La Habana de Putin no cree en lágrimas

Espantan la hipocresía y el doble rasero de un régimen cínico que ya no podrá volver a usar la palabra antiimperialismo sin sonar a Tartufo

Bombardeo del departamento de Sociología de la Universidad Karmazin, en Járkov. (Captura/ MSahuquillo)
Bombardeo del departamento de Sociología de la Universidad Karmazin, en Járkov. (Captura/ MSahuquillo)
Yunior García Aguilera

02 de marzo 2022 - 10:28

Madrid/Cuando en 1999 la Otan bombardeaba Yugoslavia, la declaración del Gobierno cubano condenaba "con toda energía el monstruoso crimen". El documento hacía especial énfasis en los ancianos, mujeres embarazadas y niños que vivían bajo el terror de las bombas, pendientes cada minuto del ruido de las sirenas, corriendo hacia los refugios con criaturas en brazos o auxiliando a los inválidos. Y sí, el drama de la guerra es espantoso. Pero también espantan la hipocresía y el doble rasero de un régimen cínico que ya no podrá volver a usar la palabra antiimperialismo sin sonar a Tartufo.

Ahora parece que, para la cúpula cubana, en Ucrania no hay niños, ni embarazadas, ni ancianos. La reciente declaración de La Habana habla esta vez del "derecho de Rusia a defenderse", y "los justos reclamos de la Federación rusa". Para los putinistas del Caribe, el proyecto de resolución vetado por Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU era un documento desbalanceado, que no tomaba en cuenta las "legítimas" preocupaciones de todas las partes involucradas. ¡Todos los medios están equivocados, excepto Granma, TeleSur y RT!

Ahora parece que, para la cúpula cubana, en Ucrania no hay niños, ni embarazadas, ni ancianos. La reciente declaración de La Habana habla esta vez del "derecho de Rusia a defenderse", y "los justos reclamos de la Federación rusa"

En enero, el viceministro ruso de exteriores fanfarroneaba sobre establecer bases militares en Venezuela y Cuba. Sus lacayos latinoamericanos prefirieron cerrar la boca y sonreír ante Putin, pero esta amenaza resucitó los fantasmas de la Guerra Fría, que ya llevaban un buen tiempo asomando las narices en el contexto global. Los cubanos tenemos muy presente la Crisis de los Misiles de octubre de 1962. Jruschov no confiaba en Fidel Castro. Cuba era para el líder soviético solo un portamisiles a 90 millas de su gran enemigo. El viejo zorro tuvo el detalle de enviar las cabezas nucleares separadas de los cohetes, consciente de que los soldados cubanos no tenían ni idea de cómo lucía un arma semejante.

Cuando el temerario fumador de habanos le sugirió en un telegrama que fuese el primero en lanzar los misiles y recalcó que su pueblo estaba dispuesto a desaparecer bajo los hongos nucleares, Nikita comprendió que había metido la pata hasta el fondo. Jruschov prefirió resolver el conflicto con Kennedy sin invitar a Fidel Castro. Sintiéndose ninguneado, cuentan que se deprimió hasta tocarse los calcañales. Tal vez comenzó a sentir fobia por la palabra misiles, ¿quién sabe? Quizás por eso en Cuba se conoce aquel suceso como Crisis de Octubre, para no mencionar incómodas palabritas. En fin... mientras la URSS retiraba sus armas estratégicas, en La Habana coreaban: "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita".

En 1968 entraban los tanques soviéticos en Praga, dando una patada directa al "rostro humano" del socialismo. En total contradicción con toda su retórica, el barbudo cubano salía en televisión afirmando que el campo socialista tenía todo el derecho de impedir, de una forma o de otra, que Checoslovaquia eligiera el color de su primavera. Veinte años después, la propia URSS reconoció que aquella acción había constituido una injerencia en los asuntos internos de un país soberano, pero ya el daño estaba hecho. Y esa mancha en el expediente del discurso castrista todavía ningún detergente ha podido borrarla.

Ya imaginamos cómo votará la delegación cubana la resolución que se discute este miércoles en la sesión especial de emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas

En días recientes hemos visto al presidente de la Duma, Vyacheslav Volodin, pasearse por La Habana haciendo ojitos. Un día antes, ese órgano legislativo posponía el reembolso de la deuda de Cuba, unos 2.300 millones de dólares en préstamos a la Isla entre 2006 y 2019. Eso nos da una idea aproximada de cuánto cuesta, para el team Canel, pasarse por el arco del triunfo todo su antiimperialismo, todo el palabreo sobre la soberanía de las naciones, la no injerencia, la Carta de la ONU y la paz mundial. Ya imaginamos cómo votará la delegación cubana la resolución que se discute este miércoles en la sesión especial de emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas.

La invasión rusa a Ucrania es ilegal, ilegítima e injustificable. En aquella declaración de 1999 sobre los bombardeos de la Otan en Yugoslavia, Cuba terminaba con signos de exclamación: "¡Cesen los bombardeos! ¡Cese el genocidio! ¡Cese la guerra!" Esta vez nos entregan un documento lleno de zigzagueos, con una altísima dosis de cinismo y demasiado descaro. Mientras escribo estas líneas, se eleva a 677.000 la cifra de refugiados ucranianos, han muerto cerca de 150 civiles, incluyendo a más de una docena de niños. Pero para La Habana de Canel, (perdón, de Putin), ahora sí se trata de "daños colaterales". La Habana de Putin no cree en lágrimas.

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