-Margallo, ministro de Exteriores de España, le dio brillo y lustre a esta posición con una conferencia en La Habana sobre la transición española, vista por muchos como una hoja de ruta sugerida para iniciar un proceso de cambio político en nuestro país.

La reacción del Gobierno cubano la entiendo así como una asimilación tardía de uno de los propósitos fundamentales de la política de la Unión Europea en el mundo. En mi opinión, las autoridades asumieron este diálogo no solo como el fin de la Posición Común sino como la clausura de la agenda de derechos humanos. Confundieron posición estratégica con táctica política, haciendo una lectura de guerra, a la que están acostumbrados, donde solo cabe hacer una lectura política, en la que las tácticas son las que mejor inducen las estrategias. La relación medio fin es esencialmente de naturaleza política y se verifica mejor y con más claridad cuando se trata de los derechos humanos.

Confundieron posición estratégica con táctica política, haciendo una lectura de guerra donde solo cabe hacer una lectura política

Estuvo siempre claro que a través de la Posición Común era imposible obtener resultados en un país de soberanía cerrada y antigua, desconectado de las dinámicas tanto del derecho internacional de los derechos humanos como de la economía global. La Posición Común solo podía imponer los derechos humanos por otros medios, nunca mediante el juego político mismo. Al recuperar el diálogo, la Unión Europea recupera el único instrumento que permite introducir, políticamente, un asunto fundamental para la organización de la convivencia dentro de los Estados.

Pero todo parece indicar que el Gobierno entendió este cambio de táctica como una legitimación del Estado en su actual estado de cosas, no como un mensaje de que la Unión Europea hablaba en serio.

Por eso, y esta es una segunda razón, las autoridades cubanas no caminaron en profundidad en su proceso de reajustes económicos o de actualización del modelo como le han llamado. Ni la Ley de Inversión Extranjera, que carece de dos contextos fundamentales y previos: claridad monetaria y seguridad jurídica; ni la precaria liberalización económica interna, que no ha creado condiciones propicias para la pequeña empresa, han podido generar la estabilidad económica mínima para una aventura humanista del Estado cubano.

El Gobierno cubano no está listo para hablar de nuestros derechos porque no está preparado para alimentar nuestros estómagos

La cuestión de los derechos humanos se convierte en una agenda de aplicación instantánea porque depende de la voluntad de los Estados. Lo único que tendrían que hacer es dejar de reprimir a la sociedad civil y a los ciudadanos que hacen uso de sus derechos. En materia económica la trayectoria es más larga por razones que son obvias. Y dada la debilidad económica del país, un diálogo en materia de derechos humanos tendría efectos inmediatos sobre el mejoramiento de los ambientes cívicos cualquiera sea el mínimo compromiso del Gobierno con su contraparte en la mesa. La presión sobre el poder sería también inmediata.

El Gobierno cubano no está listo para hablar de nuestros derechos porque no está preparado para alimentar nuestros estómagos. Esa es su lógica. No es que quiera de verdad respetarlos, es que si tiene que hacerlo no querría poner en riesgo su poder.

De ahí desprendo una tercera razón para aplazar el diálogo: el silencio de los inversionistas, sobre todo europeos. El fracaso de la última Feria de La Habana, que pretendía ir más allá de la mera exhibición, ha impuesto un freno a cualquier otro punto de la apertura del régimen a occidente. Hay aquí una razón cínica: si no se produce el rescate económico, nadie podrá hablarnos de derechos. Un razonamiento perverso en el que el Gobierno no advierte que, incluso en economía y fundamentalmente en la cubana, la cuestión de los derechos importa.

La pelota sigue en la cancha del Gobierno. El diálogo es más efectivo para el día de hoy: el de los derechos humanos. Las fotos de Bruselas no están completamente reveladas.

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