Lecciones españolas

Los ciudadanos escogen las papeletas para ejercer su voto en las elecciones en el colegio electoral situado en la Universitat de Barcelona. (EFE/Toni Albir)
Los ciudadanos escogen las papeletas para ejercer su voto en las elecciones en el colegio electoral situado en la Universitat de Barcelona. (EFE/Toni Albir)
Manuel Cuesta Morúa

28 de diciembre 2015 - 13:59

La Habana/Las elecciones generales celebradas en España el pasado 20 de diciembre contienen un número importante de lecciones para Cuba y los cubanos de cara al proceso electoral de 2018. Cabe una reflexión sobre ellas a la distancia del espacio y del tiempo.

Pude participar en el 20-D como una especie de observador internacional en calidad de representante de la iniciativa #Otro18. En el Principado de Asturias, donde me invitaron, ―lo que agradezco de buen grado, no solo por la belleza en miniatura de una ciudad como Oviedo, sino porque el funcionamiento de los sistemas políticos se observa mejor lejos del atrezo de las ciudades metropolitanas― había a mi llegada un ajetreo tranquilo en el que todos los grupos políticos en competencia se preparaban de diversos modos para el importante ejercicio de elegir entre una diversidad de partidos y entre cuatro rostros principales: Mariano Rajoy (Partido Popular, PP, en el poder desde 2011), Pedro Sánchez (Partido Socialista Obrero Español, PSOE), Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos).

A mi llegada me condujeron rápidamente a la Casa del Pueblo en Oviedo: una exquisita y bien conservada arquitectura del siglo XVIII que en su tiempo sirvió de recinto a monjas católicas y que ahora sirve de sede al PSOE. Allí, y esta es la primera lección para nosotros, se realizaba la más afortunada de esas reuniones típicamente aburridas que solemos realizar los humanos. Se trataba del encuentro habitual, previo al ciclo electoral, que efectúan los diferentes grupos políticos entre lo que allí llaman interventores y apoderados: una tropa de militantes que en el día de las elecciones vigilan la transparencia y justeza del proceso.

Relectura del manual actualizado para las elecciones; recuento de las incidencias y problemas del proceso electoral anterior (las municipales del mes de mayo en toda España); recordatorio, en el caso de los interventores y apoderados viejos, y orientación en el caso de los nuevos, de los deberes y derechos que tienen el día de las elecciones; discusión al detalle de lo que constituye, según el código, delito electoral; y ubicación de las mesas electorales locales entre las 23.000 que se abrirían en total en toda España. Todo ello formó parte del necesariamente aburrido encuentro nocturno en una de las sedes del PSOE. Allí pude saber que así ocurre con el resto de los partidos políticos.

La lección más importante para nosotros los cubanos es la tolerancia y el respeto de la diversidad en una sociedad como la española, a pesar del tono agrio del debate político

Este aburrimiento es una fortuna para un ejercicio político tan importante y complicado como el de las elecciones. Deberíamos captar su necesidad porque es la única manera de atajar uno de los ejes clave de los sistemas democráticos: el nerviosismo que cunde en la clase política frente a las incertidumbres del voto ciudadano.

La segunda lección es que, cuando se trata de elecciones en régimen plural, hay que estar preparados para la sorpresa. No siempre lo que uno espera, sean las tendencias que marca la tradición o las corrientes de opinión que expresan los sondeos, coincide con lo que ocurre en la realidad. En las del 20-D hubo varias sorpresas: fin claro del bipartidismo, irrupción de partidos emergentes en el Congreso (Podemos y Ciudadanos), disolución de las mayorías arrogantes y regreso a la cultura del diálogo y del pacto para echar adelante las políticas públicas.

La tercera lección es que las democracias no pueden ser hegemónicas y respetan los derechos de las minorías. Una queja que constantemente escuché es la de que los sistemas mayoritarios desatan la tentación de desconocer las necesidades e intereses de la minoría, de manipular el voto-masa y de convertir a la oposición en una especie ruidosa incapaz de revertir las decisiones perniciosas legitimadas por el peso de las mayorías. A fin de cuentas, y este es un dato moderno relevante al menos en todos los países occidentales, las sociedades globalizadas están altamente fragmentadas por un sinfín de minorías religiosas, políticas, ideológicas, étnicas o culturales, de modo que las democracias deben fomentar pactos que tomen en cuenta los intereses de todos. Para Cuba esta lección es urgente.

Sin embargo, la lección más importante para nosotros los cubanos es la tolerancia y el respeto de la diversidad en una sociedad como la española, a pesar del tono agrio del debate político.

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