Marchar o no marchar… He ahí el dilema

Marcha de las Damas de Blanco por La Habana. (EFE)
Marcha de las Damas de Blanco por La Habana. (EFE)
Miriam Celaya

28 de octubre 2015 - 09:27

La Habana/La más reciente ciber-escaramuza desatada en torno a las declaraciones de Eliécer Ávila, líder del movimiento opositor Somos+, acerca de la iniciativa #Todosmarchamos, vuelve a poner en evidencia, por una parte, la necesidad de la contención en el discurso político y la importancia de no dejarse arrastrar por las provocaciones de quienes solo persiguen rating y protagonismo desde la cómoda seguridad de la lejanía geográfica, y por otro, la incapacidad de ponderar las cosas por su justo valor, ya sea por parte de los llamados líderes opositores –con independencia de sus estrategias, su orientación ideológica o sus propuestas políticas, cuando las tienen–, o por la opinión pública.

Saltan a la vista, en este caso, los numerosos mitos que forman parte de una suerte de teogonía de la oposición, un espejismo especialmente creado y sostenido desde la emigración en un absurdo afán de aferrarse a una épica opositora –que eventualmente debería sustituir la actual épica revolucionaria– y que, como ésta, crea parcelas de prestigio y heroicidad, e incluso se inventa castas y linajes, en dependencia de que los nuevos héroes estén dispuestos a sangrar o recibir gaznatones. Es sabido que los cubanos somos especialistas en repetir errores, en particular aquellos que garantizan futuras lamentaciones y desgarramientos de vestiduras.

Los cubanos somos especialistas en repetir errores, en particular aquellos que garantizan futuras lamentaciones y desgarramientos de vestiduras

Si en algo coincido 100% con Eliécer, es en la necesidad de que la prensa independiente de Cuba deje de ser complaciente con la oposición –imitando lamentablemente la función de la prensa oficial respecto del castrismo– y asuma desde la propia actualidad (en dictadura) el papel y las funciones que suele cumplir el periodismo en las sociedades democráticas. Esto es cuestionarse absolutamente todo y todos, desacralizando cualquier figura pública cuya proyección debería ser en definitiva servir y no mandar. En tal sentido, aquí me propongo algunas observaciones que, con seguridad, a los más rabiosos radicales les resultarán intolerables. Sugiero, pues, que los pasionales dejen de leer en este punto de mi trabajo, a fin de evitarse las usuales perretas patrioteras.

No entraré a dirimir mis simpatías o diferencias personales sobre la oposición –que no sobre un inexistente "movimiento opositor"–, un entorno que conozco al dedillo cuando han transcurrido casi tres lustros desde que me adentrara en él. Lo que yo sepa o crea de unos y otros es completamente irrelevante.

En la oposición he encontrado a muchas de las mejores personas que he conocido en toda mi vida: honradas, honestas, entregadas y generosas. Y también a muchas de las peores y más dañinas: seres ambiciosos, hipócritas, oportunistas, falsos patriotas y también, como dijera Eliécer, ciertos personajillos corruptos que han hecho de la "lucha por la democracia" un modo de vida. Con los años he comprendido que esa realidad no es privativa del escenario cubano ni tampoco se reduce al espacio geográfico de la Isla. Buenos y malos cubanos hay tanto en Cuba como en la diáspora, hay quienes viven para Cuba y quienes viven de ella. Conste que me limito a reseñar el hecho como un mal necesario y verdadero: es así, y punto.

Buenos y malos cubanos hay tanto en Cuba como en la diáspora, hay quienes viven para Cuba y quienes viven de ella

Hay quienes no quieren saber que la disidencia cubana tiene una composición tan variopinta desde el punto de vista de calidad humana como la podría tener cualquier grupo social. De hecho, en nuestro sector se reflejan todos los vicios heredados de un sistema corrupto y enfermo, incluyendo males atávicos como el caudillismo, el autoritarismo o el caciquismo, y hasta existe lo que pudiéramos llamar una gerontocracia opositora, sólidamente aferrada a viejos preceptos y resabios inamovibles, incapaz de evolucionar ante los nuevos escenarios.

Siempre me sorprende y hasta me disgusta escuchar cuando en el extranjero, quizás con la mejor voluntad del mundo, alguien se refiere a los disidentes en general, incluidos los periodistas independientes, como "héroes". Lo peor es que hay personajes que aceptan "modestamente" el epíteto, como si en verdad les correspondiera por derecho. Jamás apoyaré como líder a un sujeto que se perciba a sí mismo como digno de supremacía moral sobre el resto. Por demás, semejante panteón de héroes de prefabricado solo servirá para cimentar numerosos males presentes y futuros.

No obstante, en esas circunstancias y con esos actores es preciso continuar abriendo las vías por la democracia para Cuba. Los más optimistas creemos que en el mejor de los escenarios y con el paso del tiempo se sumarán nuevas figuras y propuestas que ampliarán y diversificarán las opciones en el escenario político y social, abarcando todos los intereses e incluyendo todas las tendencias y opciones de participación ciudadana. Y tendremos que aprender a convivir con nuestras diferencias.

Otro de los mitos más connotados del imaginario cubano de todos los tiempos se basa en medir el valor de las personas por la disposición que tengan a "derramar su sangre", a ser apaleados en la vía pública o encerrados en calabozos. Marchar o no marchar parece querer erigirse en la disyuntiva moral para políticos del futuro. No importa si el hecho se repite una y otra vez, con idéntico resultado, sin que se haya movido un ápice el poder dictatorial, ni se haya sumado al martirologio ningún ciudadano de esos que llaman "de a pie", a los que se pretende emancipar del yugo castrista. Es sabido que ningún "líder" ha logrado atraer adeptos convirtiéndose en víctima propiciatoria de una dictadura que sabemos represiva y capaz de los mayores abusos.

Marchar o no marchar parece querer erigirse en la disyuntiva moral para políticos del futuro

Lo verdaderamente importante parece ser que mientras más marches y más palos recibas, más "valiente" eres, y obtendrás un lugar de privilegio en el selecto club de los titanes anticastristas.

Pero, en vista de que ningún cubano "del pueblo" se dispone a sufrir las ya tradicionales pateaduras dominicales, los organizadores de este vía crucis antillano no solo han convocado al resto de los disidentes –incluyendo a aquellos que han tildado de "ingenuos" y hasta de "traidores" por haberse manifestado de acuerdo con la política de distensión de la administración estadounidense– sino que se cuestionan la renuencia de quienes no acatan la convocatoria.

Y ven en esta negativa, no el derecho de los demás a decidir sus propios métodos de resistencia o sus vías para trabajar por la Cuba que queremos, sino una supuesta intención de dividir a la oposición o de "hacerle el juego" a la dictadura. Diríase que si los Castro no han caído es porque algunos, sea por majadería o por cobardía, nos negamos a marchar desde una iglesia. Que no creas en Dios, en los animadores de la iniciativa o en sus resultados, es secundario: un rebaño debe seguir al macho alfa, que –al más puro estilo castrista– asumirá que los que no lo siguen ciegamente son unos cobardes y están en su contra.

Así, el principal pecado de Eliécer Ávila fue el exceso de transparencia en un mundo de mascaradas, olvidando que ignorar las provocaciones es la estrategia más sabia y expedita que puede aplicar todo el que tenga aspiraciones a un liderazgo político. El animador de Somos+ perdió una magnífica oportunidad de guardar discreto silencio.

No hay que conquistar la libertad, basta con ser libres. Solo que habría que hacer esto con inteligencia

Por mi parte, disfrutando el privilegio que me otorga mi condición de periodista de opinión y mi total falta de compromiso con líderes o partidos de cualquier color político, aprovecho la ocasión para sumarme al comentario de un sabio lector: no hay que "luchar" por la democracia, basta con ejercerla; no hay que conquistar la libertad, basta con ser libres. Solo que habría que hacer esto con inteligencia. No es práctico continuar aplicando estrategias que conducen una y otra vez al mismo resultado... Salvo que lo que se persiga sea ese sello de pedigrí que tantas veces se ha repetido en nuestra historia.

En el futuro mediato de Cuba dejaremos de escuchar aquella manida frase que signó nuestras vidas y que legitimaba los derechos de algunos pocos privilegiados por sobre el resto de los cubanos: "¿Acaso tú tiraste tiros en la Sierra Maestra?". En su lugar se entronizaría esta otra: "¿Acaso tú marchaste los domingos por la Quinta Avenida?". ¡Dios nos libre!

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